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Compendio de Bioética

 

8. UGANDA: UNA VACUNA EFICAZ CONTRA EL SIDA

La “vacuna” ugandesa

"The Lancet" publicó un documento en la primera semana de julio de 2002 en el que habla de la ineficacia de otras medidas y de los llamativos resultados de Uganda. Se plantea un giro radical en las políticas de prevención, centradas hasta ahora casi exclusivamente en el preservativo, especialmente desde organismos internacionales. Uganda ha pasado de tener un 15 por ciento de infectados en 1991 a un 5 por ciento en 2002; este descenso es "único en el mundo", según reconoce un informe de Onusida. Y añade que Uganda está consiguiendo un efecto que se podría comparar a la "existencia de una vacuna con eficacia de un 80 por ciento".

El estudio que aparece en "The Lancet" refleja la reducción de la incidencia y la prevalencia del VIH-1 entre la población rural de Uganda en esa década. Los autores del estudio (coordinado por James Whitworth), concluyen que los resultados ofrecen buenas perspectivas para otros países subsaharianos con índices elevados de infección por VIH-1.

Según los resultados, la incidencia del virus descendió de 8 a 5,2 por mil personas/año desde 1990 a 1999 (la  incidencia es el número de casos nuevos del SIDA en la población durante cierto período). La prevalencia (porcentaje de población infectada) se redujo especialmente entre los hombres de 20-24 años (del 6,5 al 2,2 por ciento) y de 25-29 años (del 15,2 al 10,9 por ciento). También se redujo la prevalencia del VIH-1 entre las mujeres de 13-19 años (del 2,8 al 0,9 por ciento) y de 20-24 años (del 19,3 al 10,1 por ciento).

A comienzos de los años 90, la prevalencia del VIH en Uganda a nivel nacional era del 18%. A finales de 2002, el nivel de prevalencia nacional del VIH se estimaba en un 6,2% de la población total de Uganda.

¿Y en que ha consistido la estrategia del Gobierno Ugandés durante esa década larga? Es la llamada “estrategia ABC” que propugna la abstinencia (Abstinence), la fidelidad (Be faithful) y, como último recurso, el preservativo (use a Condom). Como se ha visto, los resultados fueron espectaculares: en ningún otro país se ha logrado algo parecido. En Uganda, entre 1989 y 1995, los jóvenes que practicaban la abstinencia pasaron del 31% al 56% en los chicos, y del 26% al 46% en las chicas. Los hombres que tenían relaciones con tres o más mujeres pasaron del 15% al 3%. El gasto de la campaña fue de 0’23 dólares por persona. Y el resultado lo hemos visto antes: un descenso en la tasa del VIH en la población hasta un tercio (poco más del 6%) en apenas una década.

El caso es que no “escarmentamos”: en junio de 2008, Sam Ruteiraka, copresidente del Comité Nacional de Prevención del Sida en Uganda, denunció en el Washington Post que asesores extranjeros habían eliminado repetidamente de los documentos del Plan Estratégico Nacional las referencias a la abstinencia y a la fidelidad. Y entonces la tasa de VIH repuntó.

Respecto a otras políticas en países africanos en las mismas fechas de la “vacuna” ugandesa, basta recordar el ejemplo de Camerún: entre 1992 y 2001, las ventas de preservativos aumentaron de 6 a 15 millones, pero la tasa de sida se triplicó.

Política “reaccionaria” (políticamente incorrecta)

Muchos gobernantes han tenido “miedo” a ser tachados de carcas o de reaccionarios si defendían que nunca se debe consumir un porro. Por uno solo tampoco pasa nada, decían…: y el consumo de drogas siguió causando estragos entre la juventud española, ante la impotencia actual de nuestras autoridades. De igual forma, temen ser tildados de troglodíticos si se les ocurre defender la fidelidad en las relaciones sexuales como remedio eficaz contra la extensión del SIDA. Sin embargo, esto es lo que se ha demostrado en Uganda: allí, esa cultura de la no promiscuidad (promoción de la abstinencia y de la fidelidad) ha aportado resultados semejantes a los de una eficaz vacuna, como reconoció el presidente ugandés Yoseveri Museveni. Ya es hora de actuar ─también en política─ de forma coherente: defendiendo la dignidad de cada persona humana y sin actuar continuamente “de cara a la galería” (galería a menudo desinformada y, por eso, fácilmente manipulable).

La “cultura del miedo”, que insiste en el riesgo de contraer enfermedades por consumo de drogas o por una vida sexual irresponsable, a la larga resulta ineficaz: La pasión por consumir drogas o por satisfacer el instinto sexual hace que “salten por los aires” todas las reconvenciones de las autoridades para que los jóvenes actúen de forma “prudente” y eviten perjuicios en su salud. Hay que fomentar una “cultura humanista” en la que el aprecio de los valores estrictamente humanos del amor generoso, sacrificado y leal, fomenten entre nuestros jóvenes un modus vivendi que les aleje de esas situaciones de riesgo. Este proyecto requiere mayor esfuerzo, pues se trata de educar, pero es una buena inversión, ya que les ayudará a alcanzar además altos niveles de satisfacción personal: de felicidad.

 

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