Mi vida,
de película...
Podemos
afirmar que cada hombre y cada mujer, cuando empieza su existencia, inicia también el rodaje de una película,
titulada “Mi vida”, en la que tiene reservado el papel de protagonista
(de actor o de actriz principal, según el caso).
Como
en cualquier película, en “Mi vida” sólo hay un actor principal o una actriz
principal, o ambos. Pero nunca un actor y dos actrices principales (pues alguna
-¡o ambas!- pasaría a tener el papel de secundaria). Y tampoco una actriz y dos
actores principales (pues sucedería algo parecido).
El
guionista y director de esa película es Dios. Nadie ha empezado a
existir por casualidad. Con nadie se ha encontrado Dios en la tesitura
de decir: -”¡Anda!, allí ha sido concebida una persona
y yo no me había dado cuenta...” Porque, contando con la libertad humana y con
el amor humano, al inicio de la vida de cada uno Dios crea un alma espiritual
que anima nuestro cuerpo y que nos hace libres (aunque ciertamente no podremos
ejercer nuestra libertad hasta que el cuerpo tenga cierto desarrollo). Por eso,
por esa implicación de Dios en el comienzo de “Mi vida”, nadie (tampoco
yo) comienza a existir sin que Él haya preparado un guión y sin que cuente con nosotros (conmigo) como protagonista.
El
“guión” de la película es la vocación de cada uno. No es una exageración
afirmar que actualmente hay en el mundo CERCA DE 7.000 MILLONES DE PERSONAS CON
VOCACIÓN (puesto que nadie existe por casualidad).
En
el rodaje de la película -como en cualquier película- hay tomas falsas,
errores más o menos graves que hay que eliminar. Es fácil hacerlo cuando
reconocemos esos errores: basta con pedir perdón al director de la
película directamente o -los cristianos tenemos esa suerte- acudiendo al sacramento de la confesión, para que esas escenas pasen a formar parte de las tomas falsas.
No obstante conviene acometer el rodaje con ilusión para que “Mi vida” no
acabe convertida -después de cortar innumerables y extensos fragmentos del
rodaje- en un cortometraje, en un simple tráiler o en un anuncio
publicitario de pocos minutos... Lógicamente, para recibir el óscar al
actor o a la actriz principal tengo que hacer una buena interpretación.
Eso implica conocer el guión (dialogar con el guionista, que
tiene en cuenta dentro del guión la interpretación que hemos
hecho hasta ese momento). También hay que dialogar con el director de la
película (y hemos dicho que en “Mi vida” se identifican director
y guionista). Esto nos ayudará a mejorar muchos aspectos de nuestra interpretación.
En
bastantes casos, las indicaciones del director de la película nos vienen
directamente. Es necesario encontrar momentos de tranquilidad para dialogar a
solas con Dios en la oración. Para aprender le hablaremos de nuestras cosas (de
“Mi vida”) y de sus cosas (de “Su Vida”, pues la película protagonizada por
Jesucristo es, sin duda, la más excelente). Pero sobre todo escucharemos
(en el fondo del alma, en la conciencia) las sugerencias que nos haga en esos
momentos de oración. Ciertamente, las personas que consideran los ratos de oración
como pérdidas de tiempo son actores mediocres...
En
otros casos -como en cualquier película- el director se sirve de ayudantes
(sacerdotes u otras personas específicas) que con su consejo nos ayudan a hacer
una buena interpretación.
Pero
en otras muchas ocasiones son los actores secundarios que intervienen en
nuestra película quienes nos ayudan a mejorar... Dicen que los niños y las personas
que han bebido dicen siempre la verdad (porque no han desarrollado la capacidad
de mentir en su sencillez o -el que ha bebido- porque están desinhibidos al
hablar). Y es ese niño quien, de forma “políticamente incorrecta”, le pregunta
en voz alta a su madre si esa señora a la que está saludando en una breve conversación
es la “antipática” a la que se refería momentos antes; o “¿por qué
razón nos estamos colando en esta fila, si ese señor ha llegado antes?”. También es el niño quien con espontaneidad (y
cierta falta de educación) le dice a su padre: ¡Vaya!, hoy no te has echado
en el plato el mejor filete de la bandeja, ¿estás enfermo?... (ante el sonrojo de su progenitor).
De
igual forma, con sus consejos y con su ejemplo, los actores
secundarios de “Mi vida” (tantos familiares, amigos, conocidos, o personas con
las que coincido quizá sólo una vez en el rodaje de “Mi vida”) pueden
contribuir a que yo mejore mi interpretación.
En
la mayor parte de los rodajes, pasado un tiempo aparece una actriz
en la película que sólo tenía actor principal; o un actor en la
que sólo tenía actriz principal. Cuando adquiere un papel principal, los
guiones de ambas películas se funden, y el actor y la actriz
principales de “Nuestra vida” deben hacer su interpretación personal dentro de
un guión general común a ambos.
Pero
todos los demás son secundarios: padres, hermanos, hijos, amigos... Que
sean secundarios no implica que resulten poco importantes (me
atrevería a decir que el personaje Platón Karatáiev
que aparece casi al final de “Guerra y paz” de Tolstoi, es el “personaje
secundario” más “principal” -por su influencia- en el mensaje del libro).
En
la película de “Mi vida” debo buscar dos objetivos fundamentales:
El
primero está claro: hacer una buena interpretación por la que pueda
recibir al final de mi vida un óscar (el óscar al mejor actor o a
la mejor actriz principal). Para conseguir esto ya hemos indicado antes
algunos medios...
El
segundo objetivo está unido al primero: contribuir con nuestra interpretación
a que la película “Mi vida” sea una buena forja de actores secundarios.
No puedo olvidar que esos actores secundarios de mi película son a su vez
actores y actrices principales de la suya. Igual que ALGUNOS contribuyen
a que yo sea mejor actor principal en mi película, yo debo contribuir a que TODOS
sean mejores actores principales en las suyas (de las que yo soy a su vez actor
secundario). Una vez más me viene al recuerdo la influencia de Platón Karatáiev en la vida de Pierre Bezújov
dentro del relato “Guerra y paz” de Tolstoi...
Fernando
del Castillo del Castillo
Marbella,
28 de agosto de 2010