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19. LAS DROGAS Introducción Definición de droga según la OMS: "Toda
sustancia, terapéutica o no, que introducida en el organismo por diferentes
mecanismos de administración va a actuar sobre el sistema nervioso central
produciendo una alteración de tipo físico, intelectual, experimentación de
nuevas sensaciones y/o modificación del estado psíquico del sujeto". Algunas
cifras Número de detenciones por familias
de drogas en España, 2000-2011: Número de denuncias por tenencia y
consumo de drogas en lugar público: Consumo
últimos 30 días en % población de 15-64 años, España 1997-2011: Consumo
diario en % población de 15-64 años, España 1997-2011: Intoxicaciones
etílicas agudas (borracheras) en los últimos 12 meses en % población de 15-64
años, España 1997-2011: Algunos
conceptos ─Tolerancia: con muchas drogas sucede
que, a medida que el sujeto las va tomando, necesita dosis cada vez más altas
para conseguir los mismos efectos. ─Dependencia física: profunda
alteración fisiológica, derivada del cambio que se produce en el sistema nervioso
al interrumpir la administración de la droga que ya se había hecho habitual.
Lleva al síndrome de abstinencia, con manifestaciones psíquicas y
orgánicas muy dolorosas en ocasiones, y cuyas características dependen de
cada droga y de la personalidad del sujeto. ─Adicción: alteración de la conducta
con un deseo incoercible de tomar la droga, tratando de asegurarse por
cualquier medio la cantidad que el drogadicto necesita. Se incluye en la
adicción la tendencia a la recaída tras haber conseguido
suspender el uso de la droga. Drogas duras/drogas blandas El término "drogas blandas" se emplea para
referirse a algunas sustancias cuyo consumo moderado no produciría
─según pretenden asegurar─ ningún efecto patológico en el
organismo ni en la vida humana y sería equiparable, por ejemplo, al consumo
de tabaco. El concepto de "droga blanda" surgió en el
ámbito de los consumidores y traficantes, y no ha sido generalmente aceptado
por los científicos, que en investigaciones recientes han puesto de manifiesto
su peligrosidad. Es cierto que no todas las drogas son igualmente
nocivas: hay una gradación entre ellas. Sin embargo, las mal llamadas
"drogas blandas" ─como las "duras"─ producen
numerosos efectos nocivos y patológicos en el organismo y en la personalidad
de sus consumidores. Las drogas englobadas bajo el término de
"blandas" son las siguientes: ─El
hachís, la marihuana y la grifa (derivados del Cannabis). ─El L.S.D.,
la mescalina y la psilocina (sustancias todas de efectos
alucinógenos). ─La cocaína y las
anfetaminas. ─Los solventes
volátiles como el tetracloruro de carbono, el cloroformo, el
tolueno, la acetona, etc. Estas sustancias se enfrentan a las incluidas en el
grupo de "drogas duras", entre las que destacan la codeína, la
morfina y la heroína (derivados del opio) y los barbitúricos. Los partidarios de mantener la distinción
"duras/blandas" señalan el hecho de que las drogas blandas no
producirían dependencia física, cosa que sí acontece con el consumo de drogas
duras. La dependencia física es la progresiva adaptación del organismo a la
droga que ya describimos. La no dependencia física parece ser cierta, en
teoría, para las drogas blandas. Pero si se observa lo que sucede en la vida
real del drogadicto, dicha afirmación se tambalea: En primer lugar, porque, si el consumo de
"drogas blandas" se asocia con el alcohol ─algo tan frecuente
que es casi la regla─, también aquí aparece la dependencia física. En segundo lugar, porque este criterio también
depende de la vía de administración. Así, la administración por vía
intravenosa de cocaína y anfetaminas, que es bastante frecuente, hace que se
manifieste la dependencia física. Y en tercer lugar, porque la así definida
dependencia física es un fenómeno de difícil constatación: únicamente,
mediante el síndrome de abstinencia. En el consumo de drogas blandas hay: habituaciones
(pérdida de libertad, caracterizada por el deseo irreprimible de
continuar consumiendo cierta sustancia, una vez que hubo cierta repetición en
su uso); dependencia psíquica (estado de cierta tonalidad
hedónica, y necesidad anímica del consumo de drogas para evitar trastornos
psicológicos profundos, como, por ejemplo, fuertes estados depresivos);
y dependencia en el comportamiento (resultado de un aprendizaje
que es recompensado tanto ambiental como neurofisiológicamente). En esto no
hay discrepancias entre drogas blandas y duras, sino más bien convergencias y
similitudes. Además, hay que tener en cuenta el fenómeno de la escalada,
consistente en el aumento e incorporación progresiva y gradual, tanto en la
cantidad como en la calidad, de las sustancias tóxicas consumidas, hasta
depender física y psíquicamente de este consumo (la toxicomanía). La escalada
es muy frecuente entre quienes se inician en el consumo de las drogas
blandas. Pero es siempre ascendente. El fenómeno inverso (descenso de las
drogas duras a las blandas) solo aparece de manera
excepcional. La politoxicomanía y el fenómeno de la
escalada Actualmente el consumo de drogas se caracteriza por
la politoxicomanía, o adicción a varias sustancias. El siguiente cuadro
muestra datos referidos a España: Del cuadro anterior, aparte de
constatar la realidad del policonsumo de drogas, podemos sacar diversas
conclusiones: ─Con excepción de las personas que consumen
alcohol desmesuradamente, más del 80% de los consumidores de otras drogas
consumen también cannabis. ¿Por qué, si los efectos de esta droga son
menos fuertes que los de las otras que consumen? Podemos decir que es una
droga que se consigue fácilmente. Pero no es aventurado pensar también que
el cannabis ha sido para ellos la vía de acceso a las otras drogas. ─Refuerza la opinión anterior el hecho de que
la mayoría de los consumidores de cannabis (en torno al 80%) no
consuman otras drogas (salvo el tabaco, que también consumen al fumar marihuana,
y salvo el alcohol, que precisamente potencia el efecto del porro, y provoca
en quien consume ambas la dependencia no solo psíquica, sino física).
Muchas personas ─jóvenes sobre todo─ consumen porros y alcohol, y
algunas de ellas pasan a consumir otras drogas. Pero en la práctica totalidad
de los casos se puede afirmar que el cannabis ha sido la puerta de
entrada a las otras drogas: es el fenómeno de la escalada. ─También es preocupante que casi
el 20% de los consumidores de cannabis consumen también cocaína (y la casi
totalidad de consumidores de cocaína consumen también cannabis); podría ser
un indicio de que es esa la vía de entrada a otras drogas: primero cannabis y
alcohol, después cocaína... ─El caso del alcohol es diferente: el
alcohólico no tiene por qué acceder a otras drogas, aunque el alcohol
─como muestra la estadística─ es un “refuerzo” en la búsqueda de
sensaciones para los que son consumidores de otras drogas. Pero no hay que
quitar importancia a esta toxicomanía (el alcoholismo), cuyos efectos son devastadores
no solo en el hígado y en el cerebro de quien se emborracha,
sino en las relaciones familiares y de amistad. Algunas causas de la drogadicción Pérdida de valores morales: aquellos que, por ser
espirituales, son específicamente humanos (es decir, no compartidos con otros
animales, como sucede con la búsqueda del placer sensible). Se pierden los
valores familiares, religiosos y humanos. La amistad. La entrega generosa al
servicio de los demás. La oración. Supravaloración de los bienes materiales y sensibles: con la correspondiente
"animalización" o "embrutecimiento" de las personas. Una
consecuencia es la incapacidad para soportar serenamente pequeños dolores. Los intereses económicos: el dinero que mueve
anualmente el negocio de la droga alcanza cifras equiparables a las del
Presupuesto General de un Estado de la Europa
Occidental. La falta de autoridad: tanto en la sociedad
civil como en la familia. Resulta incomprensible, si no es por ese deseo de
agradar, la irresponsable despenalización del consumo de droga blanda, introducida
en España en 1983 mediante la reforma del Art. 344 del Código Penal: las
consecuencias en el aumento del consumo de cannabis fueron evidentes. Personalidades inmaduras: la persona inmadura tapa
con la adicción su falta de recursos interiores para llevar las riendas de su
propia vida. En ese aspecto es como un niño: de ahí que la adicción comience
muchas veces en la adolescencia, cuando la persona está aún en proceso de
maduración (que la droga interrumpe). “Remedios” aplicados hasta ahora Son ya pocas las personas que defienden la
legalización del consumo y del comercio de drogas (o de algunas drogas) como
remedio para este problema. Quienes todavía lo hacen, defienden su postura
como forma de evitar la delincuencia relacionada con el comercio clandestino. Pero se ha desarrollado otra corriente que podríamos
llamar sanitarista: tratar las adicciones como una cuestión de
salud pública. No se busca tanto curar las adicciones como controlarlas, para
disminuir los problemas sanitarios y sociales que provocan. Las políticas
sanitaristas se orientan al reparto de jeringuillas y preservativos a
toxicómanos, la administración controlada de heroína y el empleo de sustitutivos
como la metadona, que es la opción más extendida. Con
esto se consigue reducir riesgos, pero no disminuye el número de adictos.
Muchos dejan de delinquir y desaparecen de la vista del público (el adicto
que recibe metadona se droga en la farmacia o en el hospital). Pero
siguen siendo adictos a los opiáceos y a las otras sustancias que
la metadona no sustituye. Los programas de metadona solo son útiles si se toman como paso intermedio hacia
la rehabilitación sin droga. Efectos producidos por la "inocua"
marihuana La pretendida inocuidad del consumo de marihuana ha
sido desmentida por los datos objetivos de las investigaciones biológicas.
Entre los efectos producidos por la marihuana cabe destacar: ─Congestión de la conjuntiva ocular. ─Aumento del ritmo cardiaco (taquicardia), lo
que incrementa el riesgo en los enfermos cardiacos y facilita la aparición de
la angina de pecho. ─Bronquitis, broncodilatación y
producción o agravación de la crisis del asma. Los efectos de la marihuana
son mucho más intensos, desde este punto de vista, que los producidos por el
tabaco. ─Probable activación de las células
cancerosas. ─Aumento de las infecciones al disminuir las
defensas biológicas. ─Alteraciones genéticas muy variables: desde
la muerte celular a las mutaciones patológicas; del cáncer y envejecimiento
celular precoz a la esterilidad, el aborto y las malformaciones congénitas.
Otras alteraciones han sido comprobadas en células reproductoras de ratones.
La alteración más frecuente en el hombre es la disminución de las formas
móviles (necesarias para la fecundación) y la reducción del número de
espermatozoides. El consumo crónico de marihuana origina también
profundos cambios estructurales en los espermatozoides humanos, como ha
podido comprobarse gracias a la microscopía electrónica. Esta patología es de
mayor importancia que la anterior, puesto que de ella dependerá la transmisión
de graves perturbaciones genéticas a la descendencia. ─También el sistema nervioso resulta alterado
por el consumo de marihuana, como ha podido observarse con el microscopio
electrónico en cerebros de primates a los que se administró un dosis
análoga a la consumida por sujetos humanos. Estas graves perturbaciones son
irreversibles y se localizan preferentemente en el sistema límbico, que
regula la conducta afectiva, lo que explicaría la aparición de depresiones en
los consumidores de drogas. Conviene recordar que la corta edad es un
factor de riesgo. Cuanto menor es la edad que se tiene al experimentar por
primera vez la droga, mayores son las posibilidades de padecer luego una dependencia
grave. Las drogas de síntesis No vamos a tratar ahora con extensión el nuevo
“objeto de consumo”, difundido durante los años 90, que se engloba bajo el
nombre de “drogas de síntesis” o “drogas de diseño”. Sobre todo en los comienzos, el consumo de estas
drogas ha estado ligado a la llamada “ruta del bakalao”. Se trata de
sustancias que ─como su nombre indica─ son sintetizadas en
laboratorios: no proceden, pues, de plantas como las drogas clásicas. Producen
el efecto de permitir a sus consumidores mantener una actividad desenfrenada
─como el baile de la música “bakalao”─ durante periodos muy
prolongados (noches enteras). Para esto, elevan la tensión sanguínea y el
ritmo cardiaco. Como esos efectos y la actividad provocan la deshidratación
en el individuo, los consumidores requieren aportes continuos de agua (son
conocidos los precios desorbitantes que adquieren las pequeñas botellas
de agua en las discotecas donde se consumen estas drogas). ─Las drogas
de síntesis escapan a los análisis rutinarios de sangre y orina (no son
detectadas): esto lleva a que algunos ─en un alarde de imprudencia
temeraria─ conduzcan bajo sus efectos. Crean adicción: en el corto periodo de vida de esta
nueva moda, ya se ha podido estudiar con detenimiento el éxito o fracaso de
los tratamientos de desintoxicación. Debido a sus efectos fisiológicos, han
provocado numerosas muertes ─decenas cada año en España─, por
problemas cardiacos. Se difunden con éxito hasta el punto de “desbancar” en
algunos ambientes el triste privilegio que tiene el porro de ser la droga más
consumida. Sin embargo... Siempre que tengo que exponer el tema de las drogas,
o dialogar sobre ellas, y también ahora al escribir, me sucede lo mismo:
siento vergüenza... ¿Por qué? Porque hago hincapié en los efectos patológicos
de las drogas sobre sus consumidores y... no es esto lo que más me preocupa. Al hablar de bioética en las clases, me gustaba
decir ─aunque esta afirmación no sea filosóficamente correcta─
que se dan en el hombre tres niveles de conocimiento: el sensible, el
sentimental y el inteligente. El acceso a cada nivel es progresivamente más
difícil, pero precisamente el tercer nivel de conocimiento es más profundo y
también más humano (más propio del hombre). ─El conocimiento sensible
nos lo ofrecen los sentidos: también común a otros animales, es el más
inmediato, y a él recurren los publicistas (los colores rojo y gris que
predominan en los anuncios de Coca Cola, los cálidos ─verde y
naranja─ que tenía el símbolo de la extinta UCD, etc.). ─Al
sentimiento también resulta relativamente sencillo acceder, y vuelve a ser
presa fácil de la publicidad ("vuelve a casa, vuelve, que te esperamos...",
"vuelve a casa, vuelve, vuelve a tu hogar...", "...por
Navidad"; y una melodía deliciosa..., y escenas entrañables de frío y
nieve fuera, y calor y sonrisas dentro..., y el esperado abrazo de los seres
queridos..., y al final: NESCAFÉ). ─A la inteligencia, en cambio, no se
llega inmediatamente: a veces se precisa elaborar largos razonamientos, y son
muchos los que se pierden por el camino en este empeño: sin embargo, sin
dejar de lado los sentimientos, también humanos, el conocimiento inteligente
es el propiamente humano. Decía en aquellas clases que nosotros íbamos a
procurar acceder siempre a este tercer nivel de conocimiento, aunque muchos
desconectasen del hilo del discurso por estar acostumbrados a eslóganes,
imágenes llamativas y otros sistemas que requieren menos esfuerzo. Porque si,
por ejemplo, descubrían la
atrocidad del aborto desde un punto de vista solamente
sentimental, pero no lo hacían de forma inteligente ─es decir
reconociendo que el feto abortado era una persona humana inocente e
indefensa─, ya se encargaría la televisión de sacar una madre llorando
─embarazada por violación─, que les llevase sentimentalmente a
afirmar: en el fondo no es tan malo... Por eso siento vergüenza, porque he tenido que
recurrir a lo que tanto he criticado: “meter miedo” describiendo los
terribles efectos del consumo de drogas en la salud, cuando en realidad estos
me parecen "nada" ─a pesar de su gravedad─ comparados
con los efectos morales que ese consumo produce en el drogadicto. Y lo he
hecho porque sé que es un modo eficaz de captar la atención y hacer reaccionar
de forma inmediata a los posibles consumidores: de alguna manera he hecho
como los publicistas. ─Si he actuado así es porque deseo, en primer
lugar, que nadie entre en ese mundo de la droga; o que, si ha entrado, salga
enseguida, antes de que la recuperación resulte casi imposible. Pero quiero,
a continuación, fundamentar más ese rechazo al consumo de drogas: ─"Soy un mierda"...
─"¿Qué más da?"... ─"Yo no importo nada"...
¿Cuántas veces has oído decir esto a un amigo, o has sido tú mismo el titular
de expresiones parecidas? Ni él, ni tú, ni nadie es "un mierda"
(pido perdón por abusar de esta expresión, pero es quizá la que más he
escuchado de labios de quienes no encuentran sentido a su vida). Todos somos
importantísimos. Sin embargo, ¿qué esperas escuchar de quien solo busca el placer sensible como fin de su vida? ¿Qué,
de quien no reconoce a su alrededor a nadie que le quiera de verdad, a nadie
que no intente aprovecharse de él o disfrutar a costa de él, a nadie que le
pueda decir sinceramente: tú eres muy importante, yo comprendo tus
preocupaciones, las hago mías e intentaré ayudarte, sacrificándome cuanto sea
preciso? ¿Qué puedes encontrar en la cabeza y en el corazón de quien
─en consecuencia─ desconfía de todos, no tiene verdaderos amigos,
y poco a poco se ha incapacitado para querer generosamente a los demás?
Comprendo bien la afirmación que hace: esa persona en realidad no es "un
mierda", pero vive como si lo fuera. Y esta afirmación es válida no solo para los drogadictos, ya que en nuestra sociedad
son muchas las adicciones que desarrollan una dinámica destructiva en la
persona adicta: la ludopatía, las compras compulsivas, la adicción al sexo... Pienso que el esfuerzo por hacer más humana la vida
de los drogadictos o "drogadictos en potencia" es el único camino
para ayudarles. La identificación del placer sensible (algo al alcance de
cualquier animal) con la felicidad (algo propio del hombre) es un error tan
común como pernicioso. No debemos permanecer impasibles cuando alguien
plantea delante de nosotros la conveniencia de distribuir
"legalmente" la droga para abaratarla y acabar así con la
delincuencia que el tráfico de drogas trae consigo: ¿acaso nos importa
"un bledo" la situación penosa en la que ─como hombre─
se encuentra el drogadicto? ¿Solo nos preocupan los robos y
la delincuencia, o los daños físicos inmediatos que al drogadicto le produzca
el consumo? No, no puede darnos igual la existencia ─si esto fuera
posible, que no lo es─ de personas físicamente sanas y no delincuentes,
pero cuya degradación moral no les deje otra alternativa que la de afirmar:
"¡soy un mierda!..." |
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