Me duele España…

(carta de un conocido a un amigo militar)

 

9 de enero de 2006

            Querido amigo:

 

            Como hemos hablado en alguna ocasión, me gustaría visitar el campamento de la Legión con mis alumnos (…)

 

            La carta es informal. Pero te la envío por fax para que puedas tenerla delante (…) estamos muy ilusionados.

 

            Ya que la carta es informal (y hay confianza), voy a adentrarme en “terreno pantanoso”. Como no soy militar, haré en alto unas reflexiones que tú no puedes hacer sino entre amigos. Así que las incluyo en el fax (y me da igual que las lea quien las lea: yo sí puedo hacer estos comentarios a voz en grito). Me refiero al caso “MENA”. Quizá haya sido inadecuado el lugar y el momento de decir lo que dijo (yo, personalmente, sólo juzgo inadecuado que eclipsase el discurso del Rey en la Pascua Militar, ya que no hizo más que defender la Constitución vigente y el papel que corresponde al Ejército -sin amenazas de ningún tipo- en la defensa de la unidad de España). Pero el fondo y el contenido del mensaje lo comparto al cien por cien (y me atrevo a decir -aunque vosotros sólo podáis decirlo sottovoce: en voz baja- que ese pensamiento es compartido por la mayoría de quienes formáis el Tercio (…). Pienso que los tres puntos a los que se refería el Teniente General: lengua, justicia y nación, tal y como aparecen recogidos en el proyecto del Estatuto de Cataluña, ponen en entredicho la unidad del Estado y la del Ejército (que debe ser además garante de aquella unidad).

 

            Sinceramente: si yo hubiese estado en el “pellejo” de General -a poca distancia de mi jubilación, después de muchos años de servicio en el Ejército-, pienso que tampoco habría desaprovechado la ocasión de decir esto (y de decirlo con la moderación y respeto con que él lo dijo). Y eso, a pesar de que pudiese eclipsar el mensaje de Su Majestad el Rey (sabes bien que soy más monárquico que Ansón, por lo que puedes calibrar el alcance de lo que afirmo). Pienso que es cuestión de tener o no ideales.

 

            Sin embargo, ya te he comentado en otra ocasión que no es esto lo que más me preocupa de los sinsentidos que está poniendo en marcha el Ejecutivo de España. Me preocupa más aún que pueda calar entre la gente la aparente “normalidad” de leyes y de situaciones que atentan contra la vida de los no nacidos y de los embriones humanos, contra el derecho de los padres a ser los rectores de la educación que reciben sus hijos (educación en general y educación religiosa en particular), contra la institución familiar (equiparando las uniones homosexuales con el matrimonio), etc.

 

            Algunas de esas decisiones no tienen un efecto negativo inmediato -aunque sí a medio y largo plazo- sobre la economía y sobre el orden social. Y por eso muchos las ven como “opciones aceptables”. De ahí lo que te he dicho al afirmar que hay que ganar la opinión pública dando formación a todos:

 

            ¿Cómo podemos admitir que uno de cada cinco embarazos en España termine en aborto provocado, y que éste sea la principal causa de muerte en nuestro país en el año 2004? ¿Cómo es posible que se haga compatible esto con el recurso a la fecundación “in vitro” para matrimonios con dificultades, sabiendo las decenas de miles de embriones “sobrantes” -sobrantes porque no les cayó en suerte ser implantados en el útero materno- que permanecen congelados en su particular “corredor de la muerte” como consecuencia de esa práctica de fecundación?

 

            ¿A quién se le ocurre pensar que es discriminatorio no equiparar las uniones homosexuales con el matrimonio, cuando sólo de éste pueden venir hijos que aseguren el futuro de la Sociedad?

 

            ¿Por qué permanecemos “de brazos cruzados” cuando un politiquillo del tres al cuarto afirma que el derecho a decidir sobre la educación de los hijos corresponde al Estado y no a los padres? ¿Y se nos “encoje el ombligo” cuando debemos defender el derecho a que los hijos reciban formación religiosa en la escuela, dentro del horario escolar y en igualdad de condiciones con las demás asignaturas, mientras que nuestros gobernantes se inventan una “Educación para la Ciudadanía” que nadie había reclamado y que permite que el Estado -el Gobierno de turno- adoctrine a los alumnos sin tener en cuenta el modo de pensar de sus padres?... ¡Y pedimos “con la boca chica” que la Religión sea una asignatura evaluable!... (¿han pensado nuestros gobernantes en el desorden que habría en una clase de Lengua o de Matemáticas, si el profesor no tuviese la capacidad de evaluar a sus alumnos?) Y nos da apuro impedir que promocione un alumno sin preparar… ¡vaya a ser que se “traumatice”! (no creo que en nuestros tiempos hubiese más traumas -al contrario: menos- por los estudios; sin embargo había más autoridad y respeto).

 

            Están experimentando con todo y los experimentos… ¡deben hacerse sólo con la gaseosa! (y no con bebidas nobles).

 

            Bueno, Miguel, termino, ¡que se me está calentando la boca!... Ya seguiremos hablando de estas cosas cuando quieras mientras nos tomamos algo (entonces tampoco tú tendrás que “medir” tus palabras al decir lo que piensas, por tratarse de una conversación privada): este fin de semana o el siguiente (…). Pero insisto en que también tú y todos los mandos del cuartel debéis dar la batalla de la formación con quienes os están encomendados: todos somos educadores. Porque esa laxitud en la conciencia de tantos jóvenes que están consiguiendo quienes nos desgobiernan es el mayor daño que estamos sufriendo: y cuesta mucho esfuerzo reeducar la conciencia de alguien cuando se ha deformado en el sentido de hacer siempre lo que le resulta más cómodo.

 

            Un abrazo enorme (no legionario pero sí fuerte).

 

                                                                                                          Fernando