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3. LA CORONACIÓN DE ESPINAS

 

 

 

 

Coronación de espinas (Mt 27,27-31)

 

Entonces los soldados del procurador condujeron a Jesús al pretorio y reunieron en torno a él a toda la cohorte. Le desnudaron, le cubrieron con una túnica roja, y le pusieron en la cabeza una corona de espinas que habían trenzado y en la mano derecha una caña. Se arrodillaban ante él y se burlaban diciendo:

‑Salve, Rey de los Judíos.

Le escupían, y le quitaban la caña y le golpeaban en la cabeza. Después de reírse de él, le despojaron de la túnica, le colocaron sus vestidos y le llevaron a crucificar.

 

 

Algunas consideraciones para meditar el misterio

 

- Duelen las espinas de la corona que hincan a martillazos en su cabeza… Duelen más -dolor moral- las burlas: le vendan los ojos, y le abofetean, y le escupen… "-Adivina, ¿quién te ha golpeado?” (¡y Él lo sabe bien!, pero calla…) Lo visten de "rey" con un manto viejo de púrpura antes de "coronarlo" con espinas ¡Qué humillación!... Y Él no responde (y yo… incapaz de callar cuando alguno hiere -a veces con justicia- mi amor propio).

- Lo sacan al Pretorio: "¡He aquí al Hombre! Y Jesús sigue callado, humilde, ante el griterío: "¡suelta a Barrabás!", le dicen a Pilatos (muchos de los que gritan así se habían beneficiado poco tiempo atrás de sus milagros: curación de enfermedades, otras necesidades materiales…) Y casi todos lo habían aclamado cinco días antes -el domingo de Ramos- al entrar en Jerusalén. ¡Como para preocuparme yo de lo que opinan los demás!... (sólo debe preocuparme lo que "opine" Dios: en ese juicio no hay error).

- ¡Cuánta doblez!: "-A nosotros no nos es lícito matar a nadie", dicen (pero procuran que Cristo muera). También se preocupan de retirar las treinta monedas de plata que arrojó Judas en el Templo, pues eran "precio de sangre" (sangre inocente -parecen olvidar- que ellos habían hecho derramar).

 

 

 

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