LIBERTAD
Y RESPONSABILIDAD PERSONAL
Esta
mañana me he levantado... y he hecho mi cama. Podía no haberla hecho, pero el caso
es que sí. Y al considerar eso, me siento satisfecho.
Después he estado con un grupo de
compañeros y he aprovechado la oportunidad de llamar
a uno por cierto mote que sé positivamente que le molesta, aunque podía haberme
callado. Con mi comentario he provocado la risa de los demás.
Sin embargo, cuando pienso en mi comportamiento, siento
desasosiego, intranquilidad.
A lo largo de mi vida, compruebo
que soy yo quien decide mi modo de actuar, y además me
juzgo, de forma que noto en mi interior satisfacción o intranquilidad después
de haber actuado: soy libre y soy responsable.
La capacidad de conocer inteligentemente (no sólo de sentir),
la capacidad de amar (no sólo de desear), y la de tomar
decisiones y cumplirlas (no sólo de obrar instintivamente como otros
animales), se deben a que soy algo más que un cuerpo, y que un cuerpo vivo: soy
un individuo
formado por un cuerpo y un alma espiritual, soy una persona humana. He sido hecho a imagen y semejanza de Dios.
Soy libre porque soy espiritual. Al ser espiritual, mi alma es
inmortal. Sin embargo, no existo desde siempre. Cuando
comencé a existir, recibí el cuerpo de mis padres, pero... ¿y el alma espiritual?
Fue creada por Dios. Y Él mismo me dio unas normas de comportamiento para alcanzar
la felicidad.
Por eso debo procurar conocer a Dios: estudiando lo que El nos
ha revelado y la Iglesia nos enseña; buscándolo a través de las cosas y las
personas que me rodean; hablando con Él en la
oración (igual que hablan entre sí los que se quieren, para que crezca su
amistad); dirigiéndome a Él con la confianza con que un
hijo se dirige a su padre (un buen hijo a un buen Padre).
Debo
procurar conocer la naturaleza humana -mi naturaleza-, el hombre.
Debo
procurar conocerme: examinando mi conciencia con sinceridad, e intentando descubrir
-con valentía- qué me pide Dios en cada momento.
Fernando del Castillo del Castillo