Santo
 

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4. LA TRANSFIGURACIÓN DEL SEÑOR

 

 

 

 

La Transfiguración (Mt 17,1-13)

 

Seis días después, Jesús se llevó con él a Pedro, a Santiago y a Juan su hermano, y los condujo a un monte alto, a ellos solos. Y se transfiguró ante ellos, de modo que su rostro se puso resplandeciente como el sol, y sus vestidos blancos como la luz. En esto, se les aparecieron Moisés y Elías hablando con él. Pedro, tomando la palabra, le dijo a Jesús:

‑Señor, qué bien estamos aquí; si quieres haré aquí tres tiendas: una para ti, otra para Moisés y otra para Elías.

Todavía estaba hablando, cuando una nube de luz los cubrió y una voz desde la nube dijo:

‑Éste es mi Hijo, el Amado, en quien me he complacido: escuchadle.

Los discípulos al oírlo cayeron de bruces llenos de temor. Entonces se acercó Jesús y los tocó y les dijo:

‑Levantaos y no tengáis miedo.

Al alzar sus ojos no vieron a nadie: sólo a Jesús. Mientras bajaban del monte, Jesús les ordenó:

‑No contéis a nadie la visión hasta que el Hijo del Hombre haya resucitado de entre los muertos.

Sus discípulos le preguntaron:

‑¿Por qué entonces dicen los escribas que Elías debe venir primero?

Él les respondió:

‑Elías ciertamente vendrá y restablecerá todas las cosas. Pero yo os digo que Elías ya ha venido y no lo han reconocido, sino que han hecho con él lo que han querido. Así también el Hijo del Hombre va a padecer a manos de ellos.

Entonces comprendieron los discípulos que les hablaba de Juan el Bautista.

 

 

Algunas consideraciones para meditar el misterio

 

- “¡Qué bien se está aquí!”, grita Pedro. Y qué bien se debe estar en el cielo (debo recordarlo cuando –en “horas bajas”- ningún aliciente humano sea capaz de aliviar mi sufrimiento).

- Jesús les da el regalo de ver su gloria antes de tiempo porque días después iban a sentir el enorme desconcierto de su muerte en la Cruz.

- Dios Padre vuelve a revelar al Hijo y añade: “¡Escuchadle! -Así, ¡a gritos!, debe decírmelo tantas veces… y yo sigo haciéndome el sordo o el remolón.

- Ellos no entendían lo de no decir nada de lo que habían visto “hasta que el Hijo del hombre hubiese resucitado de entre los muertos”. Aunque levaban mucho tiempo con Él, seguían rebelándose interiormente ante el “fracaso” de la Cruz. Igual que yo me rebelo tantas veces ante el dolor y el sufrimiento. Pero para llegar a la Resurrección hay que pasar antes por la Cruz. Para ir al Cielo tengo que “subir” voluntariamente a la Cruz.

 

 

 

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