Los cristianos y la opinión pública
I)
“Yo soy yo y mis circunstancias”, escribió el filósofo Ortega y Gasset hace
mucho tiempo. Sin entrar a analizar en profundidad esta afirmación, sí debemos
reconocer que las circunstancias
influyen en lo que cada uno llega a
ser, aunque siga siendo personal la responsabilidad de lo que uno hace con su
vida:
Lutero: durante una tormenta
eléctrica pasó tanto miedo que prometió a Dios hacerse religioso si salía con
vida. Y -pues salió con vida- se hizo religioso y sacerdote agustino. Sin
embargo, sentía frecuentes escrúpulos que turbaban la paz de su alma. Y se veía
sin fuerzas para vivir el celibato al que se había comprometido con su voto de
castidad. Si alguien le hubiese aconsejado mejor en la dirección espiritual...:
quizá no hubiese llegado a ser religioso (pues le habrían dispensado de una
promesa que difícilmente podía cumplir), y no hubiera llegado a aplicar una
Reforma que, si bien buscaba cambios en la Iglesia (en los eclesiásticos muy
“acomodados” de entonces), buscaba también una tranquilidad personal -la seguridad de la propia salvación- que de
otra forma no encontraba: pecca fortiter
(peca fuertemente, decía) sed crede
fortius (pero cree, más fuertemente aún, que Cristo te salvará); de ahí a
negar el Magisterio de la Iglesia y reconocer la autoridad de la Sola Scriptura; y a decir que la
naturaleza humana está esencialmente corrompida por el pecado original, que
somos incapaces de obrar el bien y que Dios
no nos sana con su gracia sino que sencillamente no mira nuestros pecados (los ignora, por lo que pierden su sentido
los sacramentos).
A esto se añadió la circunstancia de que, efectivamente, la
Iglesia necesitaba una Reforma (en las costumbres): que llegó con Trento,
cuando el Protestantismo ya se había extendido. (Por cierto, en los países en
los que habían empezado a reformarse las costumbres eclesiásticas, como en
España -gracias a los Reyes Católicos, con la innegable colaboración de Cisneros
y muchos humanistas-, esa Reforma católica hizo que la Reforma luterana
fracasara).
Después de Enrique VIII llegó al trono
inglés María Tudor: esta reina quiso recuperar la catolicidad de
Inglaterra, pero para hacerlo adoptó medidas de dura represión contra el
protestantismo que consiguieron justo lo contrario, es decir, afianzar en el
pueblo inglés (en la opinión pública de ese reino) un sentimiento anticatólico
que hasta entonces no había sido tan fuerte (pese a la persecución que
desarrolló Enrique VIII). Y a la muerte de la reina, su sucesora terminó la
deriva protestante del anglicanismo). No olvidemos que la expansión colonial de
Inglaterra ha hecho que muchos países hayan recibido una Fe cristiana
mayoritariamente protestante: en los Estados Unidos, África, Australia...
II)
A esto se orienta el llamado “Apostolado de la Opinión Pública”: a generar unas
circunstancias de opinión pública
favorables para la vida cristiana (lo cual no implica un confesionalismo, sino
unas circunstancias que permitan el
correcto desarrollo de la vida cristiana de quienes libremente profesan la Fe).
2 ejemplos nos ayudarán a entender la necesidad de este apostolado:
A) Hace 20-30 años, un chico con poca
formación que se echaba novia en España...:
-Quizá no vivía bien la virtud de la pureza (por imprudencia
en el trato o por ir demasiado lejos en sus manifestaciones de afectividad).
-Pero sólo en alguna ocasión llegaba a dejar embarazada a su
novia por tener relaciones sexuales.
Actualmente, un chico con poca formación
que se echa novia en España...:
-Enseguida convive y tiene relaciones sexuales con ella.
-Con más frecuencia que hace 20-30 años se produce el
embarazo (en este caso se da por fallo del preservativo), y con desgraciada
frecuencia se recurre a la “solución” (falsa) del aborto...
A propósito de esto recuerdo la
conversación que tuve hace algún tiempo con un antiguo alumno, después de
muchos años sin vernos: hablamos de religión, del trabajo, del noviazgo... y
poco antes de despedirnos me comentó: -«Quizá dentro de unos meses me vaya a
vivir con mi novia»
(Por un momento dudé si comentarle algo
al respecto, pues estábamos despidiéndonos y yo preveía volver a verlo pocas
semanas después). Entonces le comenté:
-«Ya sabes que eso no me parece bien,
pero hablaremos otro día...»
-«¡Tienes razón!», respondió enseguida.
-«Me había olvidado de que eso no está bienn. Tengo que pensarlo con más
tranquilidad»
(Es decir, había tomado una decisión
sin reflexionar: sólo porque estaba habituado a ver cómo muchos amigos a su
alrededor hacían eso mismo).
B) Hace 20-30 años, en España, un chico de
12-18 años con dudas sobre su afectividad...:
-Normalmente acababa
conociendo a una chica, se hacían novios y... ¡se acabaron las dudas!
-Si finalmente se
decantaba por la homosexualidad: ésta no se llegaba a manifestar en su forma de
vida; o si llevaba una vida con relaciones homosexuales, tampoco se dedicaba a
hacer “alardes” de eso.
Actualmente, en España, un chico de 12-18
años con dudas sobre su orientación afectiva...:
-Se inclina
fácilmente hacia la homosexualidad, por considerar ésta como “una opción más”
(exactamente igual que la heterosexualidad).
-Esa homosexualidad
(más frecuente que antes por tener más opciones de acceder a ella) se
manifestará externamente y le llevará a mantener relaciones promiscuas (en este
caso, ayudado también por esa idea -muy extendida en la opinión pública- de que
el sexo no deja de ser un juego divertido).
III)
Objetivos para el apostolado de la opinión pública
Me atrevería a señalar tres objetivos
principales de lo que hemos llamado “apostolado de la opinión pública” (aunque
tampoco se trata en esta exposición de ser exhaustivos):
A)
Dar “oxígeno” a quienes son cristianos que procuran vivir
coherentemente con su Fe.
Recuerdo hace varios años la carta que recibí
de un párroco al que le llegaron algunos “Guiones de
Bioética” que había escrito: «Ahora -me decía-, veo claro por qué son
moralmente aceptables los métodos naturales e inaceptables los métodos
anticonceptivos de regulación de la natalidad». Ya enseñaba eso a los jóvenes
que preparaba para el matrimonio, pero ahora podía hacerlo de forma comprensiva
(y por tanto más fácil de aceptar por parte de quienes le escuchaban).
Hace pocos meses un profesor me pidió que
le escribiese un breve guión sobre las principales cuestiones bioéticas. Varios
padres le habían pedido que tratase esas cuestiones en una reunión (de
aproximadamente una hora) porque no sabían cómo orientar a sus hijos, y este
profesor no se veía en condiciones de hacer con rapidez un resumen más o menos
completo. Me pidió que lo hiciese de forma sencilla: qué “se puede” hacer y qué no “se puede” hacer en los principales
puntos (una especie de “elenco” de cosas malas y buenas según la doctrina de la
Iglesia). Me negué a hacerlo así -no es mi estilo- y procuré escribir un “Compendio de
Bioética” en el que quedaban recogidos los principales argumentos para que
cada uno juzgue qué “puede” y qué “no
puede” hacer. De esta forma se fomenta la responsabilidad personal y se
evita dar “por buenos” algunos comportamientos inmorales por el simple hecho de
que no aparecían recogidos dentro del “elenco”. Me agradeció esos argumentos.
B)
Presentar la belleza y la coherencia humana de la doctrina cristiana
para que quienes se sienten atraídos por la posibilidad de aceptar la Fe o de convertirse (es decir, de empezar a
vivir coherentemente con la Fe que ya poseían pero cuya práctica habían
abandonado) no tengan la impresión errónea de que “el salto” que van a dar es
un salto “en el vacío”. Y también para que quienes aún no se inclinan a aceptar la Fe puedan dar ese paso llegado el
momento.
Un antiguo alumno musulmán (bueno, en
realidad no era nada, e incluso se sentía más cercano a la Iglesia católica,
pero no estaba bautizado) me preguntaba: -«Tú, siendo biólogo, habrás tenido
muchas dificultades y se te habrán planteado dudas sobre el contenido de la
Fe». Y se quedaba desconcertado cuando le respondía que la Ciencia nunca me
había ofrecido dificultades, sino más bien razones para abrazar con más fuerza
esa Fe
Hace meses, otro biólogo que preparaba
oposiciones a profesor de instituto y muy interesado por cuestiones políticas
comentaba: -«Me sorprende que siendo Biólogo seas creyente, pues pensaba que
eso era imposible, porque tú crees, ¿verdad? Ya me explicarás...».
C)
Mostrar la solidez del cristianismo a quienes se sienten inclinados a
atacarlo: No tenemos que ir “pidiendo perdón” cada vez que exponemos la
enseñanza moral o la Fe de la Iglesia...
Humanamente (no sólo desde un punto
de vista sobrenatural) es más sólida la forma de vida cristiana que cualquier
otra forma de vida:
-política,
-religiosa,
-social,
-afectiva...
Cuando estudiaba 2º BUP (el actual 4º
ESO), el curso 80/81, teníamos una profesora (Alicia, se llamaba) a la que
gustaba que de vez en cuando expusiéramos temas de actualidad que aparecían
recogidos en la prensa. El entonces Ayuntamiento de Madrid (cuyo alcalde era
entonces Enrique Tierno) había publicado el “Libro Rojo del Cole”, con
informaciones para alumnos que muchos padres consideraban inapropiadas: sobre
la sexualidad, etc. También tratamos -como consecuencia de esos temas- la
cuestión del aborto. Alicia se inclinaba políticamente por el socialismo. Sin
embargo era una mujer respetuosa con todos (tenía una tolerancia que ya
quisiera yo ver en muchos políticos “tolerantes” de ahora), y no dudo en
reconocer -tras mi exposición, y aunque eran mayoría, entre quienes
intervinieron, los que se mostraban favorables al aborto- que ella debería
apoyar a esa mayoría de la clase por coherencia con su pensamiento político
pero «los argumentos de Castillo (así me llamaba) me parecen más convincentes».
IV)
Algunos temas “clave” en el apostolado de la opinión pública
Son muchos, pero voy a señalar algunos
que me parecen más actuales (entre los que se incluyen de forma principal todos
los relacionados con la Bioética):
A)
La defensa de la vida humana
Partimos para este punto de la
consideración del hombre y la mujer como personas
y no sólo como individuos. Todo ser
vivo (y por tanto todo animal) es individuo,
es decir, posee una unidad de la que carecen los seres inertes y que le permite
intercambiar materia y energía con su entorno (el metabolismo), de forma que
incorpora a su ser individual nuevos átomos y moléculas mientras que se
desprende de otros.
La persona
es también un individuo, pero en este caso se trata de un individuo racional, y por eso importante en sí mismo. Cada
persona es, además, protagonista
de su historia personal porque la hace ella con su libertad (hace años
salió una película: “El Profesional”, en la que el protagonista era un
verdadero profesional del crimen
-cuando era contratado cuidaba los más pequueños detalles al realizar su trabajo-, pero con la peculiaridad de
que no podía separarse de su planta,
que llevaba consigo a todas partes en una maceta; pues la planta aparecía
continuamente en la película, y el
profesional la cuidaba con esmero, sin embargo... no eran protagonista de su historia porque no tenía historia
personal).
El
aborto (aquí habría que considerar también el efecto abortivo de la
píldora del día después o del dispositivo intrauterino). Resulta escandaloso
que actualmente se produzcan en España casi 100 asesinatos de mujeres por la
violencia doméstica. Pero es que son más de 100.000 los niños asesinados en el
vientre de su madre sin que nadie los defienda. Y se habla de Interrupción Voluntaria del Embarazo
(IVE) para referirse al aborto, por ser algo que la mujer realiza voluntariamente (muchas veces,
desinformada). ¿Qué dirían si yo empezase a hablar de Interrupción Voluntaria de la Respiración (IVR) para referirme a la
violencia doméstica? Es duro decirlo: si todos -esas mujeres maltratadas, los
niños, jóvenes y adultos, de cualquier raza, religión y condición social- hemos
sido embriones y fetos pero pocos políticos defienden con fuerza la vida del no
nacido quizá sea porque... nadie guarda memoria de esas primeras etapas de su
vida y, por tanto, la defensa del no nacido NO DA VOTOS en las
elecciones.
La
eutanasia. Hay que recordar que nadie ha proyectado su vida antes de ser concebido (sería una contradicción
defender otra cosa) y por tanto nadie es dueño
absoluto de su propia vida (sino sólo administrador). Esto lo tienen claro incluso quienes defienden
la práctica de la eutanasia: ¿Cómo reaccionan ante una tentativa de suicidio de
alguien? ¿Se muestran partidarios de practicar el suicidio asistido a quien
atraviese por un estado de profunda depresión? Una vez más se pierde de vista
la dignidad de cada persona humana,
también la del enfermo y la de quien no rinde beneficios en esta
sociedad del bienestar...
La
experimentación e investigación con células madre embrionarias. Resulta
curioso que no se hable de embriones
humanos porque cada vez que se utilizan 10, 15 ó 20 células embrionarias se
está utilizando... ¡medio embrión! ¿Hablaríamos de utilización -con fines terapéuticos- de células adultas
si un médico extirpase el corazón, los pulmones y el aparato digestivo de un
paciente vivo para implantárselos a otro? Porque los embriones humanos, fabricados por el médico, ven truncado
su desarrollo por la crioconservación y terminan muriendo (aunque nos
empeñemos en camuflar los hechos hablando de un uso terapéutico...: ¿existe la muerte provocada terapéutica?)
B)
La sexualidad humana
La sexualidad es un apetito y afecto
animal orientado a la reproducción. En el caso del hombre (hablamos entonces de
procreación) es también forma de manifestar una relación de afecto personal.
Debemos defender el uso de la sexualidad sólo
dentro de una relación estable: porque sólo en ese caso es camino de
amor y no búsqueda de placer egoísta. Porque la sexualidad humana es noble
cuando se da dentro de una auténtica
relación personal y pasa a ser algo vergonzoso
cuando se reduce a la apetencia sensible o al capricho de un momento. Por eso
las relaciones prematrimoniales
-aunque alguien me juzgue como intolerante
por decir esto- son relaciones hipócritas, pues en ellas se manifiesta
una entrega total (en la que participa el cuerpo por la sexualidad) que todavía
no existe. Habría que esperar al compromiso firme que se da con el matrimonio
para que esas relaciones fuesen sinceras.
Un ejemplo ayudará a entender esta afirmación dura que he hecho: si un amigo me
presenta a otro amigo suyo por la calle a quien saludo por primera vez y -sin
más- decido darle un fuerte abrazo, cualquiera juzgaría que he utilizado un
saludo que no es sincero; tendría
sentido haber dado ese abrazo a mi amigo (si llevo tiempo sin verlo o se da una
circunstancia especial) pero no a aquel por quien todavía no puedo sentir un
afecto de amistad.
Los anticonceptivos corrompen la relación personal incluso
cuando hay una relación estable. Al modificar esencialmente la sexualidad de
quienes se unen antes de que lo hagan, podemos afirmar que en esa relación ya no
se ama a una persona sino sólo algunos aspectos de esa persona y, por tanto
NO HAY UN AMOR PERSONAL. De forma semejante a cuando dos personas se disponen a
hablar pero una de ellas (incluso con la complicidad de la otra) prohíbe a la
otra sacar a relucir aspectos de su alma que en esos momentos no le interesan
(por ejemplo, sentimientos de desánimo o preocupaciones): ambas personas estarán hablando entonces, sí, pero... no habrá verdadero diálogo personal. En
el caso de la sexualidad, se da la unión pero no la relación auténticamente
personal cuando una -o ambas- de las personas ve modificada su fertilidad de
forma temporal o estable (esterilización).
Algunas personas no
comprenden por qué resulta lícito entonces el recurso a los métodos
naturales cuando hay motivos serios para aplazar el nacimiento de un nuevo
hijo. Resulta sencillo: en estos casos ninguno es modificado sino aceptado en ese estado transitorio
(en fases del ciclo menstrual o durante el embarazo) o permanente (tras la
menopausia) de infecundidad. Con el ejemplo anterior: sí habrá diálogo personal entre dos personas que hablan sin ponerse
condiciones antes de su conversación, aunque no salgan a relucir esos
sentimientos de desánimo o preocupaciones (bien porque han desaparecido
totalmente, o bien porque lo han hecho transitoriamente por la hora temprana -alegre por ser luminosa- a la que han iniciado su conversación).
No obstante, hay que recordar
que -si la razón del recurso a esos métodos naturales es el egoísmo-, tampoco
serían éticos (como no lo sería dar limosna a un pobre buscando quedar bien
delante de otra persona): el acto en sí sería bueno pero su finalidad torcida lo transformaría en malo.
C)
El matrimonio
Vamos a considerar ahora dos cualidades
esenciales en todo matrimonio: su unidad y su indisolubilidad (y hablamos de
todo matrimonio, no sólo del canónico, pues hace más de veinte siglos nadie se casaba por la Iglesia -pues aún
no existía- y ya tenía el matrimonio esas dos características).
Hablo del matrimonio sin ningún
apelativo más (como “heterosexual”) porque no es preciso para identificar esta
institución. Todos hemos podido sonreír al escuchar de boca de un profesor la definición irónica de rectas paralelas: dos rectas
paralelas son aquellas que se cortan en un mismo punto siempre que éste sea...
lo SUFICIENTEMENTE GORDO. Aunque muchos hayamos dibujado “puntos gordas”
para disimular errores en los puntos de corte de las láminas que entregábamos
al profesor de dibujo... sabemos bien que los puntos GORDOS no existen
(pues ningún punto tiene dimensión de altura, anchura o profundidad), sino sólo
las manchas GORDAS (es decir, “pequeños planos” rellenos de tinta). De igual forma, todo matrimonio es -por
definición- heterosexual.
La
unidad. Ya vimos que la sexualidad humana es camino de entrega
personal. Es una entrega, por la que el cuerpo (en cuanto a la
afectividad) del marido pertenece a
la mujer y el de la mujer pertenece
al marido: por eso la Biblia reconoce ya desde el comienzo que serán una sola carne. Pero mi cuerpo
no puede pertenecer plena y
simultáneamente a dos personas diferentes. Además, por tratarse de algo
personal (que forma parte de mi persona, no como un coche), la entrega afectiva
de mi cuerpo no puede darse, ¡no debe darse!, al margen de la pertenencia a esa persona (otra actitud,
como decíamos en las relaciones prematrimoniales, sería una actitud hipócrita).
La
indisolubilidad, porque un hombre casado, mientras viva su mujer, si se
une a otra está traficando con algo que ya no le pertenece (su intimidad
corporal y la afectividad correspondiente, tras el matrimonio son de su mujer,
igual que las de ella le pertenecen a él). Ni siquiera el mutuo acuerdo por
parte de los cónyuges haría que esa entrega a una tercera persona dejase de ser
inmoral: porque el matrimonio válido entre un hombre y una mujer establece un vínculo
con carta de naturaleza, tan
fuerte como el vínculo filiación-paternidad (una ley puede quitar la patria
potestad de unos padres sobre su hijo por graves motivos, yo podría renegar de
mis padres y ellos renegar de mí, pero... nada de esto haría cambiar la
relación paterno-filial que se inició en el momento de la generación). Así, en
situaciones graves sería justa -e incluso necesaria- la separación temporal o
definitiva de los cónyuges, pero el vínculo permanecería y no sería lícito (ni
posible realmente) contraer nuevo matrimonio (aunque las leyes lleguen a
decir otra cosa). Ninguna autoridad humana o religiosa (ni siquiera el Papa)
puede disolver ese matrimonio consumado (conviene recordar, sin embargo, que es
inválido para un católico cualquier matrimonio fuera del canónico).
La correcta comprensión del matrimonio
permite comprender bien el celibato de quien se entrega en cuerpo y alma a Dios.
Y aún nos queda tiempo de hacer otra
afirmación fuerte (que escandalizará a quienes analizan la
realidad social con un discurso llenos de tópicos): es muy importante la
defensa firme de la institución matrimonial también porque la violencia
machista es mucho más frecuente en las parejas de hecho y entre las ex-parejas
que dentro del matrimonio. Todavía recuerdo con asombro la tranquilidad con la
que -en una cadena principal de España y durante el Telediario de mayor
audiencia en junio de 2000, a las 9 de la noche- nos dieron hace años esta noticia:
el entonces alcalde de Madrid (José Mª Álvarez del Manzano) hizo ante los
micrófonos la afirmación de que era más frecuente la violencia doméstica en las
parejas de hecho que en los matrimonios... -¡para qué abriría la boca!...-, les
faltó tiempo a ciertos grupos feministas para “demostrar” lo
equivocado de esa afirmación: -¡de las 28 mujeres muertas en España desde
comienzo de ese año, 14 fueron asesinadas por sus maridos y sólo 7 por su compañero
sentimental, es decir, 2 a 1!... (eso sí, no tuvieron en cuenta que la proporción de parejas que convivían en
matrimonio en 2001 según el INE era de un 94% frente al 6% de parejas de hecho:
19 a 1). Actualmente, aun siendo todavía muy superior el número de personas
casadas frente a quienes conviven como parejas de hecho (se acerca a una proporción de 10 a 1), el número absoluto de
víctimas en matrimonios es ya casi igual al que se da entre parejas de hecho (proporción de 3 a 2). Y cuando se insiste en que la violencia afecta más a parejas de inmigrantes, se suele pasar por alto que la proporción de "parejas de hecho" es en este grupo social también mayor.
D)
Libertad de las conciencias y libertad religiosa
Parece que hoy sólo merece respeto la
libertad política. Sin embargo, por ya dijimos que cada uno es protagonista de su historia personal.
Por eso el mayor respeto debe darse a la conciencia de cada uno. Y a algo tan
personal e íntimo a la propia conciencia y que también tiene repercusiones
externas como es la libertad religiosa.
Resulta sorprendente que esta sociedad
que propugna la tolerancia y el respeto a diversas formas de vida y culturas
sea tan estrecha cuando se trata de
defender la libertad de una conciencia que se muestra contraria a actuar según sus criterios “políticamente correctos”:
en ambientes médicos (con el aborto, la pdd, etc,), jurídicos (el mal llamado
“matrimonio” homosexual), etc.
Por otra parte, si se admite que es
obligación de los padres, una vez engendrado el hijo, alimentarlo y educarlo,
las autoridades públicas sólo deben ayudar a los padres a cumplir esa
obligación, sin sustituirlos:
consecuencia del principio de subsidiariedad.
E)
Libertad y espiritualidad humana
Tenemos en la sociedad actual un acceso
a la información del que no han dispuesto quienes nos precedieron. Por
desgracia, en muchos casos esa facilidad para recibir información no sólo no ha
facilitado sino que ha dificultado el desarrollo de un criterio personal acerca
de cada acontecimiento o de cada teoría. Y en bastantes ocasiones se admiten
sin una visión crítica afirmaciones contradictorias: como la esquizofrenia de quien dice soy libre pero niega la espiritualidad del alma. En nuestra
sociedad occidental, la libertad de cada persona es un valor que no se discute,
pero que a menudo se hace compatible con un materialismo radical. Seamos
coherentes: sin libertad (ya actual o en desarrollo) no existe dignidad
personal ni responsabilidad. Pero la defensa de la libertad exige el reconocimiento de una
espiritualidad en el hombre (no sujeta a leyes necesarias del instinto y de la
materia)... y ésta lleva a reconocer la existencia de un Dios creador de esa
alma espiritual y que puede exigir que nuestros comportamientos libres se
adapten a unas normas.
F)
El domingo
Es un día de descanso. Así lo admiten
todos los trabajadores que se lamentan cuando les desplazan su día de descanso a otro momento de la semana. Y tiene
un origen religioso (como lo tiene el descanso sabático de los judíos o el
viernes de los musulmanes). Como cristianos, la Misa forma parte de la normalidad del domingo. Es
también un día para estar más tiempo con la familia. Y así debe aparecer en los
planes que organizamos, en las conversaciones con los amigos... ¡en todo!
Hace casi quince años un antiguo alumno
me presentó un amigo suyo: era buen futbolista pero tenía los estudios “un poco
abandonados” (y con riesgo de repetir curso). Me lo presentó para que lo
ayudase, no sin antes prevenirme -mi alumno sabía como pienso- de que además de
los estudios, su amigo tenía “descuidada” también su vida cristiana. Cuando me
senté con él para hacer un horario de trabajo, día por día, llegó el momento de
programar el domingo: -¿A qué Misa
sueles ir?, le pregunté como algo natural.
Y él me respondió que no solía ir mucho...
(o sea, que no iba nada). -¡Qué pena!, respondí con gesto de profunda
tristeza... (reconozco que hice teatro,
pero le sirvió para comprender que lo normal es ir a Misa los domingos: al día
siguiente estaba confesándose y yendo a Misa y a comulgar, como cuando era pequeño...)
G)
Respeto a la Iglesia
Juan Pablo II fue por delante a la hora de acrecentar el prestigio de la Iglesia. De
entrada, desinfló muchos tópicos con
algo tan sencillo como pedir perdón. Al principio nos desconcertó a
muchos: pidió perdón por los errores cometidos en la época de la Inquisición,
en algunos “juicios” científicos, ante “silencios” de eclesiásticos que debían
haber actuado frente a injusticias... Y por eso no dudó en seguir defendiendo
sin eufemismos la Fe y la Moral de Cristo, contracorriente y sin pedir perdón por hacerlo con total claridad y
llegando hasta las últimas consecuencias.
También Benedicto XVI ha “roto la
cintura” de quienes lo recibieron con el tópico de hombre “oscurantista”.
Cuando recibió a Hans Küng (a quien él mismo había desautorizado en bastantes
cuestiones morales y dogmáticas), yo fui el primer sorprendido cuando brotaron
continuas alabanzas hacia el Papa por parte del crítico teólogo alemán. Y el
Papa ha seguido defendiendo con claridad lo que debe defender y enseñar por la
misión que ha recibido: porque tampoco ha tenido reparos en pedir perdón cuando
ha sido preciso hacerlo por errores cometidos en época pasadas más o menos
recientes.
Cuando no actuamos así, a veces se
“fabrican” conflictos pesados donde
sólo existen pompas de jabón: enormes
quizá, pero... ¡sólo pompas! Así ha sucedido recientemente con el “problema”
(¿?) de la Comunión de los celíacos (llevan siglos comulgando bajo la especie
del vino, pero a algún periodista -¿aficionado a la teología?- que “ha
descubierto” ahora ese “problema” se
le ha ocurrido la solución de utilizar pan que no sea de trigo en la
consagración...)
V)
Vías para desarrollar el
apostolado de la opinión pública
Enumerare, brevemente, sólo algunas...:
Cartas
a los periódicos. Hay que ser realistas: para que no nos venza la
pereza, si queremos opinar sobre algo que hemos leído o escuchado en los medios
de comunicación, conviene tener las direcciones de correo-e de los principales
diarios y emisoras de radio y TV en nuestra libreta de direcciones. Y no
olvidar que a veces influye más (por atrayente) un comentario positivo acerca
de algo bueno que críticas negativas acerca de lo malo (además, quienes hacer
afirmaciones contracorriente en los medios de comunicación necesitan sentir algo más agradable que las muchas
piedras que les tiran cada vez que opinan...)
Blogs
y webs: la experiencia dice que proliferan y que -si están bien
diseñadas- reciben abundantes visitas. Conviene conocer las técnicas propias de
estos medios.
Artículos:
en revistas, periódicos, etc.
Comentarios
sueltos: en el café, en el
trabajo, en el mercado...: -“Iré más tarde porque a esa hora voy a Misa”,
-“Prefiero ver películas sin escenas inconvvenientes, a las que pueden
acompañarme mis hijos”, etc.
El
buen ejemplo: de una familia numerosa y alegre que pasea por la calle,
de un matrimonio que van juntos a Misa, de amigos que salen juntos sin contar
en sus planes con borracheras o consumo de drogas...
La
amistad con personas que tienen responsabilidades: alcaldes,
periodistas, comerciantes, estrellas del deporte, de la canción, del cine...
Aunque piensen diferente a nosotros o no tengan mentalidad cristiana. Aquí Juan
Pablo II (y ahora Benedicto XVI) nos dio el ejemplo de tratar a intelectuales
que se encontraban alejados de la Fe pero que, gracias a esa amistad, siempre
hablaron de la Iglesia con respeto. También conviene recordar al Gran Canciller
de Inglaterra Tomás Moro y su fructífera amistad con Erasmo (quizá fue lo que
más le ayudó a éste a no alejarse de la Iglesia).
Fernando del Castillo del Castillo
Jaén, 20 de julio de 2008