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Compendio de Bioética

 

10. INGENIERÍA GENÉTICA Y CLONACIÓN

En las últimas décadas, el desarrollo de técnicas que permiten transferir información genética de unas células a otras ha dado lugar a una nueva rama dentro de la Biología: la Ingeniería Genética.

Ingeniería genética en bacterias

Durante la década de los 70 se realizaron numerosos experimentos por los que fueron transferidos genes de células eucariotas a bacterias (E. coli, fundamentalmente). La importancia de estos experimentos radica en la posibilidad de sintetizar de forma industrial las enzimas cuya información viene recogida en los genes transferidos: mediante la proliferación, en cultivos, de las bacterias que habían recibido esos genes.

Con esta técnica se han conseguido expresar en bacterias un número considerable de genes humanos: globulinas, lisozima, hormona del crecimiento, insulina, etc. Y también otros genes de eucariotas. Estos avances, por razones obvias, han afectado a la industria farmacéutica. Pero también afectan o pueden afectar a la protección del medio ambiente y a la agricultura: por ejemplo, con la posible transformación de biomasa no comestible en alimentos.

Claramente, estas tecnologías, al servicio del hombre, presentan aspectos muy positivos. Pero no podemos ser ingenuos: la manipulación imprudente de la naturaleza puede tener efectos colaterales gravemente negativos.

Si buscamos valorar desde el punto de vista ético las técnicas mencionadas, habremos de tener en cuenta los siguientes criterios:

1) La ingeniería genética en las distintas especies ─con excepción del hombre─ ha de estar ordenada siempre al servicio del hombre, directa o indirectamente. Así, nunca serían éticos los experimentos encaminados a producir agentes patógenos, como los utilizados en la "guerra biológica".

2) No hay que caer en la postura "ecologista ideologizada" que invita a abandonar sin más todos estos experimentos por considerarlos intrínsecamente malos. Pero debemos recordar que el pragmatismo que defiende la licitud de todo lo técnicamente posible también yerra, pues olvida que, estando toda la naturaleza al servicio del hombre, este debe, sin embargo, tratarla con respeto: sin olvidar que también él es parte de ella y no puede apropiarse el título de autor de esa naturaleza en la que desarrolla su vida.

3) Además, siempre hay que considerar los posibles efectos accidentales negativos de esos experimentos, como mutaciones de bacterias que las transformen en agentes tóxicos o patológicos graves e incontrolados.

Ingeniería genética en plantas y animales

En estos casos la técnica se ha desarrollado, sobre todo, para mejorar el rendimiento agrícola y ganadero. La modificación del patrimonio genético de estos seres será moralmente lícita si se busca una mejora de las especies al servicio del hombre o si se trata de un medio para investigar y adquirir nuevos conocimientos, pues cabe la posibilidad de encontrarse con científicos sin escrúpulos que fomenten el sadismo y la insensibilización propia y ajena mediante sus experimentos con animales.

En los casos de experimentación con plantas y animales el riesgo es menor que en bacterias y otros microorganismos: mientras que en estos se da el peligro de obtener cepas patógenas que escapen al control de los científicos que las producen, los efectos colaterales negativos e incontrolados son menos en plantas y animales. Un ejemplo de investigación genética bien orientada lo tenemos en la "revolución verde" de la India (ver tema sobre "Demografía"), por la que este país se convirtió, desde 1980, en exportador de cereales.

Ingeniería genética en la terapia humana

Se cuentan por miles las enfermedades que tienen su origen en un defecto genético ─alteración de un gen o de su sistema de expresión─ que no permite la síntesis de una proteína en su forma biológicamente activa (enzimopatías). El reemplazamiento de la enzima defectuosa o la alteración de la dieta en la persona enferma (como se hace en la adenoleucodistrofia al sustituir las grasas por el llamado "aceite de Lorenzo") se muestra todavía insuficiente. ─La terapia génica se refiere a la posibilidad de introducir ADN en células humanas con objeto de corregir esas alteraciones: el fragmento de ADN introducido permitiría al individuo producir la enzima no defectuosa. Actualmente se está avanzando en la investigación y desarrollo de posibles terapias génicas para enfermedades hepáticas (hepatitis, cirrosis y cáncer de hígado), mediante virus "desactivados" a los que se añaden los genes adecuados que ellos introducen en las células dañadas.

Para la licitud moral de estas experimentaciones en el hombre, aparte de la intención terapéutica, se requiere que el investigador haya desarrollado experimentos suficientemente amplios y profundos en animales. La dignidad de cada persona humana hace inmoral que se la utilice como simple objeto de experimentación, y esto sucedería si se le aplicasen arbitrariamente técnicas peligrosas aún no suficientemente probadas en animales. Tampoco podemos olvidar que la vida de cada persona debe estar por encima de los intereses de la ciencia y del “progreso” de la sociedad, que sería falso porque ningún verdadero progreso puede darse a costa de la dignidad de una persona humana.

Los avances obtenidos durante los años 90 en el conocimiento del genoma humano (Proyecto Genoma) aproximan cada vez más la posibilidad de aplicar la terapia genética en el hombre. De cara al futuro podemos proponer los siguientes criterios para examinar la licitud o ilicitud de esos tratamientos:

1) Aunque ahora fuese imprudente una terapia genética, sí sería lícita cuando ya estuviese superada la fase de investigación previa animal. Y para aplicarla en la etapa embrionaria, la técnica debe haber avanzado lo suficiente como para no exponer al embrión a una muerte probable.

2) La finalidad de estas intervenciones ha de ser siempre estrictamente terapéutica (corrección de una enfermedad) y no cualquier otro deseo de mejora genética (eugenesia). Equivocadamente, algunos podrían interpretar ese deseo eugenésico como un fin terapéutico al seguir el concepto de "salud" que da la OMS: "total bienestar físico, intelectual o social". Debemos afirmar con rotundidad que no es enferma la persona con un coeficiente intelectual inferior a otras; que tener la piel negra no es una enfermedad (como tampoco tenerla blanca); que no podemos considerar el hecho de ser moreno como una patología (y tampoco ser rubio)... ¿Y ser varón o mujer?: son "enfermedades" necesarias para que siga habiendo hombres "sanos" y "enfermos" en el mundo.

Clonación

La obtención de individuos "clónicos" ─exactamente iguales entre sí─ se conseguiría mediante la reproducción asexual de un único progenitor que aportase los núcleos de sus células somáticas.

Hace tiempo se desarrolló con éxito el proceso de clonación en anfibios: mediante la extracción del núcleo de un huevo fecundado y sustitución por el núcleo de una célula somática. El individuo obtenido era genéticamente idéntico al donante del núcleo de la célula somática y no heredó los caracteres de los gametos que produjeron el huevo.

La expresividad del genoma de mamíferos sufre modificaciones irreversibles durante el desarrollo embrionario: las células se "especializan" rápidamente y pierden la pluripotencialidad máxima (capacidad de originar cualquier tejido). Parecía que había una barrera insalvable para realizar con éxito en laboratorio la práctica aberrante de un clonaje humano, ya que el mensaje genético de las células de un progenitor adulto no estaría en condiciones de ser expresado de forma íntegra al trasplantarlo a un cigoto. El éxito de Illmensee y Hóppe, que en 1980 obtuvieron clones de un embrión precoz de ratón, rompió esa barrera natural. Posteriormente se ha repetido el experimento con otros animales. Hasta llegar al conocido caso de la oveja Dollyhecho público en 1997.

En 1976, Schettles trasplantó el núcleo de una espermatogonia de adulto (dotada con 46 cromosomas) a un óvulo desnucleado. El autor permitió el desarrollo del nuevo individuo hasta la fase de blastocisto, pero destruyó el embrión en esa fase por miedo al resultado final si se hubiese completado su desarrollo embrionario una vez implantado en el útero (algo casi imposible con los medios técnicos disponibles entonces). Otros autores plantean la posible donación humana mediante la separación de unas células en la fase de mórula.

Ya se ha llegado a practicar la FIVET no solo para tener un hijo sino para hacer trasplantes: se "fabrica" un niño para obtener de él un órgano o un tejido compatible con otra persona a la que se quiere hacer un trasplante. En este sentido, se plantea una posible clonación llamada “terapéutica”, donde del individuo “fabricado” solo nos interesan las “piezas”: como en un "desguace".

Se ha llegado a muchas aberraciones y se puede llegar a más. Son las consecuencias de pensar que todo lo técnicamente posible debe ser considerado lícito en la experimentación. Y es una muestra más de cómo puede degradarse el ser humano cuando pierde de vista la dignidad sagrada de cada persona humana, en cualquier momento de su desarrollo.

En el caso de que la técnica avance hasta el punto de hacer posible la clonación de personas ─parece que técnicamente ya lo es, aunque se intentan desarrollar leyes (sobre todo en Europa) que eviten esa práctica─, yo me pregunto: ¿para qué?

─Es que con ese sistema podríamos tener otro Einstein, otro Walt Disney, otro Induráin...

─No, contesto yo. Las cualidades físicas o intelectuales de una persona no dependen solo de sus genes, sino de las circunstancias en las que esa persona se ha desarrollado. Y las circunstancias, como la historia, nunca son iguales. Además, solo el uso responsable de su libertad hace que esas personas tengan, junto a unas cualidades físicas o intelectuales notables, unas cualidades morales sobresalientes. Y la libertad no tiene que ver con la genética: nunca dos personas clónicas serán tan semejantes entre sí como dos gemelos homocigóticos, que coinciden hasta en el ADN de sus mitocondrias. Sin embargo, ¡qué diferentes pueden llegar a ser dos gemelos por sus cualidades morales!

Los que "justifican" una posible clonación humana pueden querer la inteligencia de Einstein, el arte de Disney o la fortaleza de Induráin. Pero no quieren a Einstein, ni a Disney, ni a Induráin, porque no les importan las personas.

Debemos reaccionar. No solo es aberrante una posible clonación humana: también la implantación del embrión en el útero de su abuela; y las madres de alquiler; y la fecundación hecha con semen donado por alguien ya difunto; y los embriones congelados como pescadillas, prestos para la experimentación o para la muerte...

Pienso que los embriones ─esas pequeñas personas─ son como niños esclavos, sujetos al capricho de un tirano sin escrúpulos: el científico loco en su laboratorio. Y siento miedo...

 

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