anterior |
volver a "Guiones de Bioética" |
ir a página principal |
siguiente |
|
1. LA SEXUALIDAD HUMANA Sexualidad El medio natural de reproducción en
los animales superiores es la reproducción sexual. De forma resumida podemos
decir que consiste en la unión de los gametos masculino y
femenino para dar comienzo a la vida de un nuevo individuo. Cada gameto contiene la mitad de información
genética de una célula normal o somática. Además se da el fenómeno de la recombinación:
por eso el hijo en sus características no es “mitad” el padre y “mitad” la
madre sino que tiene algo ─mucho─ de propio. En el hombre, igual que en otros animales, la fecundación
es interna: la unión de los gametos se produce en el cuerpo de la
mujer. Concretamente, el espermatozoide y el óvulo se unirán en unos
conductos llamados trompas de Falopio. El nuevo individuo que resulta
de esa unión se denomina cigoto. Irá desarrollándose por multiplicación
celular y al poco tiempo se implantará en el útero, cavidad donde
seguirá su desarrollo hasta el nacimiento. Pero la diferencia sexual entre el hombre y la mujer
no se reduce a la genitalidad. Se dan otras diferencias físicas denominadas caracteres
sexuales secundarios. Y también diferencias psicológicas y afectivas:
características que predominan más en las mujeres que en los varones y otras
con las que sucede lo contrario. Se puede descubrir cierta complementariedad
entre el hombre y la mujer, pues la masculinidad y la feminidad
no se refieren de forma exclusiva a la genitalidad y al cuerpo sino también
de la forma de ver las cosas y de enfocar los problemas y a la manera de
manifestar el afecto. Podemos afirmar que esa variedad, dentro de la misma dignidad
personal entre el hombre y la mujer, es muy enriquecedora. Persona humana Además de animal el hombre es racional, es
decir, persona: "sustancia individual de naturaleza
racional" (Boecio). Los demás animales son
solo individuos. La persona es libre y, por eso, capaz de autodirigirse hacia el bien, de amar el bien que
conoce. En el ejercicio de su libertad va escribiendo
su historia personal y así se construye a sí misma. Protagonista de su historia y
responsable de ella, cada persona es importante en sí y digna de ser amada con un amor de entrega.
Solo cuando una persona se reconoce amada
puede descubrir el sentido último de todo lo que hace porque el deseo de
plenitud y felicidad que alberga en su interior no puede ser satisfecho sin establecer
alguna relación auténtica de amor personal. El amor Dicen los filósofos que en el hombre pueden darse
dos tipos de amor: el amor de amistad o benevolencia y el amor de “egoísmo” o
autocomplacencia. ─En el amor de “egoísmo” o autocomplacencia,
el que ama a otra persona o cosa lo hace solo por el beneficio que le aporta.
El otro (o lo otro) es amado para mí. Así es el “amor” que
tenemos a una cerveza fresca en verano, a un buen coche que acabamos de adquirir,
o a cierto panadero que fabrica un pan excelente. ─En el amor de amistad o benevolencia,
el otro es amado en sí mismo. Este amor solo se da entre
personas, ya que ningún objeto es amado en sí, salvo que nos aporte una
referencia a alguien querido o subjetivamente le demos una consideración
personal. Según Pieper, amistad es mirar al
amado y decir "es bueno, muy bueno, que tú existas". Y san Agustín
llega a considerar al amigo como "la mitad de su alma". Cierto “amor” de “egoísmo” (solo instintivo, sin
intervención de la voluntad, pues carecen de ella) también lo tienen los
animales. Pero la inteligencia del hombre le hace descubrir un amor superior
al que debe subordinar aquel: el amor de amistad. Como hemos dicho, el amor de amistad es
exclusivo de las personas. Puede darse el amor de “egoísmo” a otra
persona: me es útil, estoy a gusto, disfruto con ella, etc. Y es el que
predomina, por ejemplo, en una relación estrictamente comercial. Así sucede
con el “amor” al panadero del que hablábamos antes: si empieza a fabricar un
pan peor... nos dirigiremos a otra panadería. Resulta lógico que se dé cierto amor de “egoísmo”
también dentro de la amistad. El que ama desea estar con la
persona amada y al amigo le apetece estar con sus amigos.
Pero cuando este amor de “egoísmo” predomina sobre la entrega, se pervierte
la relación personal: se "cosifica" a la persona amada
y el que ama, al no amar personalmente, de alguna manera se
animaliza y se vuelve egoísta (sin comillas). Así sucede cuando el
sexo se reduce a la consecución del placer sexual al margen del amor personal
o dejando este amor como algo secundario. Para que haya amor de amistad o benevolencia, debe
haber entrega. En las relaciones sexuales que rechazan
positivamente la procreación, la persona amada es solo objeto de placer:
así sucede siempre que se trata de uno mismo (masturbación), o en las relaciones
homosexuales, o cuando se practica la contracepción. En estos casos se
"cosifica" al amado, y se empequeñece el que ama. Las relaciones sexuales que no rechazan
positivamente la procreación pero se mantienen fuera del matrimonio también son desordenadas
porque: 1) si viene descendencia, se trata injustamente al hijo, que debe ser
concebido en una unión estable para su educación, responsabilidad tanto
de la madre como del padre; 2) en cualquier caso, el amor "a
prueba" no es verdadero amor, pues pone condiciones “temporales”
(como plazos) en el amor de entrega plena entre un hombre y una
mujer. Pero vamos a estudiar a continuación el caso de las
relaciones prematrimoniales... Relaciones prematrimoniales La sexualidad puede y debe ser uno de los caminos
para manifestar el amor dentro del matrimonio. A través de esas relaciones se
expresan los afectos personales también corporalmente, con plenitud. Por manifestar
una entrega personal plena debe integrarse dentro de una relación estable de
amor personal. Y al ser algo tan valioso, su mala utilización es un desorden
grave. Como dice la sentencia: “corruptio optimi, pessima” (la
corrupción de lo mejor es lo peor). Quienes defienden las relaciones prematrimoniales,
sostienen que estas ayudan a que los futuros esposos se conozcan mejor, y así
contribuyen a disminuir el riesgo de fracaso matrimonial. Pero las
estadísticas nos muestran justo lo contrario: nunca como ahora habían estado
tan extendidas las relaciones prematrimoniales, y nunca como ahora se han
alcanzado tan elevados índices de fracaso matrimonial. Pero no vamos a defender la bondad o maldad de una
postura por su eficacia, ya que “el fin no justifica los medios”. Vamos a analizar
qué hay de verdad y de mentira, de amor y de egoísmo, en las relaciones
prematrimoniales: Lo verdaderamente difícil de conocer en una persona
es su alma. Y a eso se orienta el noviazgo. Cuando se mantienen relaciones
sexuales prematrimoniales, con el alma “adormecida” y los sentidos muy
“despiertos”, el conocimiento personal se hace más difícil, ya que el
conocimiento de la personalidad queda “eclipsado” por la intensidad con que
se perciben las muestras de afecto corporales. Además, en estos casos, el
cuerpo no es ya instrumento adecuado para manifestar el amor, ya que siempre
se ama con el alma, y las almas de los novios todavía no se conocen bien. En
dos palabras: hay sexo pero no hay amor, y entonces el sexo se convierte en obstáculo
para el amor. En el amor entre amigos puede darse que el alma abra
su intimidad a varias personas. No es incompatible ser amigo íntimo de
alguien con serlo también de otras personas, siempre que se trate de personas
discretas. Sin embargo, cuando el cuerpo participa en la manifestación del
amor entre un hombre y una mujer, la intimidad corporal no debe ser
compartida más que por esas dos personas, hasta el punto de que mientras una
de ellas viva, la otra (si es leal) no puede hacer partícipe de su intimidad
corporal a una tercera persona pues sería “traficar” con algo que ya no le
pertenece. De ahí que en estas manifestaciones de amor se precise una estabilidad
que solo garantiza el vínculo matrimonial: mientras no exista ese vínculo
indisoluble, no debe introducirse la genitalidad en las muestras de afecto
entre dos personas, porque... 1) Si no hay estabilidad debo reservar mi intimidad
corporal para la persona a la que me una de por vida. 2) Si preveo que va a haber estabilidad, porque ya
conozco bien a la otra persona, debo sellar públicamente por el matrimonio
ese compromiso de entrega antes de abrir mi intimidad corporal. ─A
quienes afirman que son “parejas de hecho” para siempre pero sin casarse,
habría que preguntarles: ¿no será que no tenéis claro que vuestra unión sea
para siempre y por eso no os casáis? ¿No será que vuestro amor es un “amor a
prueba” y, por tanto, un falso amor? Además, como cada persona es una unidad de alma y
cuerpo (ese cuerpo espiritual y espíritu corporal del que hablaba Kierkegaard), las manifestaciones corporales de afecto no
pueden separarse de la interioridad. Dar un abrazo a alguien que acaban de
presentarme y a quien no me une ningún afecto especial es una manifestación
hipócrita porque no se corresponde con mi interioridad. También lo será
unirme sexualmente con quien todavía no me he comprometido de por vida, por inseguridad o por
prudencia: debo esperar a que ese compromiso sea efectivo por el matrimonio
para que la unión sexual sea manifestación sincera de mi entrega real. (He hablado de vínculo matrimonial y no de
matrimonio canónico porque el matrimonio civil entre no cristianos es también
indisoluble por naturaleza, aunque las “leyes” de algún país
digan otra cosa: la Iglesia, y con ella el sacramento del matrimonio, solo
tiene dos mil años, pero el matrimonio es una institución natural mucho más
antigua). Por otra parte, cuando se trivializan las relaciones
sexuales, enseguida crece la impresión de ser un juguete en manos de otro: usado
(incluso dominado) por otro, pero no amado. La persona pasa de ser alguien a sentirse algo dentro de una relación. Quizá empiece
entonces a hacer compatible esa con otras relaciones, primero de forma
esporádica y cada vez con más frecuencia, porque intenta llenar un sentimiento de vacío en su “amor”, un amor que en realidad
no existe... Sé que bastantes personas no están dispuestas a
admitir esto, algunas por el sacrificio que comporta, y otras porque no
quieren ser calificadas como retrógradas
(ya que “todo el mundo lo hace”...). Pero tengo que decir que los novios, si
se quieren (y precisamente porque se quieren), deben esperar a casarse
para mantener relaciones sexuales, y buscar otras manifestaciones de afecto
durante el noviazgo. Y aquellos que hayan mantenido relaciones sexuales antes
(entre ellos o con otras personas), deben formular el propósito de evitarlas
en adelante hasta llegar al matrimonio. ¿Por qué? Porque se quieren y
porque desean seguir queriéndose cuando se casen hasta que la
muerte los separe... Pureza Llamamos pureza a la virtud que regula no solo el
uso ordenado del sexo (esto sería propio de la castidad) sino también los afectos
interiores. Por eso san Agustín va a la
raíz cuando afirma que "la castidad es un amor ordenado que no
subordina las cosas mayores a las que son menores". Tomando una imagen clásica,
podemos decir que la pureza resulta tan necesaria para amar como las
alas de las aves para volar. Necesaria aunque resulte pesada la lucha por
vivir esa virtud, igual que pesan ─y mucho─ las alas de las aves
rapaces. Para entenderlo, basta con comparar la relación entre el peso de las
alas y el del cuerpo en las siguientes aves: pingüino, gallina, gorrión,
águila... y fijarse en su capacidad para volar. Pues todavía hay quienes
prefieren el "majestuoso" vuelo de una gallina al de un águila: son
personas sin las poderosas “alas” de la pureza, incapaces de elevarse a las
altas “cumbres” del amor. [...] En la conversación que aquel tutor mantuvo con un
muchacho de unos 15 años, trataron acerca de muchos temas: estudios, amigos,
ilusiones... Al hablar sobre la virtud de la pureza, el muchacho afirmó con
rotundidad: ─Yo no tengo problemas en ese aspecto. ─(Quizá sea un caso de
pubertad retrasada, o puede que no, sino que hasta ahora tampoco haya tenido
especiales dificultades, pero por si acaso...). Mira, si surge algún problema
o pasas por un mal momento: procura no estar ocioso nunca, sé sacrificado, frecuenta
los sacramentos, acude a la Virgen cuando arrecie la tentación... ─Todo eso me parece bien, pero yo tengo otro
sistema. ─¿Sí? Explícamelo. ─Hasta hace un año y pico, yo no vivía esta
virtud... Pero me eché novia formal y, la quiero tanto... que cuando estoy
con ella pienso: "tengo que respetarla"; y cuando no estoy con ella
y me asalta una tentación, enseguida me acuerdo de ella: "¡tengo que
serle fiel!" [...] Y es que el muchacho, sin descuidar los medios que
el profesor le aconsejaba, tenía un motivo personal para vivir la virtud de
la pureza: estaba enamorado. Por eso se puede decir que solo entienden la necesidad
de vivirla aquellas personas que saben amar. Porque, de verdad, ¡vale la
pena! |
anterior |
volver a "Guiones de Bioética" |
ir a página principal |
siguiente |