|
anterior |
volver a "Índice" |
siguiente |
|
|
Los
jóvenes aclaman a Juan Pablo II cuando llega a Tor Vergata |
|
La
fe de Pedro |
Discurso del Papa. Vigilia de oración en Tor
Vergata (sábado,
19.VIII.2000) (Si antes referíamos que alguien calificaba lo sucedido en Roma como una “revolución” cristiana, en Tor Vergata el Papa nos dio las “directrices” de esa “revolución”. Fueron palabras exigentes -nos pedía ser mártires “por la fidelidad a Cristo (...) en las situaciones de cada día”- y animantes: “es difícil, pero con la ayuda de la gracia es posible”. Estuvieron cargadas de belleza: “Es a Jesús a quien buscáis cuando soñáis la felicidad...” El acto tuvo música y acabó con fuegos artificiales: estábamos de fiesta con el Papa. Pero sobre todo, abundó la oración. Y el Papa disfrutó con nosotros) 1. “Y vosotros ¿quién decís que soy yo?” (Mt
16,15) Queridos jóvenes, con gran alegría me reúno de
nuevo con vosotros, con ocasión de esta vigilia de oración, durante la cual
queremos ponernos juntos a la escucha de Cristo, que sentimos presente entre
nosotros. Es Él quien nos habla. “Y vosotros ¿quién decís que soy yo?” Jesús plantea
esta pregunta a sus discípulos en la región de Cesarea
de Filipo. Simón Pedro contesta: “Tú eres el
Cristo, el Hijo de Dios vivo” (Mt 16,16). A su vez el Maestro les dirige estas
sorprendentes palabras: “Bienaventurado eres, Simón, hijo de Jonás, porque no
te ha revelado esto la carne ni la sangre, sino mi Padre que está en los
cielos” (Mt
16,17). (...) Este acontecimiento en la región de Cesarea de Filipo nos
introduce, en cierto modo, en el “laboratorio de la fe”. (...) En primer
lugar está la gracia de la revelación (...);
después sigue la llamada a dar una
respuesta; y finalmente está la
respuesta del hombre (...) Aquí tenemos lo que es la fe. Es la respuesta a la palabra del Dios vivo
por parte del hombre racional y libre (...) 2. El diálogo de Cesarea
de Filipo tuvo lugar (...) antes de la pasión y
resurrección de Cristo. Convendría recordar también otro acontecimiento
durante el cual Cristo, ya resucitado, probó la madurez de la fe de sus
apóstoles. Se trata del encuentro con
Tomás Apóstol. Era el único ausente cuando, después de la resurrección,
Cristo fue por primera vez al Cenáculo. Cuando los otros discípulos le
dijeron que habían visto al Señor él no quiso creer. Decía: “Si no veo en sus
manos la señal de los clavos y no meto mi dedo en el agujero de los clavos y
no meto mi mano en su costado, no creeré” (Jn 20,25). Ocho
días después estaban
otra vez reunidos los discípulos y Tomás estaba con
ellos. Entró Jesús estando la puerta cerrada, saludó a los Apóstoles con
estas palabras: “La paz con vosotros” (Jn 20,26) y acto seguido
se dirigió a Tomás: “Acerca aquí tu dedo y mira mis manos; trae tu mano y
métela en mi costado, y no seas incrédulo sino creyente” (Jn 20,27). Tomás le
contestó: “Señor mío y Dios mío” (Jn 20,28). (...) En el Cenáculo nos encontramos ante una
dialéctica de la fe y de la incredulidad más radical y, al mismo tiempo, ante
una confesión aún más profunda de la verdad sobre Cristo. (...) la experiencia de su muerte había sido tan
fuerte que todos tenían necesidad de un encuentro directo con Él para creer
en su resurrección (...) También
Tomás lo necesitaba. Cuando su incredulidad se encontró con la
experiencia directa de la presencia de Cristo, el Apóstol que había dudado
pronunció estas palabras con las que se expresa el núcleo más íntimo de la
fe: Si es así, si Tú verdaderamente estás vivo aunque te mataron, quiere decir que eres “mi Señor y mi
Dios”. Con el caso de Tomás, el “laboratorio de la fe” se
ha enriquecido con un nuevo elemento (...) el encuentro personal del discípulo con Cristo vivo, con el
Resucitado. Este encuentro pasa a ser el inicio de una nueva relación entre el hombre y Cristo, una relación en la
que el hombre reconoce existencialmente que Cristo es Señor y Dios; no sólo Señor y Dios del mundo y de la
humanidad, sino Señor y Dios de esta existencia humana mía concreta. (...) 3. (...) Este encuentro romano, queridos jóvenes,
es también una especie de “laboratorio de la fe” para vosotros, discípulos de
hoy, para quienes confiesan a Cristo en los umbrales del tercer milenio. Cada uno de vosotros puede encontrar en sí mismo
la dialéctica de preguntas y respuestas (...) analizar sus propias
dificultades para creer e incluso sentir la tentación de la incredulidad.
(...) en este admirable laboratorio del espíritu humano, el laboratorio de la
fe, se encuentran mutuamente Dios y el hombre. Cristo resucitado entra en el
cenáculo de nuestra vida y permite a cada uno experimentar su presencia y
confesar: Tú, Cristo, eres “mi Señor y mi Dios”. Cristo dijo a Tomás: “Porque me has visto has
creído. Dichosos los que no han visto y han creído” (Jn 20,29). Todo ser humano tiene en su interior algo
del Apóstol Tomás. Es tentado por la incredulidad y se plantea las preguntas
fundamentales: ¿Es verdad que Dios existe? ¿Es verdad que el mundo ha
sido creado por Él? ¿Es verdad que el Hijo de Dios se ha hecho hombre, ha
muerto y ha resucitado? (...). Es
necesario abrir los ojos y el corazón a la luz del Espíritu Santo. Entonces a
cada uno le hablarán las heridas abiertas
de Cristo resucitado: “Porque
me has visto
has creído. Dichosos los que no han visto y han
creído”. 4. Queridos amigos, también hoy creer en Jesús, seguir a Jesús (...) es como un nuevo martirio: el martirio de
quien, hoy como ayer, es llamado a ir contra corriente para seguir al divino
Maestro (...). Quizás a
vosotros no se os pedirá la sangre, pero sí ciertamente la fidelidad a
Cristo. Una fidelidad que se ha de vivir en las situaciones de cada día. Estoy pensando en los
novios y su dificultad de vivir, en el mundo de hoy, la pureza antes del
matrimonio. Pienso también en los matrimonios jóvenes y en las pruebas a las
que se expone su compromiso de mutua fidelidad. Pienso, asimismo, en las
relaciones entre amigos y en la tentación de deslealtad que puede darse entre
ellos. Estoy pensando también en el que ha empezado un
camino de especial consagración y en las dificultades que a veces tiene que
afrontar para perseverar en su entrega a Dios y a los hermanos. Me refiero
igualmente al que quiere vivir unas relaciones de solidaridad y de amor en un
mundo donde únicamente parece valer la lógica del provecho y del interés
personal o de grupo. Asimismo pienso en el que trabaja por la paz y ve
nacer y estallar nuevos focos de guerra en diversas partes del mundo; también
en quien actúa a favor de la libertad del hombre y lo ve aún esclavo de sí
mismo y de los demás; pienso en el que lucha por el amor y el respeto a la
vida humana y ha de asistir frecuentemente a atentados contra la misma y
contra el respeto que se le debe. 5. Queridos jóvenes, ¿es difícil creer en un mundo así? En el año 2000, ¿es difícil creer?
Sí, es difícil. No hay que ocultarlo. Es difícil, pero con la ayuda de la
gracia es posible (...). Esta tarde os entregaré el Evangelio. Es el regalo
que el Papa os deja en esta vigilia inolvidable. La palabra que contiene es
la palabra de Jesús. Si la escucháis en silencio, en oración, dejándoos
ayudar por el sabio consejo de vuestros sacerdotes y educadores con el fin de
comprenderla para vuestra vida, entonces encontraréis a Cristo y lo
seguiréis, entregando día a día la vida por Él. En realidad
es a Jesús a quien buscáis cuando soñáis la felicidad; es Él quien os espera
cuando no os satisface nada de lo que encontráis; es Él la belleza que tanto
os atrae; es Él quien os provoca con esa sed de radicalidad que no os permite
dejaros llevar del conformismo; es Él quien os empuja a dejar las máscaras
que falsean la vida; es Él quien os lee en
el corazón las decisiones más auténticas que otros
querrían sofocar. Es Jesús el que suscita en vosotros el deseo de hacer de
vuestra vida algo grande, la voluntad de seguir un ideal, el rechazo a
dejaros atrapar por la mediocridad, la valentía de comprometeros con humildad
y perseverancia para mejoraros a vosotros mismos y a la sociedad, haciéndola
más humana y fraterna. Queridos jóvenes, para estos nobles objetivos no
estáis solos. Con vosotros tenéis a vuestras familias, a vuestras
comunidades, a vuestros sacerdotes y educadores y a tantos de vosotros que,
en lo oculto, no se cansan de amar a Cristo y de creer en Él. En la lucha contra el pecado no estáis
solos: ¡muchos como vosotros luchan y con la gracia del Señor vencen! 6. Queridos amigos, en vosotros veo a los “centinelas de la mañana” (cfr. Is 21,11-12) en este amanecer del tercer milenio. A
lo largo del siglo que termina, jóvenes como vosotros eran convocados en
reuniones masivas para aprender a odiar, eran enviados para combatir los unos
contra los otros (...). Hoy estáis reunidos aquí para afirmar que en el nuevo
siglo no os prestaréis a ser
instrumentos de violencia y destrucción; defenderéis la paz, incluso a costa
de vuestra vida si fuera necesario. No os conformaréis con un mundo en el
que otros seres humanos mueren de hambre, son analfabetos, están sin trabajo.
Defenderéis la vida en cada momento de
su desarrollo terreno; os esforzaréis con todas vuestras energías en
hacer que esta tierra sea cada vez más habitable para todos. Queridos jóvenes del siglo que comienza, diciendo “sí” a Cristo decís “sí” a todos
vuestros ideales más nobles. Le pido que reine en vuestros corazones y en
la humanidad del nuevo siglo y milenio. No
tengáis miedo de entregaros a Él. Él os guiará, os dará la fuerza para
seguirlo todos los días y en cada situación. Que María Santísima, la Virgen que dijo “sí” a Dios durante toda su vida, que los Santos Apóstoles Pedro y Pablo y todos los Santos y Santas (...) os conserven siempre en este santo propósito. A todos y cada uno de vosotros os imparto con afecto mi Bendición. |
El “laboratorio de la fe” |
|
Qué es la fe |
|
Incredulidad de Tomás |
|
La
fe de Tomás |
|
|
|
Necesidad
del encuentro con el Resucitado |
|
|
|
Dificultades para creer y encuentro con Jesús |
|
|
|
|
|
Nuestra
respuesta de fe |
|
Ser mártires |
|
Fidelidad
a Cristo cada día… |
|
Creer
con ayuda de la gracia |
|
Meditar
el Evangelio |
|
Es
Jesús... |
|
¡No estamos solos! |
|
Una “revolución” pacífica y cristiana |
|
Decir
“sí” a Cristo |
|
|
|
|
|
El Papa
cantó y “bailó” con nosotros (se le veía feliz, como a nosotros...) |
  |
anterior |
volver a "Índice" |
siguiente |