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4. LA PURIFICACIÓN DE NUESTRA SEÑORA

 

 

 

Purificación de María y Presentación del Niño (Lc 2,22-24)

 

Y cumplidos los días de su purificación según la Ley de Moisés, lo llevaron a Jerusalén para presentarlo al Señor, como está mandado en la Ley del Señor: Todo varón primogénito será con-sagrado al Señor; y para presentar como ofrenda un par de tórtolas o dos pichones, según lo mandado en la Ley del Señor.

 

Profecía del anciano Simeón (Lc 2,25-35)

 

Había por entonces en Jerusalén un hombre llamado Simeón. Este hombre, justo y temeroso de Dios, esperaba la consolación de Israel, y el Espíritu Santo estaba en él. Había recibido la revelación del Espíritu Santo de que no moriría antes de ver al Cristo del Señor. Así, vino al Templo movido por el Espíritu. Y al entrar los padres con el niño Jesús, para cumplir lo que prescribía la Ley sobre él, lo tomó en sus brazos y bendijo a Dios diciendo:

‑Ahora, Señor, puedes dejar a tu siervo ir-se en paz, según tu palabra: porque mis ojos han visto tu salvación, la que has preparado ante la faz de todos los pueblos: luz para iluminar a los gentiles y gloria de tu pueblo Israel.

Su padre y su madre estaban admirados por las cosas que se decían de él.

Simeón los bendijo y le dijo a María, su madre:

‑Mira, éste ha sido puesto para ruina y resurrección de muchos en Israel, y para signo de contradicción ‑y a tu misma alma la traspasará una espada‑, a fin de que se descubran los pensamientos de muchos corazones.

 

La profetisa Ana (Lc 2,36-38)

 

Vivía entonces una profetisa llamada Ana, hija de Fanuel, de la tribu de Aser. Era de edad muy avanzada, había vivido con su marido siete años de casada y había permanecido viuda hasta los ochenta y cuatro años, sin apartarse del Templo, sirviendo con ayunos y oraciones noche y día. Y llegando en aquel mismo momento, alababa a Dios y hablaba de él a todos los que esperaban la redención de Jerusalén.

 

Algunas consideraciones para meditar el misterio

 

- La concepción de Jesús había sido virginal. También su nacimiento -la Virgen no perdió sangre-, así que María no estaba obligada a "purificarse" porque no había contraído "impureza legal". Pero -humilde- se somete a la Ley de Moisés.

- Llevan la ofrenda que corresponde a una familia pobre para "rescatar" al primogénito -como manda la Ley de Moisés-, aunque Jesús era de Dios -era Dios-, como haría cualquier otra familia.

- Circuncidan a Jesús al octavo día (y le poner el nombre "Jesús" que le había puesto el ángel antes de ser concebido), como cualquier familia judía...

- Primero llega el anciano Simeón: reconoce en el Niño al Mesías -"ya puedes llevarte a tu siervo porque mis ojos han visto tu salvación"- y anuncia a la Virgen que el Niño será signo de contradicción, y que a Ella "una espada le traspasará el alma" (algo que se cumplirá al pie de la Cruz). Después llega la profetisa Ana. Una vez más, María medita en su corazón estas cosas que suceden. Tanto Simeón como Ana han estado con el corazón limpio, puesto en Dios, sirviéndole y esperándole: ¡qué importante es la pureza!...

 

 

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