Es que no estoy casado...
(Sobre la conveniencia del matrimonio)
(Historia real con detalles modificados por discreción)
Desde
hace 3 años y medio (a raíz del fallecimiento de mi hermano mayor) subo a
Madrid (desde Marbella) un fin de semana al mes para ver a mi madre. Mamá tiene un alzheimer
muy avanzado (diagnosticado hace unos 10 años) y apenas se da cuenta de las cosas (aunque,
gracias a Dios, sigue siendo receptiva a las manifestaciones de afecto). Vive en Alcorcón, y como yo vivo en Madrid cuando
voy: suelo estar con ella el sábado por la tarde y, nuevamente el domingo por
la mañana.
En
los últimos años, algunos de esos domingos coincidía
con un hombre negro que barría aquella zona, como trabajador del ayuntamiento.
Poco a poco -sólo iba una vez al mes y muchos meses no coincidíamos- empecé a saludarle
y a tener conversaciones breves con él: de 10-15 minutos. Empezamos a tener
amistad y a hablar de temas más personales: tenía un hijo mayor y una hija, y me comentó que ésta se estaba preparando para hacer en
mayo su Primera Comunión (todo esto me lo contaba porque yo también le hablaba
de mí y sabía que tenía Fe y practicaba la religión).
Llegó
el mes de abril. Una vez más fui a Madrid el tercer fin de semana. Y esta vez
coincidí con mi hermano que vive en Málaga. Cuando salimos a pasear con mamá nos encontramos con mi amigo africano que se llama como
él, así que aproveché para presentarle a mi hermano -ya le había hablado de él-
como "su tocayo". Le pregunté entonces por la Primera Comunión de su
hija, pues ya faltaba poco. Como tenemos mucha confianza le sugerí que se
confesase para poder acercarse también él a comulgar ese día: -"Si quieres
te ayudo a prepararte -le dije-, además, el sacerdote te ayudará si le cuentas
que llevas un montón de años sin hacerlo; por otra parte, a tu hija le alegrará
mucho ver cómo su papá se acerca a comulgar el mismo día que ella lo hace por
primera vez"... -"Tienes, razón, pero ¿tú crees que me dejarán
confesarme? -preguntó- porque yo no estoy
casado..." (sinceramente, hasta ese momento no lo
sabía porque apenas habíamos hablado en conversaciones muy breves y
distanciadas en las que él me había referido cosas de su familia)
Por
discreción, me aparté unos metros de mi hermano y mi madre y me lamenté de no
haber hablado de esto antes, pues -le dije- "el cura de la parroquia
podría haberos preparado en poco tiempo y haberos casado antes de la
Comunión", pero ya sólo quedaban dos o tres semanas... Le dije que todo
eran ventajas... Seguiría viviendo su vida familiar igual, pero con la gracia
del sacramento: las relaciones conyugales y todas las muestras de afecto, la
vida familiar, la relación con sus hijos (uno de ellos ya tenía 21 años) le
ayudarían a ganar el cielo y además, esa misma gracia de Dios le ayudaría a
superar las dificultades normales que surgen dentro de las familias... Le
recordé unas palabras fuertes que le gustaba repetir a San Josemaría cuando
hablaba de la santidad del matrimonio, haciendo un paralelismo entre el
sacramento del matrimonio y el sacramento del orden sacerdotal: -"Para
mí, vuestro lecho conyugal es un altar... Pero algunos se empeñan en
convertirlo en un catre de mancebía" (esto lo decía pensando
que igual que el sacerdote cuando celebra la Misa produce la gracia de
Dios, también los cónyuges traen la gracia de Dios a sus vidas cuando
viven las relaciones conyugales, que son santas)
Mi amigo me dijo que tendría que hablarlo con su mujer...
Al
mes siguiente no lo vi -era mayo y supuse que estaría liado con la Comunión de
su hija- y tampoco pude ponerme en contacto con él, aunque me había dado su
número de móvil la última vez.
Ya
en junio, una semana antes de subir a Madrid (el sábado del segundo fin de
semana), estaba en Ronda: ciudad a la que subo todas las semanas para atender
la labor apostólica que desarrolla la Obra allí desde hace muchos años. Y me
encontraba hablando con un amigo que es dueño de un bar y con otro comerciante
amigo suyo que regenta un quiosco (donde vende periódicos y revistas) junto a
su bar: este hombre del quiosco es también africano (y muy buen cristiano, por
cierto), así que les hablé algo de mi amigo (sin hacer referencia a su
situación de "no casado") y añadí: -"Por cierto, hoy es su santo
así que voy a llamarlo para felicitarlo"... Efectivamente, telefoneé a mi
amigo cuando me despedí de estos dos (eran más o menos las seis de la
tarde)...:
-"¡Amigo mío, ¡muchas felicidades!, porque hoy es tu santo: me
he acordado de rezar por ti. ¿Qué tal estás?"...
-"¡Muy
bien Fernando! ¡Muchas gracias! ¿Sabes una cosa? Me he casado esta mañana: te
he hecho caso. Lo hablé con mi mujer y le pareció bien...
(Reconozco
que yo no salía de mi asombro por la rapidez con la que se había desarrollado
todo. Le mostré la alegría enorme que me había dado y le dije que esperaba
verlo cuando subiese el siguiente fin de semana: por supuesto, ese fin de
semana, al encontrarnos el domingo a eso de las diez de la mañana, nos dimos un
gran abrazo. Me dijo que estaba muy feliz, que toda esa semana estaba como
"en una nube" y que toda la familia -su mujer y sus hijos- estaba
también muy feliz. También me aclaró que en cuanto terminase su trabajo, se
quitaría el mono y se pondría elegante para ir a Misa, porque quería cuidar su
vida cristiana).