No es la
primera vez, ni será la última, que hable el Papa sobre algún aspecto referido
al matrimonio y algunos interpreten sus palabras de forma parcial y, por tanto,
no veraz. En este caso se trata de la paternidad responsable: objeto de
polémica en su discurso, durante su reciente viaje por tierras de África.
Cuando Juan Pablo II se refiere a la paternidad responsable no está pidiendo,
ni mucho menos, que los esposos corten las alas de su amor y tengan menos
hijos. Tampoco recurriendo a los métodos naturales de control de la natalidad
(únicos que la ley moral natural juzga lícitos en determinadas circunstancias):
reducir su discurso a este aspecto es perder de vista el contenido global que
tiene.
Me contaban que
en cierta ocasión entrevistaron a la Madre Teresa de Calcuta, y al preguntarle
acerca de la paternidad responsable, ella contestó con una verdad de perogrullo que, sin embargo, parece hoy oscura para muchos:
para que una paternidad sea responsable debe empezar por ser paternidad.
Resulta curioso
comprobar que donde más abundan las interpretaciones unilaterales de paternidad
responsable como control negativo de la natalidad, sea precisamente entre
personas o sociedades acomodadas que se caracterizan por un progresivo envejecimiento
poblacional.
La paternidad
responsable se traduce en una decisión responsable de tener, mantener y educar
los hijos que una familia pueda según sus circunstancias. En algún caso las
circunstancias físicas ‑de esterilidad, por ejemplo‑ pueden impedir
el crecimiento de una familia, aunque siempre existe el recurso de la adopción
En otras circunstancias graves ‑físicas, psíquicas o de otra índole‑
puede ser conveniente ‑y una actitud, por tanto, responsable‑
dilatar la concepción de un nuevo hijo haciendo uso del matrimonio sólo en los
períodos infecundos de la mujer. Pero reducir la paternidad responsable a esto,
sin tratar el caso corriente de las personas que pueden y por eso deciden tener
más hijos -los que vengan en el
desarrollo ordinario de su vida matrimonial-, me parece una falta de verdad..
Al hablar de
este tema o al interpretar las palabras del Romano Pontífice sobre el mismo,
hay que explicarlo en toda su amplitud. Y, precisamente en los países
desarrollados donde surgen tantas interpretaciones negativas de esa
responsabilidad, habría que insistir con frecuencia en la obligación moral de
tener más hijos ‑dentro del matrimonio y haciendo uso del mismo, claro
está‑ si no hay imposibilidad física o impedimentos graves que aconsejen
lo contrario (y no es grave que haya que apretarse más el cinturón, que haya
que sacrificarse un poco). La escasez de iniciativas en este terreno ha llevado
a un envejecimiento preocupante de los países occidentales, hasta el punto de
que, por ejemplo, en la CEE sólo Irlanda tiene un índice de fecundidad que
asegure el relevo generacional.
Para terminar,
cabría recordar a algunas demógrafos agoreros o
cenizos que si se informa y se educa a la gente en esa responsabilidad ‑y
no en el egoísmo con un ligero "barniz" de responsabilidad‑,
parece difícil que la suma de muchas decisiones responsables dé como resultado
un crecimiento irresponsable de la población. (Ver: "OCHO FALSOS TÓPICOS SOBRE EL HAMBRE EN EL MUNDO")