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4. LA CRUZ A CUESTAS |
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La cruz a cuestas (Lc
23,26-31) Cuando le llevaban echaron mano
de un tal Simón de Cirene, que venía del campo, y
le obligaron a llevar la cruz de Jesús. Le seguía una gran muchedumbre
del pueblo y de mujeres, que lloraban y se lamentaban por él. Jesús,
volviéndose a ellas, les dijo: ‑Hijas de Jerusalén, no
lloréis por mí, llorad más bien por vosotras mismas y por vuestros hijos,
porque mirad que vienen días en que se dirá: «Dichosas las estériles y los
vientres que no engendraron y los pechos que no amamantaron». »Entonces comenzarán a decir a
los montes: «Caed sobre nosotras»; y a los collados: «Sepultadnos»; porque si
en el leño verde hacen esto, ¿qué se hará en el seco? |
Algunas
consideraciones para meditar el misterio
-Simón de Cirene pensaría inicialmente:
-¡Qué mala suerte!, pues le forzaron a llevar la Cruz de Jesús cuando venía
del campo. Poco a poco irá descubriendo la “buena suerte que ha tenido en
realidad... -
Simón ve cómo Jesús consuela a las mujeres que lloran cuando lo ven pasar:
“-No lloréis por mí, sino por vosotras y por vuestros hijos, pues si al árbol
verde lo tratan de esta manera, en el seco ¿qué se hará?” -
Al llegar al Calvario, con la voz quebrada por el agotamiento, Jesús se gira
y le dice: -¡Gracias, Simón! (qué lógico). Y Simón –asombrado- piensa: a
punto de morir y se ocupa de agradecerme algo que... ¡me han obligado a
hacer! Además conoce mi nombre... ¿Quién será este hombre? -
Simón no se va. Sorprendido por el agradecimiento y por escuchar su nombre en
labios de un condenado a muerte a quien no se había presentado antes,
permanece en el Calvario para ver en qué termina todo. -
Dios no se deja ganar en generosidad. Con el paso de los años, Alejandro y
Rufo –hijos de Simón, ya cristianos- serán muy apreciados por quienes
comparten su fe. |
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