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Mensaje del Santo Padre a los jóvenes con ocasión de la XV JMJ (29.VI.99) (En
París, al final de la JMJ-1997, el Papa dijo: “Queridos jóvenes, os doy cita para la próxima Jornada Mundial de la
Juventud en Roma, durante el verano del año 2000. Estoy convencido de que
iréis en gran número a ese encuentro extraordinario. Durante el gran Jubileo
del año 2000, viviremos juntos una experiencia de comunión espiritual, que
marcará ciertamente nuestra vida. Quien viva, verá. Nos veremos en Roma”.
Un año antes de llegar esa nueva fecha, el Papa nos escribió una carta para
ayudarnos en la preparación. Es toda una programación de vida cristiana
exigente. Fácilmente se perciben en ellas las “líneas maestras” que
desarrollará en su Carta Apostólica Novo
millennio ineunte, 6.I.2001) «La Palabra se hizo carne, y puso su Morada entre nosotros» (Jn 1,14) Muy queridos jóvenes: 1. Hace quince años, al terminar el Año Santo de la Redención, os
entregué una gran Cruz de leño invitándoos a llevarla por el mundo (...)
Desde entonces, sostenida por brazos y corazones generosos, está haciendo una
larga e ininterrumpida peregrinación a través de los continentes (...) Alrededor de la "Cruz del Año Santo" han nacido y han
crecido las Jornadas Mundiales de la Juventud, significativos "altos en
el camino" en vuestro itinerario de jóvenes cristianos, invitación
continua y urgente a fundar la vida sobre la roca que es Cristo. (...) esta Cruz ahora vuelve a Roma trayendo
consigo la oración y el compromiso de millones de jóvenes (...) 2. Como tema para vuestra XV Jornada Mundial he elegido la frase (...):
«la Palabra se hizo carne, y puso su Morada entre nosotros» (Jn 1,14). Lo que caracteriza la fe cristiana, a diferencia de todas las
otras religiones, es la certeza de que
el hombre Jesús de Nazaret es el Hijo de Dios, la Palabra hecha carne, la segunda
persona de la Trinidad que ha venido al mundo. (...) quien le conoce,
conoce a Dios; quien le ve, ve a Dios; quien le sigue, sigue a Dios; quien se
une a él está unido a Dios (cfr. Jn
12,44‑50). (...) En la vigilia del nuevo milenio, renuevo de corazón la invitación urgente a abrir de par en par las
puertas a Cristo (...) En la
encarnación Cristo se hizo pobre para enriquecernos con su pobreza (...)
En el
Calvario «Él soportaba
nuestros dolores... ha sido
herido por nuestras rebeldías...» (Is
53, 4-5). El sacrificio supremo de su
vida, libremente consumado por nuestra salvación, nos habla del amor infinito
que Dios nos tiene (...) «¡Qué
valor tan grande debe tener el hombre a los ojos del Creador, si ha merecido
tener tan grande Redentor!» (Redemptor
hominis, 9.10). Del mismo modo
que el centurión romano viendo cómo Jesús moría comprendió que era el Hijo de
Dios (cfr. Mc 15,39),
también nosotros, viendo y contemplando el Crucifijo, podemos comprender
quién es realmente Dios (...) “Pasión”
quiere decir amor apasionado, que en el darse no hace cálculos (...) La
Cruz, que parece alzarse desde la tierra, en realidad cuelga del cielo (...) «Uno murió por
todos» (2 Cor 5,14) (...)
toda la humanidad está redimida, es decir, liberada de la esclavitud del
pecado e introducida en el reino de Dios. Cristo es Señor del cielo y de la
tierra. Quien escucha su palabra y cree en el Padre, que lo envió al mundo,
tiene la vida eterna (cfr. Jn
5,24). 3. Queridos jóvenes, frente a estos grandes misterios aprended a tener una actitud
contemplativa. Permaneced admirando extasiados al recién nacido que María ha
dado a luz, envuelto en pañales y acostado en un pesebre: es Dios mismo entre
nosotros. Mirad a Jesús de Nazaret, por algunos acogido y por otros
vilipendiado, despreciado y rechazado: es el salvador de todos. Adorad a
Cristo, nuestro Redentor, que nos rescata y libera del pecado y de la muerte:
es el Dios vivo, fuente de la Vida. ¡Contemplad y reflexionad! Dios
nos ha creado para compartir su misma vida (...) Nos llama a ser “suyos”: quiere que todos seamos santos. Queridos
jóvenes, ¡tened la santa ambición de ser santos, como Él es santo! Me
preguntaréis: ¿pero hoy es posible ser
santos? Si sólo se contase con las fuerzas humanas, tal empresa sería sin
duda imposible. De hecho conocéis bien vuestros éxitos y vuestros
fracasos (...) Aunque el camino es duro, todo lo podemos en Aquél que es
nuestro Redentor. No os dirijáis a otro
si no a Jesús. No busquéis en otro sitio lo que sólo Él puede daros (...)
Con Cristo, la santidad -proyecto
divino para cada bautizado- es posible. Jóvenes de todos los continentes, ¡no
tengáis miedo de ser los santos
del nuevo milenio!
Sed contemplativos y
amantes de la oración, coherentes con vuestra fe y
generosos en el servicio a los hermanos,
miembros activos de la Iglesia
y constructores de paz. Para realizar este comprometido proyecto de
vida, permaneced en la escucha de la
Palabra, sacad fuerza de los sacramentos, sobre todo de la Eucaristía y de la
Penitencia. El Señor os quiere apóstoles intrépidos de su Evangelio y
constructores de la nueva humanidad. Pero ¿cómo podréis afirmar que
creéis en Dios hecho hombre si no os pronunciáis contra todo lo que degrada
la persona humana y la
familia? Si creéis que Cristo
ha revelado el amor del Padre hacia toda criatura, no podéis eludir el esfuerzo para contribuir a la construcción de un
nuevo mundo, fundado sobre la fuerza del amor y del perdón, sobre la
lucha contra la injusticia y toda miseria física, moral, espiritual, sobre la
orientación de la política, de la economía, de la cultura y de la tecnología
al servicio del hombre y de su desarrollo integral. 4. Deseo de corazón que el Jubileo, ya a las puertas, sea una
ocasión propicia para una gran renovación espiritual y para una celebración
extraordinaria del amor de Dios por la humanidad. (...) Si Dios no perdonó a
su propio Hijo, sino que le entregó por todos nosotros, ¿cómo no nos dará con
Él todas las cosas? (cfr. Rom,
31-37). (...) Que el Evangelio se
convierta en vuestro tesoro más apreciado: en el estudio atento y en la
acogida generosa de la Palabra del Señor encontraréis alimento y fuerza para la vida de cada día, encontraréis las
razones de un compromiso sin límites en la construcción de la civilización
del amor. 5. (...) La Encarnación del Verbo y la redención del hombre están
estrechamente relacionadas con la
Anunciación, cuando Dios le reveló a María su proyecto y encontró en Ella,
joven como vosotros, un corazón totalmente disponible a la acción de su amor.
Desde hace siglos la piedad cristiana recuerda todos los días, recitando el Angelus Domini, la entrada de Dios en
la historia del hombre. Que esta oración se convierta en vuestra oración,
meditada cotidianamente. María es la aurora que precede
el nacimiento del Sol de Justicia, Cristo nuestro Redentor. Con el “sí” de la
Anunciación, abriéndose totalmente al proyecto del Padre, Ella acogió e hizo posible la encarnación
del Hijo. (...) Que María Santísima
os enseñe, queridos jóvenes, a discernir la voluntad del Padre del cielo
sobre vuestra existencia. Que os obtenga la fuerza y la sabiduría para
poder hablar a Dios y hablar de Dios. |
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