Hombres y mujeres que saben amar

 

       Cuestión de amor...

 

En la conversación que aquel profesor mantuvo con un muchacho de unos 15 años, trataron acerca de muchos temas: estudios, amigos, ilusiones... Al hablar de la virtud de la pureza, el muchacho afirmó tajantemente:

-Yo no tengo problemas con este asunto.

-(Quizá sea un caso de pubertad retrasada, o puede que no, sino que hasta ahora tampoco haya tenido especiales dificultades, pero por si acaso...). Mira, si surge algún problema o pasas por un mal momento: procura no estar ocioso nunca, sé sacrificado, frecuenta los sacramentos, acude a la Virgen cuando venga la tentación...

-Todo eso me parece bien, pero yo tengo otro sistema.

-¿Sí? Explícamelo.

-Hasta hace un año y pico, no vivía esa virtud... Pero me eché novia formal y, la quiero tanto... que cuando estoy con ella pienso: "tengo que respetarla"; y cuando no estoy con ella y me asalta una tentación, enseguida me acuerdo de ella: "¡tengo que serle fiel!"

 

            Efectivamente es el amor el único motivo para vivir la virtud de la castidad, la pureza. Cuando falta el amor, otros motivos como la justicia, el temor a contraer una enfermedad, la honra... sólo nos permitirán vivir la decencia, pero no la pureza porque la castidad es cuestión de amor. Por eso prevengo a quien empiece a leer estas líneas sin ser una persona enamorada: no llegará a entenderlas hasta que se decida a amar, a salir de su egoísmo, a entregarse...

 

            El sentido de la sexualidad

 

            Todos los hombres y mujeres somos personas (Boecio definía persona como individua substantia rationalis naturae, sustancia individual de naturaleza racional). Somos individuos racionales.

 

            Individuo es cualquier ser vivo. Todo ser vivo posee una unidad especial debido al principio de vida que llamamos alma. Todos -animales, vegetales, bacterias...- nos relacionamos con nuestro entorno mediante la nutrición: incorporando a nuestro cuerpo átomos y moléculas que dejan de ser extraños y pasan a formar parte de nuestro ser, a la vez que eliminamos otras partículas...

 

            Personas son sólo los individuos cuyo principio de vida es un alma espiritual. Gracias a esto, cada hombre es libre, responsable y protagonista de su historia personal...

 

            Como animal, el hombre tiene apetitos que lo inclinan naturalmente hacia bienes por los que se siente atraído. Esos apetitos son buenos porque le facilitan acceder a lo que le conviene.

 

            Así, el apetito hacia los alimentos es bueno porque asegura que el hombre busque la nutrición necesaria.

 

            De igual forma, el apetito sexual por el que le atraen las personas de otro sexo favorece la generación de nuevas vidas (la procreación humana).

 

            Ambos apetitos existen en otros animales. Y el placer que produce en el hombre la satisfacción de esos apetitos es bueno. Pero como el hombre es libre -persona- puede hacer uso de su inteligencia para buscar el placer al margen de la finalidad propia de esos apetitos... y entonces se vuelve egoísta:

 

            ...Así sucede con quien come y vomita con objeto de seguir sintiendo el placer de comer...

 

            ...Y así sucede cuando una persona busca el placer sexual en la masturbación... o en relaciones con personas del mismo sexo... Pero también en las relaciones sexuales con personas de distinto sexo cuando el otro es sólo “algo” apetecido y no “alguien” amado...

 

            Porque el término del apetito que nos inclina hacia los alimentos es “algo” (que yo deseo sólo de forma egoísta: porque lo necesito, porque me apetece). Pero el término del apetito sexual no es “algo” sino “alguien”. Por eso no puedo desear a otra persona de forma egoísta, porque es “alguien” quien me atrae. Y por eso toda relación sexual auténticamente humana debe ser una  relación personal.

 

            La unión corporal entre el hombre y la mujer es manifestación de un amor y una entrega que preexisten a esa unión.

 

            Por esta razón, las relaciones sexuales antes del matrimonio son en realidad una manifestación “hipócrita” (ya que la entrega personal -también del cuerpo- es todavía sólo un proyecto durante el noviazgo). Igual que sería no hipócrita pero sí "fuera de lugar" saludar con un abrazo a alguien que acaban de presentarme por la calle, pues todavía no conozco bien a esa persona ni he tenido tiempo de cultivar con ella el afecto propio de la amistad.

 

            Durante el noviazgo debe profundizarse en el conocimiento del alma del otro: requiere tiempo. Se orienta hacia una posible entrega al otro, pero deben evitarse manifestaciones de afecto propias de una entrega total que todavía no existe en acto. La pureza es fruto del respeto al otro y manifestación del amor que existe entre ambos, amor que así crece. De esta forma, ninguno de los dos se siente utilizado (tampoco de mutuo acuerdo, como ocurre a menudo en las relaciones prematrimoniales). No puedo olvidar aquella conversación con un buen amigo al que aconsejé dejar de tener relaciones sexuales con su novia: -“Es que dudo que ella lo entienda y quiera seguir conmigo si le propongo esto” (¿Cómo evitar en esos casos, aunque haya mutuo acuerdo, la sensación de sentirse más utilizado que amado?)

 

            Por eso, si pasado un tiempo los novios descubren que su proyecto no tiene futuro, el noviazgo se deshace de forma menos traumática. Y si llegan al matrimonio, continúa el diálogo, el amor de entrega y la pureza que ya se daban durante el noviazgo (aunque las manifestaciones sean diferentes por existir ya una entrega personal real -y no sólo un proyecto de entrega- en el matrimonio).

 

            Sé que esta afirmación es políticamente incorrecta (como tantas otras que he hecho), pero me atrevo a decir -después de observar lo que sucede a mi alrededor- que en muchos sitios aumenta el número de fracasos matrimoniales debido a los noviazgos mal vividos: en los que se han mantenido relaciones prematrimoniales, pero los novios no han llegado a conocer cada uno a fondo el alma del otro.

 

            Matrimonio

 

            Cuando un hombre y una mujer se casan se establece entre ambos un vínculo libre, ante testigos cualificados y ante Dios, con carta de naturaleza. ¿Qué significa esto? Un ejemplo servirá par entenderlo: cuando una madre engendra a un hijo, pasado el tiempo puede renegar de él, o él de ella, incluso puede darse la situación extrema de que la autoridad legítima retire a su madre la patria potestad... Sin embargo, nunca podrá dejar de ser realmente madre de ese hijo (ni el hijo dejará de tener esa filiación respecto de su madre). Pues la relación que se establece entre el hombre y la mujer que contraen matrimonio válido es más fuerte aún que la relación materno-filial (eso es así aunque algún papel pueda decir que se ha disuelto el matrimonio por divorcio, igual que la justicia puede quitar la patria potestad de una madre sobre su hijo pero nunca conseguirá que el hijo deje de ser realmente hijo de esa madre).

 

            El matrimonio es único (de uno con una) porque un hombre no puede entregarse plenamente en su cuerpo a una mujer y “simultanear” esa entrega plena con otras.

 

            El matrimonio es indisoluble (para siempre o, como también se dice, hasta que la muerte los separe): porque hace del hombre y la mujer una sola carne (en palabras de la Biblia) y da a esa unión entre ambos carta de naturaleza. Por esta razón el divorcio no es real (se trata sólo de una ficción jurídica): mientras viva la mujer con la que un hombre se ha casado válidamente, si éste ofrece su intimidad corporal a otra está traficando con algo que no le pertenece. Y lo mismo sucede cuando la mujer válidamente casada se une a otro hombre en vida de su marido.

 

            Otra cosa es la nulidad matrimonial: no se anula el matrimonio (sería imposible que ninguna autoridad en la Tierra -tampoco eclesiástica- hiciese esto) sino que se declara que, por algún defecto -falta de libertad, incapacidad por parte de algún contrayente...- nunca hubo matrimonio: en ese caso puede remediarse el defecto o puede declararse la nulidad.

 

            Si la convivencia pacífica entre los cónyuges resultase muy difícil puede darse la separación (a veces es medicina temporal para recuperar el matrimonio enfermo, otras veces es disposición estable), pero los cónyuges siguen casados y -por tanto- incapaces de contraer verdadero matrimonio mientras viva el otro. La separación sería como ese quitar la patria potestad de que hablábamos al principio...

 

            Cuidar la vida matrimonial

 

            Hemos dicho que el vínculo matrimonial y, por tanto, el matrimonio son estables. Pero somos débiles. Por eso hay que seguir “enamorando” a la mujer cada día, como cuando éramos novios, hasta que cumplamos... ¡120 años!

 

            De la mujer ya dice el refrán: «La mujer compuesta saca al hombre de otra puerta». Sin embargo, también nosotros debemos cuidar el aspecto que tenemos. Igual que hacíamos durante el noviazgo. Lo de que «el hombre, como el oso, cuanto más feo... ¡más hermoso!» no deja de ser una burda excusa para nuestros descuidos. Recordemos que, cuando un hombre se ha casado, el efecto de llevar las chanclas y el pantalón de pijama todo el día en casa... no es diferente al de la mujer que va siempre con el batín y los rulos...

 

            La sexualidad en el matrimonio

 

            Hemos dicho que la unión corporal del hombre y la mujer ya casados forma parte de una relación personal. El diálogo entre dos personas es otra forma de relación personal (por la que dos personas abren entre sí la intimidad de su alma). Pero cuando debo modificar (o condicionar) esencialmente el “diálogo” con alguien (por ejemplo, poniendo la condición de no tratar temas que son importantes en la vida de esa persona), puedo tener la seguridad de que habrá palabras -sólo palabras- pero no diálogo personal en nuestra conversación (ya que habremos puesto trabas esenciales para la apertura del alma).

 

            De forma semejante, cuando los cónyuges deciden modificarse físicamente para alterar el resultado de la unión conyugal: mediante anticonceptivos, preservativos o cualquier tipo de esterilización estable (vasectomía, ligadura de trompas...); entonces habrá sexualidad -sólo sexualidad- pero no una relación personal. Porque en esos casos no se ama a la otra persona (alguien) sino sólo algunos aspectos de ella (algo).

 

            El hombre y la mujer en esos casos se “utilizan” mutuamente. Se da un amor “egoísta”, aunque haya mutuo acuerdo. Y podemos decir se está apuñalando por la espalda al verdadero amor de entrega, al amor personal.

 

            Los métodos naturales

 

            Los hijos son un bien (y un regalo) dentro del matrimonio.

 

            Cuando los cónyuges juzgan conveniente retrasar el nacimiento de un nuevo hijo por motivos graves (económicos, médicos, psicológicos, etc.) pueden tomar la decisión de hacer uso del matrimonio sólo en los periodos en los que la mujer no es fecunda. Decimos que son “métodos naturales” porque respetan en todo momento la estructura corporal del hombre y de la mujer y sus ritmos de fecundidad e infecundidad.

 

            Hay quienes se plantean que en esos casos también se da un amor de egoísmo. No es así. Si lo fuera, también serían egoístas cada vez que hacen uso del matrimonio en un periodo de infecundidad de la mujer los cónyuges que se unen tanto en periodos de fecundidad como en los de infecundidad; o quienes realizan el acto conyugal tras la menopausia femenina. Sin embargo, está claro que semejante afirmación sería contraria al sentido común.

 

            Pero el recurso a esos métodos naturales no sería lícito cuando es el egoísmo la razón por la que se hace uso del matrimonio sólo en periodos de infecundidad: cuando se desea evitar los hijos por simple comodidad. En estos casos sería el egoísmo lo que haría malo un acto que en sí es bueno (igual que sería moralmente malo hacer algo bueno en sí pero con una intención hipócrita).

 

            Aparte de esto, hay que tener en cuenta que esos métodos naturales se utilizan también para tener hijos los matrimonios con dificultades: éstos deciden entonces unirse los días en los que es más probable que haya fecundación.

 

            Otros detalles de pureza

 

            Es importante recordar lo que decíamos al principio: la razón de la castidad o pureza no es otra que el amor. A continuación vamos a enumerar algunos detalles que pueden ayudarnos a mejorar (a crecer) en esta virtud. Sin embargo, sólo quien descubra el amor como fundamento de la pureza se ilusionará con cuidar estos detalles. Quien no reconozca la castidad como una virtud propia de enamorados, sólo apreciará en estos detalles “manías” que incluso pueden sobrecargar la conciencia con nuevas “obligaciones”:

 

                        - Controlar la curiosidad (no estar pendientes de las conversaciones de otros en medios de transporte público o por la calle; evitar las noticias de “cotilleos”; no andar mirando todo lo que se cruce delante de nuestros ojos cuando vamos por la calle).

 

                        - Cuidar la imaginación (con enorme sentido común, Santa Teresa de Jesús se refería a la imaginación como “la loca de la casa”)

 

                        - No “engañarnos” y evitar el diálogo con la tentación: como cuando decimos –“¡Qué vergüenza!” ante unas imágenes que aparecen por televisión... pero seguimos con la tele encendida y nosotros mirándola...

 

                        - Cuidar los detalles de pudor y de modestia. Sin ñoñerías, pero con delicadeza. Porque no es necesario hacer “alardes” de nada... Hay que dejarse de “falsas naturalidades” (como aquel que dice: -“¡Si todos somos hombres!...” mientras se pasea completamente desnudo dentro del vestuario al salir de ducharse). Lo natural es el pudor: cubrir la desnudez ante la mirada de otros.

 

                        - Ser delicados en las conversaciones. Y tener la fortaleza de cortar cuando otros sacan en la conversación cuestiones que nos hacen sentir incómodos. Es lo que hizo aquel estudiante universitario. A un profesor suyo, de Literatura, le gustaba sacar en sus clases cuestiones más o menos eróticas o “subidas de tono”. Un día, después de explicar la estructura de una décima o espinela y de recitar algunos versos de temática muy sensual, animó a que algún alumno recitase otra décima. Y este muchacho no lo dudo, se puso de pie y empezó:

 

                                   Bendita sea tu pureza

                    y eternamente lo sea

                    pues todo un Dios se recrea

                    en tan graciosa belleza.

                    A ti, celestial princesa,

                    Virgen Sagrada María,

                    yo te ofrezco en este día

                    alma, vida y corazón.

                    Mírame con compasión

                    No me dejes, Madre mía.

 

                        Enseguida el profesor cambió la “temática” de los versos y de los ejemplos. Y al terminar la clase llamó al alumno y le pidió perdón.

 

                        - Educar con fortaleza a los hijos y a las hijas. Como le gustaba decir a San Josemaría con un enorme sentido del humor ante ciertas modas que atentan contra la dignidad de la mujer: algunas chicas creen que por ir “vestidas” de forma provocativa (en realidad van desvestidas), piensan que van a “pescar” novio, y... ¡lo único que “pescan” es un buen resfriado! (aparte de caer en la indignidad y poner en peligro sus almas y las de quienes se acercan a ellas). Realmente es penoso ver a algunas personas que más que personas parecen el escaparate de una carnicería: enseñando muslos, pechuga, “paletilla”...

 

                        - Escarmentar en cabeza ajena (si es que no hemos escarmentado ya en cabeza propia): huir de las ocasiones, desconfiar de nuestras propias fuerzas. Un hombre o una mujer casados deber ser prudentes en el trato con personas de otro sexo: conscientes de que su corazón (¡no sólo la sexualidad sino su afecto!) pertenece ya a otra persona. Porque el corazón, si no lo guardamos bien, es muy traicionero...

 

                        - Rezar antes de acostarnos por la noche 3 avemarías pidiendo a la Virgen la virtud de la pureza.

 

                        - Acudir a la Virgen cuando nos veamos con pocas fuerzas para combatir las tentaciones (ver la Historia con moraleja “¿Sólo?... ¡ya sé que no puedes!”)

 

- Recibir frecuentemente el sacramento de la penitencia: confesarnos más a menudo cuando nos sentimos débiles, sin esperar a tener caídas "aparatosas" para hacerlo: la gracia del sacramento nos ayudará a evitar muchas de esas caídas.

 

                                                                       Fernando del Castillo del Castillo

                                        Marbella, mayo de 2008