Crimen Legal
Ramón Corrales
Sainz
RONDA SEMANAL, 14-20 DE MARZO DE
2009
Escribo
estas líneas a la fuerza, urgido por la conciencia moral, para poner un granito
de arena en el tema ineludible y gravísimo del aborto. Tan grave que nadie
tiene derecho a mirar hacia otro lado, porque está en juego el ser o no ser de
la raza humana. La masificación del aborto señala el apogeo del proceso de
autodestrucción del hombre empeñado en suplantar a Dios, el apogeo de la
barbarie ética que proclama el triunfo de la muerte como un logro jurídico.
Convencida de eso, la ministra de igualdad, en sintonía con el pintoresco
título de su ministerio, igualaba el derecho con la ignominia, invitando a las
pobres niñas a sacudirse tutelas para protagonizar libremente el rito macabro
del sacrificio de los hijos concebidos. Y lo hacía con el aire distendido y
aséptico de quien pone por fin las cosas en su sitio y una estudiada demagogia.
El
aborto, prácticamente libre, va siendo ya un suicidio y un genocidio de la
especie: la muerte del hombre por el hombre elevada a la categoría de derecho.
El respeto a la vida del inocente es indivisible: o se la respeta o no se la
respeta; no hay término medio. Esa vida es sagrada o no es sagrada; no hay
término medio. Si es sagrada, hablar de plazos y supuestos es una infame
hipocresía; pero si no es sagrada, ya todo es posible y se puede eliminar sin
reparos al no nacido, al enfermo incurable y al viejo inútil. Basta con que
estorben. Y, por desgracia para él, el ser concebido y no nacido aún, estorba
mucho. Su madre tiene derecho a estar cómoda, pero él no tiene derecho a vivir.
Y es asombrosa la pasividad y la indiferencia con que la gente contempla este
trágico dislate. Jamás una víctima fue más vulnerable, indefensa y desamparada.