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3. EL NACIMIENTO DEL HIJO DE DIOS EN BELÉN |
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Nacimiento
de Jesús (Lc 2,1-7) En aquellos días se promulgó un edicto de César Augusto, para que se
empadronase todo el mundo. Este primer empadronamiento se hizo cuando Quirino
era gobernador de Siria. Todos iban a inscribirse, cada uno a su ciudad.
José, como era de la casa y familia de David, subió desde Nazaret,
ciudad de Galilea, a la ciudad de David llamada Belén, en Judea, para
empadronarse con María, su esposa, que estaba encinta. Y cuando ellos se
encontraban allí, le llegó la hora del parto, y dio a luz a su hijo
primogénito; lo envolvió en pañales y lo recostó en un pesebre, porque no
había lugar para ellos en el aposento. Adoración
de los pastores (Lc 2,8-20) Había unos pastores por aquellos contornos, que dormían al raso y
vigilaban por turno su rebaño durante la noche. De improviso un ángel del
Señor se les presentó, y la gloria del Señor los rodeó de luz. Y se llenaron
de un gran temor. El ángel les dijo: ‑No temáis. Mirad que vengo a anunciaros una gran alegría, que
lo será para todo el pueblo: hoy os ha nacido, en la ciudad de David, el
Salvador, que es el Cristo, el Señor;
y esto os servirá de señal: encontraréis a un niño envuelto en
pañales y reclinado en un pesebre. De pronto apareció junto al ángel una muchedumbre de la milicia
celestial, que alababa a Dios diciendo: «Gloria a Dios en las alturas y
paz en la tierra a los hombres en los que Él se
complace». Cuando los ángeles les dejaron, marchándose hacia el cielo, los
pastores se decían unos a otros: ‑Vayamos a Belén para ver esto que ha ocurrido y que el Señor
nos ha manifestado. Y vinieron presurosos y encontraron a María y a José y al niño
reclinado en el pesebre. Al verlo, reconocieron las cosas que les habían sido
anunciadas sobre este niño. Y todos los que lo oyeron se maravillaron de
cuanto los pastores les habían dicho. María guardaba todas estas cosas
ponderándolas en su corazón. Y los pastores regresaron, glorificando y alabando a Dios por todo
lo que habían oído y visto, según les fue dicho. |
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Algunas consideraciones para meditar el
misterio -
Dios había ido arreglando todas las cosas hasta ese momento: José en ningún
momento había dudado de la santidad de María, y al ver que Ella esperaba un
hijo y no le explicaba nada, pensó que estaba sucediendo algo fuera de lo
común y que él estorbada, así que decidió repudiarla en secreto (para no
exponer a la Virgen a una injuria terrible); Dios entonces le comunicó a José
-por medio de un ángel en sueños- que el Hijo que María esperaba era Hijo de
Dios y que él debería hacer las veces de padre... Ahora, cuando se acerca el
momento de nacer el Niño, resulta que deben dirigirse a Belén (cerca de
Jerusalén, a varios días de camino) porque César Augusto quería hacer un censo
de quienes vivían en el Imperio Romano. -
Pasan cerca de Jerusalén. Llegan a Belén. La ciudad -pequeña y con sólo una
posada- se encuentra llena de gente. "No había lugar para ellos en la
posada": no es que el posadero fuese un hombre sin entrañas, sino que
una posada con más de treinta personas y sin intimidad era el sitio más
inapropiado para que María diese a luz. Quizá fuese el mismo posadero quien
sugiriese a José la posibilidad del establo: entre bestias... pero con
intimidad. -
José arreglaría un poco aquello: limpiar, disimular los malos olores... (los
"portales" que construimos en Navidad son muy bonitos pero... hacía
frío y... olía muy mal -¡qué caramba!- como corresponde a esos animales). -
Cuando el Niño-Dios nace, la Virgen lo envuelve en pañales y lo recuesta en
un pesebre (es decir, en el lugar donde comían las bestias). Pudo hacerlo
porque el nacimiento de Jesús fue especial: la Virgen fue virgen antes del
parto y durante el parto: no sufrió dolores ni perdió sangre. Desconocemos
más detalles. Tampoco hace falta: igual que el rayo de luz atraviesa un
cristal sin romperlo, dicen los teólogos intentando hacernos más comprensible
este nacimiento milagroso. Claro: María era la llena de gracia. -
Vienen unos pastores. Con sus corderillos y lo que tenían a mano -quizá miel
o un poco de queso- para obsequiar al Mesías. Son brutotes, algo bastos, pero
sencillos -por eso han venido después de recibir el anuncio de los ángeles-,
como a Dios le gusta. También nosotros somos brutotes, ¡que no nos falte sencillez!... -
Cuentan a María y a José lo que les han dicho. Y la Virgen -siempre así- se
queda meditando, ponderando esas cosas en su corazón. -
Los pastores se vuelven felices, alabando a Dios: ¡son unos privilegiados! ¿Y
yo, que puedo encontrarlo siempre que quiera, tan cerca, en el Sagrario de
cada iglesia? |
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