PIENSA QUE...

 

 

Pubertad y adolescencia

 

-"¡Quién pudiera suprimir estas etapas del desarrollo normal de una persona!" -Cuando hayas escuchado una afirmación parecida de la boca de un adulto, no pienses que sólo está quemado con sus hijos púberes o adolescentes: también él recuerda las incertidumbres por las que pasó a esa edad, y algunas le parecen considerables: no saber qué me pasa y cómo actuar... ¡en mis cosas!, a quién acudir... -Pero no se trata de una edad terrible. Difícil sí, pero no terrible (no, al menos, para quienes  saben afrontar esas dificultades en lugar de permanecer pasivos).

 

Llamamos pubertad a la edad en la que se producen los cambios corporales que llevan a la madurez sexual del individuo. Estos cambios empiezan a producirse en torno a los 12 años de edad en las chicas, y los 13-14 años en los chicos; y terminan alrededor de los 15-16 años en las mujeres, y los 16-17 años en los hombres.

Los cambios en el cuerpo del chico son: crecimiento (el "estirón"), aumento del apetito, aparición del vello en la cara, axilas, pubis, cambio de voz. También se produce el desarrollo y primera actividad de los órganos genitales. El muchacho experimenta el primer derrame, generalmente durante el sueño, de forma natural, con una sensación de placer.

Los cambios corporales de la chica son: se redondean las formas, se ensanchan las caderas y se desarrollan los senos, aparece el vello en las axilas y en el pubis. También se produce la primera menstruación, y la chica expulsará sangre por la vagina.

Los chicos y las chicas descubren la mutua atracción. Es normal. Pero, como seres libres que somos, debemos encauzar esos impulsos y tendencias.

En esta edad de cambio se te plantearán muchas dudas y cuestiones. Son las "dificultades" de las que hablábamos al principio. Sólo llegan a ser "terribles" cuando no tienes con quién resolverlas. Al principio, quizá se te ocurra preguntar estas cosas a otro chico o chica de tu edad. -No es lo mejor, porque también él o ella están atravesando por esa etapa de inestabilidad. -Quizá el más indicado sea tu padre (para los chicos) o tu madre (para las chicas), o algún profesor o profesora con los que tengas confianza, o alguien de tu familia que ya sea adulto (a partir de unos 25 años). Piensa que todos ellos -nadie ha nacido adulto- han pasado por lo mismo, pero al haber superado ya esa etapa de cambios, están capacitados para explicarte esas cosas serenamente.

(No es terrible la pubertad, pero llega a serlo para quienes no cuentan con el apoyo de un adulto al que confiar sus dudas y dificultades. Del mismo modo que no debe preocuparse un daltónico sobre si combinan o no los colores de las prendas de vestir que lleva puestas, siempre que tenga alguien de confianza a quien preguntar por las mañanas cuando se viste: ¡alguien que no sea daltónico, por supuesto!... -Además, el "daltonismo" de la pubertad se cura con el tiempo: paciencia...).

 

La adolescencia propiamente dicha es la etapa que llega hasta los 21-23 años (a veces más), y se caracteriza por una cierta inestabilidad psicológica. Son los cambios psíquicos que se producen especialmente antes de llegar a la madurez (adolescencia viene del lat. adolescere, que significa crecer o llegar a la maduración). El adolescente, que ya ha pasado la pubertad, no sufre cambios físicos tan radicales, pero presenta una psicología diferente: al contrario que el niño (que busca siempre el apoyo de los adultos), el adolescente se distingue por rechazar habitualmente el consejo y la ayuda de las personas adultas. Podríamos enumerar las siguientes características psicológicas del adolescente (aunque esta enumeración no sea exhaustiva y tampoco se dé completamente en todas las personas que atraviesan esa etapa):


-Inadaptación a las costumbres sociales, que se refleja en el aspecto físico desgarbado.


-Capacidad de ilusionarse con grandes ideales, de tomar decisiones radicales.

-Capacidad de amar, deseos de entregarse a otros, búsqueda de la amistad.

-Inclinación a poner en tela de juicio todo. Actitud crítica, rebelde, ante todo lo que suponga autoridad: los padres, profesores, autoridades civiles... e incluso Dios.

-Búsqueda de cariño (pero el adolescente se encuentra con el problema de que su recién descubierta intimidad le empuja a rechazar las manifestaciones externas de ese cariño).

-Gran sensibilidad e inestabilidad emotiva, que desembocan en una gran inseguridad (una vez más, el pudor de su intimidad les lleva a manifestarse externamente con una seguridad -no real- excesiva e incluso grotesca).

 

 

Amor y sexualidad

 

No son sinónimas estas palabras. Sin embargo hay personas que las utilizan indistintamente. La prueba de que se equivocan (y se trata de un error grave) está en que casi todos los seres vivos (plantas, animales...) tienen sexo, pero sólo el hombre es capaz de amar (aunque la tonadilla popular que cantaban tus abuelos hable del "toro enamorado de la luna").

Amar es algo propio de la persona, porque se ama con el alma (¡qué bien lo explica la canción!...: "y te seguiré queriendo/ hasta después de la muerte./ No te creas que es mentira,/ que muerto también se quiere,/ que te quiero con el alma/ y el alma nunca se muere"). Pero somos alma y cuerpo, y a menudo el alma se sirve del cuerpo para manifestar ese amor. -¿Puede amarse con el cuerpo? Sí. -¿Puede amarse sin el cuerpo? También. -¿Puede amarse sin el alma? No.

El sexo está ordenado a la procreación. También es cauce para manifestar el amor dentro del matrimonio, cuando se respeta la integridad de las dos personas. -El uso del sexo está unido al placer. Y el placer no es malo. Pero la persona egoísta puede buscar ese placer como finalidad: entonces el sexo deja de ser cauce para manifestar el amor; es más, resulta un obstáculo para el amor.

Todos los hombres y mujeres normales alcanzan la madurez sexual (de ahí que sea absurdo y pueril hacer alardes de haberla alcanzado). Pero no todos los hombres y mujeres saben amar, ya que se precisa la virtud de la pureza para amar de verdad (por la pureza el cuerpo es instrumento del alma para manifestar el amor, mientras que con la impureza el alma es esclavizada por las pasiones y se incapacita para amar). Es la capacidad de amar lo que nos distingue de los otros animales como seres inteligentes y libres que somos. Cuando ves que alguien intenta justificar ante otras personas sus flaquezas (sus complejos, quizá) diciendo que él o ella es más libre porque hace lo que le apetece, mientras que tú eres sólo alguien reprimido, no olvides que esa persona tendrá dificultades para entender una explicación profunda porque las pasiones ciegan su inteligencia (debes procurar ayudar a esa persona hablando con ella a solas, pues su falta de personalidad le impedirá reconocer públicamente que tú tienes razón, que él o ella es menos libre cuando actúa así): realmente esa persona no hace lo que quiere (es decir, lo que elige voluntaria e inteligentemente) sino lo que le apetece (igual que cualquier otro animal).

Somos hombres y mujeres de una pieza cuando actuamos libremente. Y sólo con libertad podemos amar. Y sólo amando llegaremos a ser felices.

 

 

 

 

 


Noviazgo...

 

En la conversación que aquel profesor mantuvo con un muchacho de unos 15 años, trataron acerca de muchos temas: estudios, amigos, ilusiones... Al hablar de la virtud de la pureza, el muchacho afirmó tajantemente:

-Yo no tengo problemas con este asunto.

-(Quizá sea un caso de pubertad retrasada, o puede que no, sino que hasta ahora tampoco haya tenido especiales dificultades, pero por si acaso...). Mira, si surge algún problema o pasas por un mal momento: procura no estar ocioso nunca, sé sacrificado, frecuenta los sacramentos, acude a la Virgen cuando venga la tentación...

-Todo eso me parece bien, pero yo tengo otro sistema.

-¿Sí? Explícamelo.

-Hasta hace un año y pico, no vivía esa virtud... Pero me eché novia formal y, la quiero tanto... que cuando estoy con ella pienso: "tengo que respetarla"; y cuando no estoy con ella y me asalta una tentación, enseguida me acuerdo de ella: "¡tengo que serle fiel!"

(...)

 

Y es que el muchacho, sin descuidar los medios que el profesor le aconsejaba, tenía un motivo personal profundo para vivir la virtud: estaba enamorado. Por eso se puede decir que sólo entienden la necesidad de vivirla aquellas personas que saben amar. Porque, de verdad, ¡vale la pena!

(Aclaro que no es frecuente para un muchacho tener novia formal a los 14 años, sino unos cuantos años más tarde, pero debo reconocer que en este caso se trataba de una persona muy madura: con una mentalidad equivalente a la de alguien con 18 años. Si cuento esta anécdota es porque pienso que te será útil para cuando formalices un noviazgo. Durante el noviazgo, debes procurar conocer mejor el alma -"bucear" en el alma- del otro (del novio, de la novia). La virtud de la pureza hará que la pasiones nunca cieguen ese conocimiento: y crecerá el amor, y estaréis en condiciones -cuando llegue el momento- de comprometeros de por vida en el matrimonio).

 

 

...y familia 

 

Supongamos que has atravesado ya las etapas de la pubertad y de la adolescencia. Y que has contado con el consejo y la ayuda de personas de tu confianza -amigos ya adultos-, de manera que ese periodo no te ha resultado terrible (sino sólo difícil, y tampoco mucho...). Supongamos que has sabido encauzar todos esos ideales que han llenado tu alma durante la adolescencia, con numerosas iniciativas que te han ayudado a forjar una fuerte personalidad. Supongamos -en definitiva- que, dentro de la limitada felicidad que es posible conseguir en esta vida, te consideras una persona feliz.

Estas preparado para seguir adelante. Puedo asegurarte que, el dejarte ayudar por quienes podían hacerlo y el noviazgo limpio que has sabido vivir en tu juventud, han hecho de ti una persona capaz de amar -y amar mucho- en el matrimonio.

Pero claro, empiezan a venir los hijos, como fruto natural de ese amor. Y tienes que educarlos (respetando su libertad -como han hecho contigo- para que forjen una personalidad propia). Y no puedes olvidar que van a pasar por las mismas etapas de cambios físicos y psicológicos por las que has pasado tú.


Acuérdate de esa dificultad que tenías para abrir tu intimidad a una persona adulta porque pensabas que no te iba a entender (que las cosas que te sucedían sólo podían comprenderlas los amigos de tu edad, y que incluso algunas de esas cosas sólo te pasaban a ti). Y acuérdate de que esa dificultad iba unida a la necesidad de contar a alguien lo que te sucedía para recibir un consejo o aclarar dudas... Tienes, por eso, que procurar ser alguien accesible para tus hijos e hijas (y esto no va en detrimento de la autoridad: cuando tengas que corregir su actitud en algo, deberás hacerlo, y quizá con energía). De esta manera les facilitarás que resuelvan sus dificultades y conseguirás que esos años de juventud sean recordados por ellos, quizá, como los más felices de su vida.

 

Fernando del Castillo del Castillo