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11: CÉLULAS MADRE EMBRIONARIAS Universalidad de la ética Imaginemos que alguien diseña un
coche con ciertas características: consume gasolina sin plomo, precisa que se
pise el embrague para cambiar de marcha (no es automático), requiere cierto
tipo de aceite y poner una determinada presión en las ruedas delanteras y
otra en las traseras cuando va cargado... Imaginemos también ─aunque
sea ciencia ficción al más puro estilo Disney─ que el coche diseñado es
libre y cuando llega a una gasolinera descubre que el gasóleo es más barato y
decide echarse un poco, o que hace cualquier otra cosa sin tener en cuenta su
diseño. Si el coche “actuase” de esa manera, evidentemente, se haría daño. Cada uno de nosotros, cada hombre
(varón o mujer), tiene una naturaleza (un "diseño") del que no es
autor. De ahí que haya modos de actuar que nos perjudican siempre (por ser
contrarios a ese "diseño") y otros que son correctos. Dentro de los
modos adecuados de ejercitar nuestra libertad existen muchas opciones (igual
que el coche del ejemplo podía viajar a Barcelona, Madrid o Granada). También
dentro de las normas (el "diseño") que uno debe respetar existen
muchas opciones buenas. Pero ninguna lo será si obramos en contra de esa ley
que cada uno descubre en el fondo de su conciencia cuando no la violenta o enturbia. Por eso se puede hablar ─y se debe
hablar─ de forma objetiva sobre cuestiones éticas. Hay actos humanos
que en sí son buenos y otros que son malos. Y aunque los
buenos puedan pervertirse si se busca con ellos un fin malo, los malos no se
tornarán buenos porque se busque hacer con ellos algún bien: el
fin no justifica los medios. Con el ejemplo del coche: puedo echarle
gasolina sin plomo y cambiar bien las marchas pero dirigirme con él a... ¡un
barranco!; pero si no elijo el combustible adecuado, aunque decida circular dentro
de la carretera dañaré el coche y no llegaré a ningún sitio. Lo más racional, lo más responsable será estudiar
nuestro "diseño" ─nuestra naturaleza─ para tomar buenas
decisiones: podemos hacerlo estudiando cómo somos y también preguntando al
"diseñador" (sería absurdo hacer pruebas para descubrir cómo funciona
un coche si tenemos un "manual de instrucciones" en la guantera).
El estudio ─la reflexión─ será siempre necesario. Pero en la vida
no sirve cualquier "opinión" improvisada sobre aspectos básicos de
“funcionamiento”, y seguirla sin más sería un error grave. Sería como si el
coche dijese: ─¡No, si a mí me gusta más echarme vinagre que aceite en
el depósito!... Existe una verdad objetiva sobre la bondad o maldad
de algunos actos humanos, y hay que buscarla. No todo es opinable:
como tampoco lo es que dos y dos sean cuatro... o cinco (con la diferencia de
que ese error solo me llevará a perder un
euro cuando me den la vuelta de la compra, mientras que los errores éticos
pueden llevarme a perder… ¡la felicidad!) Todo esto, y la comprobación de cómo ha sido
atropellada la dignidad humana en regímenes totalitarios a lo largo del siglo
XX (la experiencia previa a esa decisión fue el genocidio nazi impulsado por
un Hitler... ¡elegido democráticamente!), llevó a reconocer unas normas de
carácter universal en la Declaración Universal de los Derechos Humanos de
1948. La fecundación "in vitro", los
embriones "sobrantes" y las células madre Ya vimos que, cuando un médico
recibe el "encargo" de “fabricar” un hijo por la FIVET, para
garantizar el “éxito”, realiza varias fecundaciones con los gametos que le
proporcionan. De ahí proceden los mal llamados “embriones sobrantes".
¿Qué sentimientos puede desarrollar en su corazón el hijo fruto de la FIV al
saber que otros hermanos suyos fueron denominados “sobrantes” y permanecieron
congelados sin esperanza de desarrollo? La FIV ha producido millones de embriones sobrantes,
pues para los que llevan más de 5 años "congelados" no se prevé su
implantación y desarrollo. Algunos científicos (pocos en comparación con los
que tienen otra actitud, pero tan “ruidosos” que parecen una multitud) se
plantean: ─Ya que a nadie le interesan, ¿por qué no los destinamos a la
investigación o a la experimentación? ¿Por qué no utilizar sus células madre
e intentamos regenerar tejidos adultos dañados? Aceptar esto sería como
aceptar la experimentación con enfermos terminales, tratarlos sin respeto,
sin tener en cuenta su dignidad. ¿Qué son las células madre? Cada uno de nosotros empezó a existir como cigoto,
cuando, tras la unión de un óvulo y un espermatozoide, se originó un ser
humano con información genética propia. La mitosis y la diferenciación de
tejidos hacen que ese nuevo individuo vaya desarrollándose como
pluricelular, en un proceso vertiginoso de crecimiento y especialización. Todas las células somáticas (del cuerpo de una
persona) tienen la misma información que tenía esa persona cuando estaba
constituida por una sola célula: el cigoto. Como si se hicieran copias del disco
de un ordenador. Pero ─siguiendo con el ejemplo del
ordenador─ finalmente no todos los documentos copiados pueden ser leídos:
solo algunos de los 30.000 genes cuya información recoge
nuestro ADN se expresarán en cada célula. Es parecido a lo que sucede cuando
tenemos un documento anticuado y no podemos abrirlo porque en nuestro
ordenador ya no existe el programa en cuyo formato fue guardado por última
vez. En estado embrionario cada célula puede “abrir”
todavía muchos “documentos” (nos referimos a los genes). A ese tipo de células
se las denomina "células madre": pueden reproducirse sin diferenciarse
(en cultivo); o pueden dar lugar a células diferenciadas (tejido nervioso,
muscular, etc.) conforme se especializan en el desarrollo normal. Aparentemente, estas células serían la solución para
regenerar tejidos dañados: un corazón con infarto, tejido nervioso (enfermedades
del sistema nervioso), diabetes, etc. Pero veremos que hay otras soluciones
más eficaces y que no generan problemas éticos. Cuestiones éticas sobre el uso de células madre
embrionarias Recuerdo la entrevista publicada por el suplemento
de un diario nacional en abril de 2004. El entrevistado era un médico al que,
por haber investigado con embriones humanos durante años, se le había dado
especial publicidad. Y afirmaba: a) No hay que confundir
células madre embrionarias con embriones; b) No hay que confundir
embrión con ser humano. a) Sobre la primera afirmación debemos admitir que
es verdad. Pero se trata de una falacia (es decir, de algo que induce a error
por ser una verdad a medias). Ciertamente no hay que confundir células madre
embrionarias con embriones, pero hay que recordar que cuando se usan esas
células se destruyen embriones. De forma semejante, tampoco podemos confundir
el corazón de una persona con su cuerpo, pero sabemos que si le quitamos el
corazón a un tipo... ¡se acabó el cuerpo! b) Acerca de la segunda afirmación: ¿no es lo mismo
un embrión que un ser humano? El embrión es un ser vivo distinto a la madre,
pues tiene información genética propia, y unidad y desarrollo propios. Y si
no se trata de un ser vivo humano, como biólogo me pregunto: ¿de qué animal
se trata? Es la misma cuestión que le plantearía a la política española que
se hizo famosa por decir en una entrevista que el feto de trece semanas era “un
ser vivo, claro. Lo que no podemos hablar es de ser humano, porque eso no
tiene ninguna base científica” (sic). Recordemos
que se da un desarrollo continuo del individuo (de los individuos, si son
gemelos homocigóticos) desde la fase de cigoto hasta el mismo instante de la
muerte. Los estudios científicos demuestran
que, hasta ahora, a partir de un embrión humano nunca se ha llegado a un
chimpancé adulto. Igualmente, suponemos que ningún humano adulto ha pasado
por una fase embrionaria de chimpancé: lo que llega a ser... ¡ya lo era! Es verdad que el embrión no da muestras de
inteligencia ni de voluntad. Pero tampoco las da el niño recién nacido y a
nadie se le ocurre poner en duda que sea persona humana. Es verdad que le falta un sistema nervioso
desarrollado y activo. Tampoco se encuentra activo el sistema nervioso ya
desarrollado de un joven en coma por accidente de moto y... sigue siendo
persona. La diferencia es que el joven necesitará unos medios especiales para
salir de ese estado, mientras que el embrión solo precisará que le dejen
seguir su desarrollo "tranquilo" en el útero materno. Hay falta de sensibilidad en algunas personas: como no
veo un niño... ¡no hay un niño! (piensan). Algo parecido a lo que
sucede con el aborto: en este caso, a
la madre que aborta nunca le enseñan lo que le han extraído ─los
bracitos, la cabecita del niño...─ con esa "operación", algo
que sí se hace con otras operaciones normales. Otro problema es la falta de solidaridad. Los
varones nos solidarizamos con las mujeres maltratadas porque nos ponemos “en
su lugar”, a pesar de que nunca seremos una de ellas. Pero pocas personas se
solidarizan con los embriones humanos, a pesar de que todos, sin excepción,
hemos sido uno de ellos al empezar nuestra existencia. ¿Clonación reproductiva y
"terapéutica"? La clonación se lleva a cabo introduciendo el ADN de
una célula somática en un óvulo sin núcleo (este es un "ordenador"
capaz de leer todos los "documentos" ─genes─ de la
célula somática). Se habla de clonación reproductiva cuando se
pretende obtener nuevos individuos con las mismas características de un
adulto. Este asunto ya lo hemos tratado desde el punto de vista ético en el
tema anterior. Además, la posible clonación humana con fines reproductivos es
algo que, todavía hoy, repugna a la opinión pública. La llamada clonación "terapéutica" se
llevaría a cabo para obtener células madre destruyendo el embrión. Algunos
que se escandalizan ante la clonación reproductiva, sin embargo justifican la
"terapéutica": es para salvar otras vidas, dicen... La realidad es
que, si resulta aberrante la clonación reproductiva, más aún la terapéutica:
en la reproductiva se cosifica a la persona como si de un producto
comercial se tratara, pero en la terapéutica se destruye al individuo clonado
(es como si "criáramos" niños para quitarles el corazón e
implantárselo a otras personas necesitadas: podíamos hablar entonces de cría
"terapéutica" de niños donantes...) Alternativas Aparte de la inmoralidad que supone experimentar o
alterar el normal desarrollo de embriones humanos, debemos decir que existen
alternativas éticas para el tratamiento de enfermos: la utilización de
células madre de tejidos adultos. Estos tratamientos se han mostrado más
eficaces, pues hasta ahora se han regenerado tejidos dañados en cientos de
pacientes mientras que todavía no hay "éxitos" con células madre
embrionarias (que además ofrecen el riesgo grave de producir cáncer por su
crecimiento incontrolado). ¿Por qué, entonces, se sigue experimentando con
embriones?: porque, aunque resulte duro decirlo, se han fabricado muchos
"excedentes" por la FIV y resulta un "material" fácil de
conseguir. Además, se puede regenerar un tejido dañado con
células madre de tejido adulto del mismo paciente, lo que evita cualquier posible
problema de rechazo. La experiencia con células
madre de tejidos adultos demuestra que se pueden utilizar: ─células madre de médula ósea: en neuronas y
en células hepáticas, ─células madre de páncreas: para la diabetes, ─células madre de tejido nervioso: en fibras
musculares, ─células madre de placenta: en tejido óseo y
nervioso, en cartílago, sangre, músculo, tendones y vasos, ─células madre de cordón umbilical. Posibles aplicaciones 1) Reparación de tejidos por inclusión o
introducción en el torrente circulatorio del paciente de células madre de ese
mismo tejido pero de otro sujeto. 2) Reparación de tejidos por inclusión de células
madre adultas de otros tejidos o de cordón umbilical (recordemos que se están
creando bancos de cordones umbilicales por su fácil obtención en los partos y
la abundancia de células madre que hay en esos tejidos). 3) Células madre obtenidas de abortos espontáneos.
Insistimos en lo de espontáneos para evitar la obtención de tejidos a costa
de vidas humanas cuyo desarrollo se ve truncado violentamente: igual que
hablamos de donación de órganos antes de morir como un acto de generosidad y
nos parecería aberrante “justificar” el asesinato de alguien para extraerle
un órgano con el que salvar la vida a otra persona. Resumen Las células madre adultas son la alternativa. Ya se
están utilizando con éxito, mientras que las células embrionarias ─aparte
de los graves problemas éticos que genera su utilización─ no. Es este un sistema natural de regeneración: cuando
un tejido resulta dañado, células madre procedentes de la médula ósea emigran
en grandes cantidades para repararlo. Existen células madre adultas de islotes
pancreáticos para tratamiento de la diabetes. El autotrasplante de células madre adultas evita los
problemas de rechazo. Se está practicando con éxito desde hace algunos años:
por ejemplo, con células madre de tejido muscular estriado para regenerar el
tejido cardiaco dañado en infartos. Parece que las células
madre mesenquimales carecen de los marcadores moleculares que
producen el rechazo: podría ser una fuente universal de células madre. En cualquier caso, nunca será lícito
moralmente destruir embriones humanos para mejorar la salud de personas
mediante trasplantes, pues sería matar vidas humanas para mejorar otras vidas. Cada persona humana es
digna desde que empieza su existencia hasta que ─sin solución de
continuidad─ termina: no se puede instrumentalizar la vida
humana de quienes aún no son capaces de defenderse por sí mismos. |
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