¡Nunca me lo
habían explicado así!
(Razones para un corazón
limpio)
En el internado se daba una relación estrecha entre las familias de los
alumnos, los alumnos y sus profesores: con entrevistas muy frecuentes. Pero
aquel día se daba una situación algo tensa: un profesor había encontrado la
noche anterior a varios alumnos entretenidos en la habitación de uno mientras
ojeaban una revista “inconveniente”.
Las entrevistas del día siguiente no iban a girar en torno a los temas
habituales del estudio, la familia, los amigos, el trabajo en casa, etc. Y
esta vez era el subdirector de la escuela quien iba llamando uno a uno a todos
los implicados. Alguno iba con miedo: -“Me van a echar”, pensaba Antonio (que
era nuevo en la Escuela y contaba con sólo 15 años).
El Profesor rompió la tensión, hablando de forma clara pero amable:
-“Mira, no se trata de no hacer esto o lo otro, sino de tener el corazón
limpio para amar ¿Qué harías tú si te viese en esa situación tu novia o tu
madre? ¡Qué vergüenza!, ¿verdad? Pues te ve Dios y te ve la Virgen. Además, si
de verdad quieres a tu madre y a tu novia, debes actuar de la misma manera
cuando te ven que cuando no te ven...” Antonio se quedó boquiabierto pues
esperaba una bronca y un castigo de esa conversación. Además, cómo sólo
conocía un “catálogo de cosas que no se pueden hacer” pero desconocía la “razón
profunda” por la que “no se deben hacer”, respondió: -“¡Nunca me lo
habían explicado así!” Por otra parte, fue consciente de que había hecho daño
a sus compañeros y quería reparar ese mal.
Tan bien lo entendió que, sin que lo llamasen, en días sucesivos fue a
hablar con el subdirector: -“Ya he conseguido que se confiese éste y aquél:
sólo me falta Jorge, que es más durillo, pero pienso que enseguida irá
a ver al sacerdote...”
********************
Con frecuencia explicamos a alumnos o a amigos que algo no debe
hacerse, pero nos olvidamos de exponerles la razón profunda por la que no debe
hacerse. Incluso nosotros mismos olvidamos a veces la razón positiva que hay
detrás de cada prohibición.
Esas razones positivas y el esfuerzo –también positivo- por vivir cada
virtud (y no sólo la lucha negativa por evitar un vicio) nos llevarán a
esforzarnos “con brío” cuando un estado de ánimo bajo, un ambiente contrario u
otras circunstancias adversas hagan más difícil perseverar en la lucha por ser
coherentes: al vivir la pureza, la justicia o cualquier otra virtud.
Tenemos ideales nobles y metas positivas que nos alientan a vencer, a
no dejarnos arrastrar en esos momentos de mayor dificultad.