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12. EL ABORTO Introducción ¿Qué es el aborto?:
"expulsión del feto del útero materno cuando aún no es viable". De
esta forma, el niño nace muerto, o vivo pero ya a punto de morir. Desde el punto de vista ético,
debemos distinguir: el aborto espontáneo, que no depende del tiempo de
gestación, aunque normalmente se produce más en los primeros meses del
embarazo, y puede llegar por alteraciones hormonales, nerviosas, etc. de la mujer,
o por accidentes; y el aborto provocado, con una intervención que
busca, positivamente, la muerte del hijo que se desarrolla dentro de la
mujer. La fecundación tiene lugar en las
trompas de Falopio por la unión del espermatozoide del varón con el óvulo de
la mujer. Cuando se produce, las fases de desarrollo del nuevo individuo son:
cigoto (una célula), mórula (varias células en forma de mora),
blastocisto, embrión (aunque embrión se denomina desde la fase de cigoto
hasta el feto), feto, niño, adolescente, joven, adulto, anciano. El único
cambio esencial es la fecundación: las fases siguientes a la de cigoto son
las etapas sucesivas de su desarrollo. Que el embrión es un ser humano
resulta evidente: si realizásemos un cariotipo de sus células veríamos que
son células humanas. Que no se trata de una parte del cuerpo de la madre
también es evidente, pues su patrimonio genético es distinto al de la madre
(cuyas células somáticas poseen, todas, la misma información genética: la que
tenía cuando estaba constituida por una sola célula, en su fase de cigoto). Como ya hemos estudiado en otros
temas, resulta imposible sostener que un individuo sea un ser humano y no una
persona humana, aunque no se manifiesten la inteligencia y la voluntad:
tampoco un recién nacido puede actuar libremente y es persona humana. Métodos abortivos según el periodo
de gestación Píldora RU-486 ─Se utiliza antes de la 6ª
semana de embarazo. ─Consiste en un compuesto
hormonal que imposibilita el desarrollo de la placenta, por lo que el hijo no
puede alimentarse y muere. ─Después del aborto se suele
practicar un legrado para eliminar los restos del hijo. Aspiración ─Este método abortivo se
practica hasta la 10ª y la 12ª semana. ─Se dilata el cuello uterino
y posteriormente se introduce un tubo por el que se aspira el embrión
troceado. ─Después del aborto también
se suele practicar un legrado. Legrado ─Aborto hasta la 12ª o 16ª
semana de embarazo. ─Consiste en dilatar el
cuello uterino e introducir luego una legra (especie de cuchara con bordes
afilados) que trocea el embrión. Minicesárea ─Cuando el aborto se realiza
a partir de la 16ª semana de embarazo. ─Se practica una cesárea
─un corte en el abdomen de la madre─ y se extrae el niño cuando
todavía no es viable. Inyección intraamniótica ─Aborto a partir de los 4
meses. ─Se inyecta una solución
hipersalina o de urea en el útero, de forma que se inducen contracciones
uterinas similares a las del parto. El niño normalmente sale vivo pero
inviable. A veces son viables: en ese caso, se les deja morir. ─Después se suele practicar
un legrado. Inducción de contracciones por
hormonas ─Se inducen contracciones semejantes
a las de un parto, por administración de hormonas
(prostaglandinas, oxitocina). ─Como consecuencia es
expulsado el feto y la placenta. ─El niño puede salir muerto
(por asfixia en el interior de la madre) o vivo. El increíble
“Pulgarcito” En contraste con los cruentos
métodos para abortar, según el desarrollo del feto, podemos estudiar el
maravilloso desarrollo del ser humano desde su concepción, al hilo de las
palabras pronunciadas por el científico francés Jéromê Lejeune en una comunicación titulada
“el comienzo del ser humano”, que presentó el 1 de octubre de 1973 ante la
Academia de Ciencias Morales y Políticas de Francia, de la que era miembro.
El profesor Lejeune, catedrático de Genética Fundamental en la
Universidad de la Sorbona, está considerado como el fundador de la
citogenética clínica. Verificó que el síndrome de Down es resultado de
una alteración en el cariotipo humano: presencia por triplicado (o trisomía)
de un cromosoma 21. Firme defensor de la vida humana y de la dignidad de la
profesión médica fue fundador y presidente de la sociedad “Laissez
les vivre”. Falleció en Paris el 3 de abril de 1994: “La transmisión de la vida es muy paradójica.
Sabemos con certeza que el lazo que une padres e hijos es siempre material,
puesto que es del encuentro de dos células, el óvulo de la madre y el
espermatozoide del padre, de donde saldrá el nuevo ser. “Pero también sabemos con la misma certeza que
ninguna molécula, ningún átomo constitutivos de la célula original tiene
la menor oportunidad de ser transmitida tal cual a la generación siguiente.
Evidentemente lo que se transmite no es la materia, sino una modificación de
esta o más exactamente una forma [...] “Ciertamente la reproducción de seres vivos es
infinitamente más delicada que la de una forma inanimada, pero procede del
mismo modo, como se verá con un ejemplo familiar. “Sobre la cinta de un magnetofón es
posible inscribir, por minúsculas modificaciones locales magnéticas una serie
de señales que correspondan, por ejemplo, a la ejecución de una sinfonía. “Tal cinta, instalada en un aparato en marcha,
reproducirá la sinfonía, aunque ni el magnetofón, ni la cinta contengan
instrumentos o partituras. “Algo así ocurre con la vida. La banda de registro
es increíblemente tenue, pues está representada por la molécula de ADN
cuya miniaturización confunde al entendimiento [...] “Esta primera
célula que se divide activamente, este primer conjunto en incesante
organización, esta pequeña mórula que va a alojarse a la pared uterina,
¿es ya un ser humano distinto de su madre? No solamente su individualidad
genética está perfectamente establecida, como hemos visto ya, sino que ─cosa
casi increíble─ el minúsculo embrión al sexto o séptimo día de su vida,
con nada más que un milímetro y medio de longitud es ya capaz de presidir su
propio destino. Es él y solo él quien
por un mensaje químico estimula el funcionamiento del cuerpo amarillo del
ovario y suspende el ciclo menstrual de la madre. Obliga así a su madre a
mantenerle su protección; ya hace de ella lo que quiere y Dios sabe que no
dejará de hacerlo en el futuro. “A los quince días de retraso de la regla, es decir
a la edad real de un mes puesto que la fecundación no puede tener lugar sino
el decimoquinto día del ciclo, el ser humano mide cuatro milímetros y medio.
Su corazón minúsculo late ya desde hace una semana. Sus brazos, sus piernas,
su cabeza, su cerebro están esbozados. “A los sesenta días, es decir, a los dos meses de
edad, o un mes y medio tras el retraso de la regla, mide alrededor de tres
centímetros de la cabeza a las posaderas. Cabría, plegado, en una cáscara de
nuez. Dentro de una mano cerrada sería invisible y ese puño cerrado lo
aplastaría por inadvertencia sin darse cuenta de ello. Pero abrid la mano y
vedlo casi acabado: manos, pies, cabeza, órganos, cerebro. Todo está en su
sitio y solo tiene que
desarrollarse. Miradlo más de cerca: se podría leer incluso en la palma de su
mano y echarle la buenaventura. Contempladlo más cerca aún; con un microscopio
ordinario, y distinguiréis sus huellas digitales. Está todo lo necesario para
hacer su carnet de identidad. El sexo parece aún mal definido, pero
fijémonos de cerca en la glándula genital: ha evolucionado ya como un
testículo si es un muchacho o como un ovario si es una niña. “El increíble Pulgarcito, el hombre más pequeño que
el dedo pulgar, existe realmente: no el de la leyenda, sino el que cada uno
de nosotros hemos sido. “Pero, ¿funciona ya el sistema nervioso a los dos
meses? Desde luego: si se le roza el labio superior con un cabello mueve los
brazos, el cuerpo y la cabeza en un movimiento de huida. “A los tres meses cuando un cabello toca su labio
superior vuelve la cabeza, bizquea, frunce las cejas, cierra los puños,
aprieta los labios, después sonríe, abre la boca y se consuela tomando un
trago de líquido amniótico. A veces nada vigorosamente a braza en su globo
amniótico y da la vuelta en un segundo. “A los cuatro meses se agita tan vivamente que su
madre nota los movimientos. Gracias a la casi falta de peso de su cápsula de
astronauta da numerosas volteretas, hazaña que le costará años volver a
realizar al aire libre. “A los cinco meses agarra firmemente el bastoncillo
que se pone en su mano y comienza a chuparse el dedo esperando su liberación. “Es verdad que la mayor parte de los niños no nacen
hasta los nueve meses. Pero el más precoz de ellos, que se haya
desarrollado luego perfectamente, no tenía más que cinco meses de edad real
en el momento de abandonar el abrigo materno. “La ciencia nos descubre cada día un poco más las
maravillas de la existencia escondida, este mundo hormigueante de vida de los
hombres minúsculos, más maravilloso aún que el de los cuentos de hadas.
Porque los cuentos fueron inventados sobre esa historia verdadera, y si las
aventuras de Pulgarcito han encantado siempre a los niños es porque todos los
niños, todos los adultos en que se han convertido, fueron un día Pulgarcito
en el seno de su madre. Así se hacía la educación sexual antiguamente [...] “¿Cuánto tiempo para hacer un hombre? Napoleón decía
que eran necesarios veinte años. Toda una vida, diría un filósofo..., y
después la eternidad, añade el creyente, coincidiendo así casi con el
instante del biólogo. Por el camino largo de la paciente observación, el
médico redescubre una verdad evidente que el lenguaje común ha reconocido
siempre. El hombre no está terminado jamás. “¿Terminado el Pulgarcito que llega a ser un bebé?
¿Terminado el escolar que llega a ser adulto? Y el mismo adulto, ¿estará concluido
mientras persista en él el devenir que le es propio? “Decir que un hombre está acabado, ¿no es la más
grave condena? Y si recibe el golpe de gracia, ¿no se afirma que se le ha rematado?
[...] “En el coma profundo o bajo anestesia general el
accidentado no piensa. Está inerte, insensible y sin entendimiento. ¿Por qué,
en esta ausencia de toda actividad mental continuamos considerando sagrada su
vida? Porque esperamos que despierte. Pretender que el sueño de la existencia
oscura no es el sueño de un hombre es un error de método. Porque si todos los
razonamientos no lograran conmover, si se considerara insuficiente toda la
biología moderna, si se rechazaran incluso átomos y moléculas, si todo eso no
pudiera convencerles, un solo hecho lo conseguiría. Esperen un tiempo, aquel
que se considera una mórula informe nos dirá algún día que era y
llega a ser, como nosotros, un hombre. Y la experiencia lo prueba. No
ocurriría nada igual si nosotros hubiéramos predicho tal acontecimiento a
propósito de un tumor o incluso de un chimpancé”. Efectos psicológicos: el síndrome postaborto Testimonio
de un joven en 2002: Carlos vivió una de las 77.125
trágicas historias que en el año 2002 volvieron a elevar la cifra de abortos
practicados en España. Carlos es universitario. Conoció a
Julia y se enamoró de ella. A las pocas semanas mantuvieron relaciones
sexuales. Para Carlos no era la primera vez: ya con 17 años se aplicó la
cultura del "póntelo, pónselo". "Lo que hay que hacer es tomar
precauciones", decía. Por eso viajaba siempre con su preservativo. Su
madre lo aceptaba, pues no quería un bombo: "sería el mayor disgusto de
mi vida..." Bastaba con prevenir, “porque el
preservativo funciona”, aunque cada mes le asaltaba la preocupación de un
eventual embarazo. Cuando a Julia le llegaba la regla, volvían a “respirar”.
Lo peor era que el preservativo a veces se rompe. "Quiero decírselo a
los jóvenes de mi generación. El preservativo no es siempre seguro", señala
ahora. Y eso es lo que ocurrió: dos meses de noviazgo y la regla no bajaba... La prueba dijo que sí y llegó el
infierno: "¿Cómo me puede haber pasado a mí una putada como esta?".
Noche en blanco y en soledad. Carlos no podía hablar con sus padres. Julia
tampoco podía contarlo en su casa (por su padre). ¿Y los amigos? Los pocos
"amigos" con los que hablaron les dijeron: "Os va a joder la
vida para siempre". Julia pensó que "no estaba
preparada para ser madre". Y Carlos debía apoyarla en su decisión. Solos
en el mundo, decidieron "hacerlo" cuanto antes. Pocos días después
del test de embarazo... ¡fuera el "paquete"!: diez minutos de
intervención y 390 euros con anestesia general. Los primeros días fueron de
liberación. Se habían quitado un “peso”. Volvieron a reír y a disfrutar de la
vida. Pero la conciencia acusadora reapareció al cabo de un mes. "No me
apetecía jugar al fútbol, ni salir de copas. A veces no podíamos dormir, y se
nos quitaban las ganas de comer. Éramos alegres y nos sentíamos cobardes.
Todo te habla de embarazos y niños. Te sientes aludido por la palabra
asesino. Siento que no me merezco pasarlo bien jamás", cuenta Carlos
entre lágrimas. Carlos está arrepentido. Sabe que
Dios le comprende y le perdona, aunque todavía no lo vive: "Espero
poderme perdonar algún día". Se traga el orgullo ante la experiencia de
su debilidad y limitación. Mientras tanto, quiere ayudar a los jóvenes para
que salgan de la superficialidad vital. Quiere gritar a la sociedad que el
aborto no es nunca una solución... Existe el síndrome postaborto. La realidad
se impone: si alguna vida no merece la pena, ninguna vida merece la
pena. Ahora Carlos pelea por recuperar
la dignidad perdida. Sigue con Julia, aunque ya no mantienen relaciones
sexuales. Y no porque tengan miedo a repetir la dolorosa experiencia, sino
porque quieren expresar así su amor cuando sea real su entrega estable. El
dolor y la culpa permanecen en su corazón. Y Carlos quiere redimir el mal
irreversible al participar con su testimonio. Testimonio de una mujer en 2009: “Hola… Yo solo quiero contar mi historia, mi
experiencia por si puede servirle a alguien en algún momento de su vida. “La semana pasada, el día 22 de Septiembre, después
de ver que durante tres semanas me dolían mucho los pechos y no me venía la
menstruación... decidí hacerme una prueba de embarazo, con la suerte o mala
suerte de salirme positivo. (Me hice dos test para estar segura del
resultado…) “Suerte porque después de haber estado con varias
relaciones largas y estables y haber realizado en muchas ocasiones la marcha
atrás, sin importarme quedar embarazada... nunca me quedé embarazada... Y
mala suerte porque esta vez, por mi situación en muchos aspectos, no podía
ser... no podía tenerlo. “Solo pido a
quien me lea, que no juzgue mis actos, porque no escribo aquí para eso: solo
para desahogarme y explicar mi experiencia… “Cuando supe que estaba embarazada... ¡Dios!, qué
contradicción... Estaba contenta por un lado y muerta de tristeza por el
otro... “Después de meditarlo, mi decisión fue la de
abortar... Miré por internet clínicas en Barcelona de IVE (interrupción
voluntaria del embarazo) y me dieron día y hora para el martes de la semana siguiente.
¿El trato por teléfono con la clínica? Muy cordial y agradable conmigo. No
daré nombres por mí misma y por la clínica... porque, que me haya pasado a
mí, no quiere decir que les haya pasado a todas… “Tenía que estar a las 8 de la mañana sin comer
nada... No dormí en toooda la noche... nerviosa por lo que iba a hacer. Leí
lo suficiente para saber lo justo y no asustarme. “Allí estaba yo a las 8 de la mañana con alguien que
me acompañaba... pico al timbre… y mi sorpresa fue ver un montón de gente en
una sala de espera como si de una peluquería se tratara. Nada de privacidad,
¡absolutamente nada! [...] Y otra de las cosas que me sorprendieron, es ver
con que parsimonia se toma la gente esto de abortar... Yo no estoy a favor ni
en contra… cada una sabe lo que tiene que hacer según su situación y
decisión… Yo respeto toda decisión, pero no entiendo ni entenderé nunca esa
parsimonia de la gente que iba a abortar. Incluso algunos se daban el lujo de
reír... como si nada. Yo no lo entiendo… “Yo veía
cómo, chica que iba entrando, iba saliendo tan normal al cabo de unos 10 o 15
minutos... como si de una simple y mera inspección médica se tratara... “Llegó mi hora... No estaba muy asustada porque no
me habían dicho nada negativo de si dolía o no y como no veía mal a la gente
que salía... Solo sabía que entraba con un ser dentro de mí y que iba a salir
sin él… “Me siento en
la camilla en posición. Con las piernas abiertas como si de parir se tratara…
Había dos personas… una, la doctora, y supongo que la otra sería la
enfermera... Esta última trataba de distraerme preguntándome cosas mientras
la doctora me introducía una valva vaginal. Luego me introdujo una gasa, me
dijo que yodada, y fui notando como trasteaban dentro de mí hasta llegar a un
punto en el que me empezaba a doler... (supongo que ya me introdujo la
anestesia local, la verdad es que no tengo que dudar de los profesionales,
pero dudo que me la pusieran). Cada vez me dolía más... hasta el punto de que
les pedía por favor que pararan. Notaba y sentía como si me estuvieran quitando
y arrancando los intestinos... me lo estaban arrancando de mis entrañas… Les
decía que me dolía, que me dolía mucho, que no podía más, y me dijeron:
" a ver… ya tenías que saberlo… si no, haber escogido hacértelo con
anestesia general, ¡que son 600 euros! “Yo estaba asustada, mareada... me decían que
aguantara que casi ya estaba… del mismo dolor tenía ganas de vomitar. Me
decían que vomitara que así se me pasaría antes el dolor... No conseguía
vomitar del todo... estaba mareada, casi me desmayo del dolor… de todo en
general. Me pincharon algo, sabían que era hipotensa y supongo que me
pincharon algo para reponerme... “Me dijeron que ya estaba, que me incorporara
sentándome en la camilla... me levantaron y me llevaron andando a la misma
habitación donde me desvestí... Me dijeron que procurara calmarme y no
llorar, para que el resto de chicas que tenían que pasar no se asustaran y
cogieran miedo... Allí me tumbaron en la camilla… me moría de dolor... me
insistían en que vomitara, pero no podía... el dolor iba poco a poco
calmándose pero tardó un buen rato en desaparecer... decidí quedarme sentada
en la camilla... Vi a una chica que había entrado después que yo y estuvimos
hablando de lo ocurrido a cada una. La pobre me decía que me había escuchado,
que lo pasó mal por mí… que a ella le dolió, pero no tanto como a mí. Pregunté
a una auxiliar, si ese daño era normal, y me dijo que sí, que había gente que
había salido peor que yo… ¡Vaya, qué consuelo! “Me vestí, y me insistieron en que pusiera otra cara
para que las que estaban fuera no me vieran así y se asustaran... Así que
salí, nos dieron el informe médico y, al salir por la puerta, literalmente...
arranqué a llorar apoyándome en la persona que me acompañó. Llegué a casa…
pasó el día sin hablar del tema, porque no queríamos ni pensarlo... hasta que
llegó la noche y me derrumbé... no podía parar de llorar. Sabía que había
tomado una decisión correcta... ¿o no? Quizá era lo que quería creer… Solo sé
que me dolía el alma. Que nunca pensé que me iba a doler tanto hacer algo
así. Supongo que por varias cosas, porque creí que nunca me podría quedar
embarazada... por la edad que ya tengo (33), porque tenía el instinto maternal
despierto desde hace tiempo... por saber que cuando me quedé embarazada, fue
con mucho amor, no buscado, por supuesto, pero con mucho amor y enamorada de
la persona de la que me quedé embarazada... pero no podía ser... “Así llevo varios días… pasándolo mal… ya no
físicamente, sino psicológicamente... hasta sé en qué fecha hubiera nacido...
es como si me estuviera castigando yo misma... En parte me arrepiento... no
sé si he hecho bien o mal, pero esto es lo que siento hoy… “Me está costando mucho escribir esto sin que me
caigan lágrimas, pero necesitaba hacerlo, contarlo... “Espero que sirva de algo...” Aborto y suicidio: No hay muchos estudios al
respecto. Pero el más exhaustivo, hecho en Finlandia, da mucho que pensar...: El profesor Mika Gissler y sus
colegas estudiaron el riesgo de suicidio en Finlandia entre mujeres en edad
fértil (15-49), para conocer cómo varía la incidencia de suicidio en tres
grupos de mujeres: las que habían dado a luz, las que habían perdido al hijo
que esperaban y las que habían interrumpido voluntariamente su embarazo en
algún momento durante los 12 meses anteriores a su muerte. Los autores
concluyeron: “Los datos muestran claramente
que, sin embargo, las mujeres que han abortado corren más riesgo de
suicidio”.
El índice de suicidio asociado al alumbramiento era
casi la mitad que el de la población en general. “Esto sugiere que la maternidad
previene el suicidio o que las mujeres capaces de dar a luz no corren alto
riesgo de suicidio”. El índice de suicidio asociado al aborto
inducido fue tres veces mayor que el de la población en
general y casi seis veces mayor que el de las mujeres que habían dado
a luz. “De forma similar, el índice de ingresos en centros
psiquiátricos tras un aborto era un 53% más alto que el de mujeres que habían
dado a luz, según queda registrado en un estudio danés”. Vid. Mika Gissler et al. “Suicides after pregnancy in Finland, 1987-94: register
linkage study”: British Medical Journal 313 (1996) 1431 Legislación En Grecia y Roma antiguas, el
aborto, así como el infanticidio, estaba generalmente permitido y socialmente
aceptado. Después, por influencia del Cristianismo, el Derecho se humanizó, y
desde entonces el aborto se ha castigado siempre como un crimen. En el siglo XX cambió esta
situación. La URSS permitió el aborto en 1920. En la década de los 30 se
sumaron varios países escandinavos. Posteriormente, otros del Este
de Europa (entonces bajo dominio soviético) y Japón. A partir de finales de los años
sesenta se va permitiendo el aborto provocado en el mundo occidental, con más
o menos restricciones según los países. Tipos de
legislaciones despenalizadoras: *Sistemas de plazos:
consideran estas legislaciones que el hijo concebido y no nacido no merece
ninguna protección legal más que a partir de determinado tiempo de vida
intrauterina. *Sistemas de indicaciones:
se considera que el hijo merece protección legal desde el inicio de su vida,
pero se establecen circunstancias en las cuales abortar deliberadamente no
debe ser castigado. El sistema de indicaciones suele ser mixto: a cada
indicación le corresponde un plazo. Conviene resaltar la contradicción
en la que se incurre con las indicaciones: Merecen ser defendidos todos desde
su concepción, pero los que presentan una discapacidad no hasta el 4º mes,
¿por qué sí a partir del 4º mes? ¿No sería más “coherente” recortar también
después sus derechos? En cuanto a los hijos que sean fruto
de una violación: ¿Tiene que pagar el hijo el delito del violador? Porque
resulta que al violador se le condena a un tiempo de cárcel y a una multa,
pero al hijo ─completamente inocente─ se le aplica la pena de
muerte. Hay que comprender la situación difícil de la madre, sí, pero no
podemos olvidar que entran en conflicto los intereses de la madre con los de
otra persona ─el hijo─ tan inocente o más que ella. Y el bien de
la vida es muy superior a cualquier otro bien ─de honra,
económico─ de los que se enfrentan en ese conflicto, pues quien no está
vivo, difícilmente puede disfrutar de ningún otro bien... (en vida). En España se aprobó un sistema de
indicaciones en 1985, por el que el aborto no podía ser penado hasta cierto
momento del embarazo en los siguientes casos: ─Peligro para la vida física
o la salud física o psíquica de la madre. ─Embarazo por violación. ─Que se prevea que el niño
nacerá con graves taras físicas o psíquicas. La experiencia ha demostrado que
el peligro para la salud física no es real, puesto que, por delicado que sea
el estado de salud de la madre, es mucho más peligrosa para ella la
intervención del aborto. Este supuesto fue el "coladero" para
practicar abortos, y lo fue porque se hablaba de salud física o psíquica
de la madre, y los médicos abortistas se prestaron enseguida a diagnosticar
esos "peligros para la salud psíquica". Por experiencia conocemos
el grave daño psíquico que sufre la mujer después de practicar un aborto, al
ser consciente de que ha truncado la vida de su hijo indefenso: de hecho se
hace más necesaria una atención psicológica adecuada para las mujeres
que han abortado. Del supuesto de embarazo por
violación ya hemos hablado antes de forma extensa. Y sobre el caso del niño para el
que se prevén graves taras físicas o psíquicas, el hecho de que se le
consideren menos derechos que a los otros niños, e incluso se le niegue el
derecho fundamental a la vida, nos plantea esta duda: ¿los proabortistas
serían capaces de decir a la cara a una persona con síndrome de Down: “Tú
tienes menos derechos que yo”? No está de más recordar el art. 15
de la Constitución Española de 1978: "Todos tienen derecho a la
vida". Es un artículo que, en las Cortes que elaboraban el borrador de
la Constitución, posteriormente refrendada por el pueblo español, no fue
aprobado ─ni mucho menos─ por unanimidad. Los grupos
parlamentarios socialista y comunista,
curiosamente favorables al aborto, preferían: "toda persona
tiene derecho a la vida". Como jurídicamente no se es persona hasta que
uno nace, las puertas para aprobar el aborto en la legislación española
habrían quedado abiertas. Pero en aquel tiempo, estos grupos eran
minoritarios en el Parlamento, y la Constitución recogió que “todos
tienen derecho a la vida”. ─Por eso el Tribunal Constitucional tuvo que
hacer auténticos equilibrios para, en contra del espíritu de la Constitución,
permitir la despenalización del aborto en algunos casos. Resulta inevitable
sentir vergüenza al comprobar, tras esa sentencia, que ya no todos somos
iguales ante la ley. Como cabía esperar, al sistema de
indicaciones, ha seguido un sistema de plazos... Y en la legislación española
actual, se considera el aborto como un “derecho” de la mujer. El derecho a decidir Es el
“argumento” principal (a veces, el único) de quienes defienden el aborto. En
ocasiones, este “argumento” es enunciado en forma de eslóganes con objeto de
que vaya calando en la opinión pública: “mi cuerpo es mío”, “nosotras
parimos, nosotras decidimos”, etc. Ya de
entrada resulta extraño que casi nunca se considere la postura del padre en
relación con el aborto, ya que él tiene “aproximadamente” un cincuenta por
ciento de responsabilidad en el “problema” del embarazo. La legislación
considera al feto como un “tumor”: así, igual que ninguna mujer mayor de edad
debe pedir permiso a otra persona, fuera de los médicos, para eliminar un
quiste de su cuerpo, tampoco se ve obligada a hacerlo si decide abortar. Sin
embargo, esta actitud contrasta con la lógica de pedir responsabilidades al
padre si el niño llega a nacer: o sea, durante un tiempo, fue solo “tumor”
(y, por tanto, asunto de la madre) pero después llegó a ser “hijo” (cosa de dos). Al menos
podían haber juzgado que al principio era un “tumor” provocado por el padre y
que ─por las responsabilidades que recaerían sobre él si continuaba su
desarrollo─ debería ser consultado antes de su “extirpación”. Otra de
las muchas contradicciones que se dan aquí es que si el padre quiere que la
madre no aborte pero ella desea hacerlo, ella puede hacerlo; pero si él desea
que lo haga y ella no quiere, no puede obligarla (aunque tendrá que
responsabilizarse del niño cuando nazca). Lo
recordaba Julián Marías en su ensayo “La cuestión del aborto” (ABC,
10-09-1992): “Es
curioso cómo se prescinde enteramente del padre. Se atribuye la decisión
exclusiva a la madre (más adecuado sería hablar de la hembra embarazada), sin que el padre tenga nada que decir sobre
si se debe matar o no a su hijo. Esto, por supuesto, no se dice, se pasa por
alto. Se habla de la mujer objeto y
ahora se piensa en el niño tumor,
que se puede extirpar como un crecimiento enojoso. Se trata de destruir el
carácter personal de lo humano.” Así que
en la decisión deben intervenir los dos. Pero no termina aquí la cuestión,
porque hay un “tercero” que es el no nacido. Antes de ser concebido, la
decisión de poner los medios para ser padres corresponde solo a los
padres. Pero una vez que ha sido concebido el hijo, el embarazo deja de ser
un “problema de dos” para empezar a serlo “de tres”. Un
ejemplo...: Si concierto por teléfono una entrevista de trabajo con alguien,
puedo decidir acercarme en coche en lugar de utilizar el transporte público:
hasta ahí todo ha sido una decisión de dos personas. Pero si, cuando voy por
la carretera, descubro un coche accidentado, entonces debo detenerme
para auxiliar a las víctimas (tengo la obligación de hacerlo), aunque
eso suponga perder la entrevista y el trabajo. Porque en caso de no hacerlo,
puedo ser juzgado. Pero aunque la ley no me obligase, debería igualmente
hacerlo, por fidelidad a mi conciencia. Y eso a pesar de que yo no haya
tenido que ver con el accidente y de que esté alterando todos mis planes. Lo
mismo sucede con el concebido y no nacido: desde que está ahí me genera una
obligación grave de respetar su vida, aunque lo considere “no deseado” y
aunque altere mis proyectos. Si al no detenerme ante el coche accidentado
podría ser culpable de homicidio (ante la ley y ante mi conciencia), al
practicar o dejar que me practiquen un aborto soy culpable de
infanticidio (no ante la ley penal, pero sí ante mi conciencia y ante Dios). Así que
no puede hablarse de un “derecho a decidir” sin considerar que ya hay un
“tercer” implicado y que su bien más preciado (la vida) es lo principal en
este “conflicto”. Las mujeres que abortan Las mujeres que deciden abortar en
España lo hacen presionadas por un embarazo no esperado o al menos no
deseado. ¿Qué hacen nuestros gobernantes y políticos para poner remedio a esa
dificultad? ─Plantear el aborto como una solución es parecido a proporcionar
droga a los toxicómanos para evitar que cometan delitos: en aras de una falsa
paz social se obviaría la podredumbre personal en la que se instala el
consumidor de drogas... De forma semejante, en el aborto se “quita” el
problema de alimentar y educar a un niño... eliminando al niño. Hay que fomentar que los
hijos no deseados pasen a ser deseados (o
al menos no rechazados) por sus madres. Se precisan leyes e incentivos
económicos a las empresas, que impidan de forma eficaz la discriminación
laboral de la mujer embarazada: con subvenciones para el desarrollo de esos
embarazos, con atención médica y apoyo a las mujeres que se sienten solas
ante un embarazo no deseado... Por eso resulta muy necesario apoyar
económicamente a las instituciones y personas que desarrollan
proyectos de apoyo a las mujeres embarazadas. Hay que desarrollar una política
que fomente la adopción “interna” de
niños: los padres que desean adoptar podrían “invertir” en el desarrollo de
esos “embarazos no deseados” el dinero que preveían gastar en el proceso de
adopción. Y hay que desarrollar también una política de información adecuada: muchas mujeres que
abortan no lo harían si conociesen el “resultado” de esa
“operación” (en el hijo y en ellas); menos aún si llegasen a vislumbrar para
sus embarazos no deseados una posible salida distinta del aborto. No me olvido de la terrible
situación a la que llega una mujer después de haber consentido que le
practiquen un aborto. Algunas, después de reconocer su error, permanecen
durante años en depresión. Es el mismo Estado, como institución que facilitó
ese aborto al despenalizarlo, quien debe cargar sobre sus espaldas la
atención especial de esas personas. Son miles y necesitan esa ayuda. También
el apoyo humano de todos, sí, pero no se pueden desentender las autoridades
pensando que ya existen ONGs y otras instituciones (también de tipo
religioso) que procuran ese apoyo. Además, el mismo Estado debe llevar a
ayudar económicamente a quienes trabajan asociados con otros para atender a
esas madres: las otras víctimas del aborto. Juicio moral Moralmente el aborto es un
homicidio particularmente grave. Homicidio porque el feto ─y aun el
cigoto─ es un individuo humano y, por tanto, una persona digna de
respeto. Y particularmente grave porque es una persona, además de inocente,
indefensa. Julián Marías (filósofo español y
Académico de la Real Academia Española de la Lengua) terminaba con estas
palabras el ensayo que hemos citado antes: “Por esto me parece que la
aceptación social del aborto es, sin excepción, lo más grave que ha
acontecido en este siglo que se va acercando a su final.” Si consideramos los millones de muertes provocadas
cada año por esa aceptación, podemos ver que no exageraba. |
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