Fecha: lunes, 30 junio, 2008 7:12
Voy a ser un poco malo. Es a propósito de tu relato de la
anécdota del hámster:
"Recuerdo que hace algunos años tuve hámsters en
casa. Eran animales encantadores (de pelo blanco, negro, gris...) que se
multiplicaban con gran rapidez y tenían una voracidad asombrosa. Dejaron de
parecerme tan encantadores cuando un día que no les echamos de comer, la madre
decidió alimentarse con algunas de sus crías recién nacidas... Es verdad que
las crías parecían "albóndigas pequeñitas"... y que la madre tenía
hambre... ¡pero eran sus crías! Aquello me pareció monstruoso, aunque sé que
son irracionales. Más monstruoso aún me parece que una madre decida abortar a
su hijo, por grave que sea la situación personal que atraviese ella... (y no
soy insensible ante estas situaciones, pero me parece antinatural que se llegue
a esos extremos) ¿Acaso debemos excusar su actitud diciendo que también
nosotros -hombres y mujeres- somos irracionales?..."
Si como creo que tú sostienes, existe Dios. ¿Por
qué ha creado a unos animalillos que cuando tienen hambre son capaces de hacer
algo tan "monstruoso"? Muchas veces los teístas os referís a la
maravilla, la armonía y la belleza de la naturaleza que Dios ha creado sin
ayuda de nadie, pero cuando esta misma naturaleza nos da muestras de horror y
sin sentido, ahí ya no apeláis al papel de Dios y a la maravilla de su
creación. ¿Tienes algún buen contra-argumento? Me encantaría oírlo.
Perdona que nunca escriba y de repente
te salga con esto, pero es que me encanta el debate con los que tienen ideas
muy diferentes y esta es precisamente una de las cosas que nunca me acaba de
encajar de las ideas cristianas y musulmanas.
Saludos.
N.
Martes,
1 de julio de 2008
Hola,
N.:
(Permíteme un consejo: al final me
ha salido una carta larguísima, y quizá te resulte más cómodo
imprimirla que leerla en la pantalla. Disculpa que me enrolle como las
persianas...)
Ando
un poco apurado de tiempo (de hecho no iba a responder a nadie hasta mi vuelta
de vacaciones) pero he pensado que debía escribirte. Para empezar, te agradezco
tu sinceridad.
Quiero
que pienses...: ¿no ves la contradicción que hay entre afirmar que algo es
monstruoso o malo -desde el punto de vista ético- y negar la existencia de
Dios? Sin embargo, esa situación se da repetidas veces: hay quienes ven la
necesidad de condenar injusticias flagrantes que descubren (de violencias,
malos tratos, vejaciones, etc.) y hacen eso compatible con la negación de Dios
(que es la referencia externa -no subjetiva- para poder decir que algo es malo
o bueno moralmente hablando); otras veces sucede esto con la libertad (se habla
de libertad y de exigir responsabilidades sin caer en la cuenta de que eso
implica reconocer algún principio de vida que está por encima de la materia y
que por esa razón no se rige por leyes necesarias... y ese reconocimiento de un
alma espiritual lleva "de la mano" a admitir la existencia de un Dios
creador de esa alma).
En
cualquier caso, no voy ahora a "pelearme" por estas cosas (repito que
no eres una excepción entre quienes mantienen esas posturas que me parecen
incompatibles entre sí). Hablaremos siempre que quieras. Aunque ya sabes que
-en eso somos muy diferentes- no me gusta discutir sino sólo dialogar (porque
pienso que en la discusión prima la brillantez de la exposición que uno
hace sobre la búsqueda de la verdad).
Respecto
al comportamiento de esos animalitos, no me escandalizo. Pienso que me sucede
como a casi todo el mundo, que tiende a "humanizar" lo que le rodea:
así el que "dialoga" con sus plantas mientras las riega, o con su
perro -le manifiesta sentimientos y pensamientos personales- cuando lo saca a
pasear, o... ¡con su coche! (-No me dejes "tirao", le pedimos
cuando está regular y vamos a emprender un viaje largo). Por eso buscamos en
los animales comportamientos morales y... a veces nos sentimos
defraudados. Pero es una actuación instintiva -ni buena ni mala moralmente- la
de esos hámsters que se comen a sus crías cuando tienen hambre, y la de esos
pollos de cuco que "desalojan" a los hijos "legítimos" de
las aves en cuyos nidos eclosionan, y la de esa mantis religiosa que se come al
macho después de la cópula (no se me pasa por la cabeza pensar en un ejemplo de
"violencia doméstica" en sentido inverso a los que estamos viendo
entre los hombres), ni cuando un perro sacia su instinto reproductor cubriendo
a una perrilla que es hija suya (jamás pensaría en un incesto).
Más
difícil es "hacer compatible" la existencia de un Dios bueno con
tantos desórdenes morales de los hombres. Sin embargo, siempre he dicho -lo
aprendí de pequeño- que Dios ha querido "correr el riesgo de nuestra
libertad" para tener consigo "hijos fieles" en lugar de
"esclavos sumisos".
Hace
años leí un libro de Cronin que me gustó: "La Ciudadela":
Habla
de un hombre, médico prestigioso, que vivía en Londres. Estaba casado con una
mujer que lo amaba. Pero ella no era correspondida en su amor. Después de
intentar ganárselo con multitud de detalles, al ver que su marido seguía
más enamorado de su trabajo que de ella, se resignó a seguir queriéndolo
y entregándose a él un día y otro, aun sin ser correspondida.
Un
día, en el transcurso de una operación, la negligencia grave de unos compañeros
suyos causó la muerte de un paciente. -¡Qué hemos hecho!, exclamó (pues
también él había participado). Pero sus compañeros -evidentemente, menos enamorados
que él de la medicina- no le dieron mayor importancia: -Son riesgos de la
profesión, pero no te preocupes, porque le diremos a su familia que se
complicaron las cosas en una operación difícil y no pudimos hacer nada por
salvarlo.
El
médico regresó desolado a su casa. Su mujer lo esperaba cariñosa y servicial
como siempre. Entonces él recapacitó: -He sido un egoísta hasta ahora.
-Perdóname, le dijo a su mujer, a partir de ahora voy a corresponder.
Pero ella, llena de alegría, le obligó a sentarse y salió corriendo a comprar
productos para preparar un postre que a él le gustaba especialmente... (-Ni
siquiera ahora se reserva para sí, pensó el médico avergonzado por su poca
correspondencia hasta entonces). Apenas salió ella a la calle se oyó un gran
ruido y muchos gritos de la gente. El médico se asomó corriendo (con un
presentimiento muy malo)...: un carro de caballos había arrollado a su mujer.
Lo intentaron todo, pero ella -después de manifestarle en sus últimas palabras
lo mucho que lo quería y la alegría de verlo así: recuperado en el amor
y cariñoso- falleció enseguida.
-Realmente
yo no merecía una mujer como ella. La he tenido junto a mí tantos años sin
saber quererla, sin corresponder a su entrega... Por eso, ahora que la había descubierto,
Dios se la ha llevado. Yo no era digno de ella. Y ahora debo pagar mi egoísmo
de tantos años ofreciéndole este nuevo dolor.
Te
cuento esta historia porque no basta con reconocer la existencia de Dios. Hay
que acercarse a Él. De lo contrario, puede sucedernos como a ese médico que sabía
que su mujer "estaba ahí", pero no había aprendido a quererla ni a
tener con ella un trato verdaderamente personal. El único "problema"
es que cuando uno procura tratar personalmente a Dios Él... ¡te
"complica" la vida! (en el sentido de que te hace descubrir muchas
cosas en las que debes rectificar, vencer tu comodidad...). Sin embargo te
aseguro que no cambio la felicidad que se tiene entonces por la comodidad de
antes.
Bueno, me despido. Pero antes te
diré que en estos días de vacaciones -pienso estar tres semanas en una casita
en el campo en Jaén- me acordaré de rezar por mi amigo N. (es decir, que serás
"tema de conversación" en esos ratos de diálogo). Puedes tomarte esto
como una "chaladura" más de este "biólogo con aires propios de
un hombre medieval". O bien -me parecería mejor- como una muestra de
aprecio personal.
Cuídate
mucho, espero que puedas descansar este verano (¿te tomas vacaciones?) Disculpa
que me haya enrollado tanto (cuando termine te escribiré en el encabezamiento
el consejo de que imprimas la carta porque puede hacérsete muy pesada en la
pantalla... ¡aunque también en el papel!... ¡jajaja!) Disculpa los errores en
la redacción (ya te he dicho que ando mal de tiempo: ayer y hoy he enviado a
mucha gente el correo que recibiste, y que redacté "del tirón"
anteayer antes del partido de España, ¿lo viste? ¡Oé, oé, oé!...) Pero no he
podido releerla después de escribir. Tan mal de tiempo que ni siquiera he
podido "escribir" la historia de "La Ciudadela" que te he
contado, y he recurrido a un "corta/pega" porque ya la tenía en otro
sitio.
Un
fortísimo abrazo.
Fernando del Castillo del Castillo